Emotiocracia, educación de la libertad y la ciudadanía

  • Juan Martín López Calva
La forma más efectiva de darle su lugar al mundo emocional es con una educación de la libertad

El gobierno emocional está compuesto por las instituciones económicas y las instituciones políticas que buscan extraer de nosotros el máximo beneficio. Es verdad que hay empresas e instituciones políticas que pueden no funcionar bajo este criterio. El problema es cuando lo único que está detrás de sus intenciones es dirigir lo que hoy se llama el «mercado de conductas», que tiene que ver con cómo dirigir nuestra voluntad hacia un lugar determinado. ¿En qué consiste la emotiocracia en relación con todo esto? En que se utilizan las emociones, sobre todo las consideradas negativas, como la tristeza, la desazón, la frustración, la incertidumbre, para llevarnos por el camino que ellos quieren. ¿Cómo lo consiguen? A partir de la creación de necesidades absolutamente espurias, innecesarias, y a través de la sociedad algorítmica, se mercadea con nuestras emociones de tal manera que nuestro deseo quede a expensas de los deseos de las empresas y las instituciones políticas.
Carlos Javier González Serrano. «Cuanto más entristecidos estemos, más técnicas de disciplinamiento emocional vamos a buscar».
Entrevista de Mariana Toro Nader. Ethic. 3 de mayo de 2024.

Después de la borrachera de la absolutización de la razón, la humanidad está viviendo la resaca de la hiperemocionalización de la vida y la convivencia. Por una parte, ha habido una sana revaloración del mundo emocional que estaba relegado en la etapa más dura de la modernidad por la hegemonía de la razón, de manera que el mundo afectivo se hizo presente en el escenario social nuevamente, exigiendo su lugar, sin duda muy relevante para una vida personal plena y una convivencia social armónica y constructiva.

Pero por otro lado, esta revaloración del mundo de las emociones y los sentimientos se catapultó de tal manera y con tal velocidad y fuerza en el horizonte mundial que de pronto todo se lee en clave emocional y se ha ido transitando hacia una sociedad en la que se desprecia y hasta se ataca al conocimiento, a la ciencia y a la razón desde la nueva visión dominante en la que ya no hay afirmaciones verdaderas o falsas sino percepciones, narrativas, significados, interpretaciones y sentimientos respecto a las distintas realidades en las que vivimos.

A nivel global hemos llegado a lo que el filósofo González Serrano señala en la cita que sirve de epígrafe al artículo de esta semana. Se trata de lo que denomina la emotiocracia, es decir, el poder de las emociones o sobre las emociones. La recuperación del universo emocional de los seres humanos y su estudio científico ha sido aprovechado, como suele suceder en cada etapa histórica con diversos elementos, por quienes detentan el poder económico y político para establecer un gobierno de las emociones que manipule y utilice a su favor lo que la gente siente, con fines mercadológicos para la venta y el consumo de productos o con fines políticos, para la venta y el consumo de líderes, gobernantes, partidos e ideologías.

Un ejemplo reciente y bastante claro en nuestro contexto nacional mexicano fue el del candidato de Movimiento Ciudadano que logró tener un impacto muy fuerte en el sector juvenil a lo largo y ancho del territorio nacional, basándose más en la manipulación de las emociones a través de símbolos -los famosos tenis fosforescentes naranja- y elementos como una canción pegajosa que se tocaba incluso en los antros a los que asisten a divertirse los miembros del público meta de ese candidato.

Lo mismo hicieron, la candidata opositora manejando el tema del sentimiento de inseguridad de muchos mexicanos, aunque ese mensaje emocional no tuvo el impacto que esperaba; o la candidata ganadora, que manejó las emociones del electorado a partir del hartazgo y la decepción frente a la desigualdad, la pobreza y la exclusión de millones de mexicanos ante la indiferencia de las clases medias y privilegiadas, en un mensaje que tuvo unos resultados que sorprendieron incluso a los mismos miembros del partido en el poder.

En el campo económico es bastante conocido y evidente el modo en que las empresas, plataformas y redes sociales investigan el perfil de los distintos estratos de su población para manipular sus emociones haciéndoles sentir necesidad de consumir ciertos productos o servicios innecesarios o generando sentimientos de aspiración a parecerse a los influencers o artistas de moda a través del cultivo del cuerpo, del consumo de propuestas nutricionales supuestamente mágicas, de productos milagro de salud o de propuestas de felicidad y diversión “garantizadas” para ser felices.

Frente a esta emoticracia tan eficaz, que nos domina en muchos aspectos de la vida y nos impide una verdadera libertad, porque como dice el mismo filósofo citado, despertar viendo las notificaciones del teléfono celular no es ser libre sino dejarse llevar por la corriente de este poder que maneja nuestro mundo emocional, habría mucho que analizar y reflexionar y también mucho que hacer en términos de educación de las nuevas generaciones.

Es muy positivo que hoy se hable tanto de la educación socioemocional en las escuelas y universidades y que sea un tema de investigación y difusión muy relevante en nuestro medio académico. Sin embargo, habría que revisar si las propuestas de intervención o las acciones de educación emocional que se están instrumentando en las aulas no responden a esta dictadura de la emotiocracia, reforzando la influencia de las empresas dominantes en el mercado y de las corrientes políticas más poderosas.

Porque en este panorama existen muchos tipos distintos de propuestas, programas y materiales didácticos que tendrían que revisarse cuidadosamente para no caer en el juego del poder a través del control de las emociones y sí en cambio, contribuir educativamente a una sana y constructiva educación socioemocional de los educandos.

La manera más efectiva de darle su lugar al mundo emocional en la vida personal y en la convivencia social tiene que ver con una auténtica educación de la libertad que no produzca esclavos de la happycracia, sino dueños del poder de decidir sobre sus propios proyectos de realización personal y de compromiso social. Educar la libertad para generar personas capaces de tomar decisiones propias de manera atenta, inteligente razonable y responsable, de acuerdo a lo que van afectivamente descubriendo que es más valioso para sí mismos y para los demás.

Al mismo tiempo, una formación ciudadana que basada en esta educación de la libertad, enseñe a cuestionar críticamente todas las propuestas políticas, a valorar sus pros y contras y a decidir de manera libre y responsable la forma en que se van a involucrar y a trabajar por el bien común de la sociedad desde su propia trinchera.

Ante la emotiocracia que hoy se vive en el país y en el mundo necesitamos seguir la recomendación del autor: “Lo que hay que hacer es reeducar nuestro deseo…”, cosa nada sencilla pero indispensable si queremos realmente formar hombres y mujeres libres de las presiones del mercado económico y autónomos frente a la andanada de intentos de indoctrinación política.

 

 

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Juan Martín López Calva

Doctor en Educación UAT. Tuvo estancias postdoctorales en Lonergan Institute de Boston College. Miembro de SNI, Consejo de Investigación Educativa, Red de Investigadores en Educación y Valores, y ALFE. Profesor-investigador de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP).