Ante la soledad por los que se han ido, de los que en su indiferencia han generado vida por otros rumbos, queda solo el contabilizar lo que queda dentro de uno para continuar, al final estas amistades, hermandades, y complicidades no eran nuestras; seguir caminando, esperando, comiendo y riendo en una relativa soledad.

Las personas que fueron importantes se fueron, marcaron la vida y se pensó que estas se quedarían, son recuerdos y al paso del tiempo se borraron.

Las risas, la música, los ecos de las anécdotas y los retos se quedaron en un espacio como voces fantasmas, temas de una imposible jaula del alma.

Todos se marcharon, volver al camino y seguir es la tarea del escriba.

Identidades, coincidencias, cercanías, se busca estar cerca a pesar que en la razón se saben que somos extraños en las lejanías del tiempo.

Las personas son efímeras, solo los parientes, a pesar de ser lejanos están presentes y en la obligatoriedad de abrir la puerta y fingir sorpresa, al final parientes somos, el amigo forzado, por voluntad, por querencia, por necesidad, llega el tiempo que se queda y se amarra por otras figuras como el compadrazgo o solo se deja ir y el tiempo dará el abismo del olvido.

Por los que se van cuando la fortuna o la salud se marchan como fantasmas de la virtud, y en la soledad y desgracia son las primeras en manifestarse.

Amigos, todos puestos, dispuestos a seguir, algunos ya no siguen el camino de la vida; solo polvo y olvido está en su ser, en sus obscuros recintos, así se vive la amistad y así se vive lo que ya nos dejó y jamás se ha de repetir, solo queda, caminar quedito, sin aspavientos para dejar que se vayan los que ya no están.