Futbol y ciencia

  • Lorenzo Diaz Cruz
La esperanza muere al último, o tal vez al principio, si usáramos la razón

Mi colaboración de la quincena pasada en e-consulta se tituló Suave Patria. En ella explicaba mis razones para querer a México, nuestra tierra y nuestra gente. Entre esas razones no incluí, por supuesto, el resultado del equipo mexicano que participaría en el Mundial de Futbol en Qatar. Sin embargo, noté que a muchos compañeros, colegas, estudiantes, si les pesó que el famoso “Tri” haya quedado eliminado en la primera ronda. ¿Cómo es eso?, me pregunté, si a ese equipo bien se les podría aplicar la supuesta frase de Malcom (el del medio): "Nunca espero nada de ustedes y aún así logran decepcionarme”.

Y no es que el futbol no me guste, al contrario. De hecho, durante mi adolescencia lo jugué con la misma ilusión que tantos otros chamacos de cualquier rumbo. Y como algunos de ellos, podría decir lo mismo que Eduardo Galeano: “Yo jugaba muy bien, era una maravilla, pero solo de noche, mientras dormía …”.

Por supuesto que seguíamos los juegos de la Selección Mexicana. Pero justo por esos años, mediados de la década de los setenta, fueron desapareciendo mis esperanzas de que el equipo nacional obtuviera buenos resultados. Por ejemplo, cuando hacían gira por Europa, cada mañana era un desengaño leer las goleadas que se llevaban contra cualquier equipo de aquellos lares. Con esos antecedentes, se me fue haciendo fácil predecir lo que se podría esperar. Luego se tocó fondo, cuando ni siquiera se pudo calificar a los mundiales de 1974,1982 y 1990, ya fuera por los desastres deportivos o incluso porque cacharon a la Federación haciendo trampa, los inolvidables “cachirules”.

Pasaron otros mundiales y el equipo mejoro, pero las decepciones se siguieron acumulando. Una parte de la sociedad sabe las razones que explican ese progreso infinitesimal, con retrocesos finitos que aparecen de vez en vez. Una de ellas es que el futbol profesional se maneja como un negocio con clientes cautivos: la sufrida afición, con una lealtad a prueba de catástrofes, como es el caso de los paisanos que viven al otro lado del Río Bravo, que abarrotan los estadios cuando la selección juega en cualquier ciudad de USA-América. Entonces para que esforzarse en mejorar, pensaran esos directivos, cuando el billete está casi asegurado.

Súmele a ese cuadro una corrupción que todo lo toca, e impide que los jugadores del llano lleguen a profesionales, o hace trampa para que se elijan a los jugadores menos indicados. Hace unos años, el periódico La Jornada publicó la historia de las participaciones de México en los mundiales, y leí que para una de las competencias de la primera mitad del siglo XX, se armó un equipo que prometía, lo hacía bien en los juegos de preparación. Pero un par de días antes del viaje al mundial, el entrenador dejó fuera al portero titular para meter a su hermano, que lo hizo muy mal. ¡Qué bonitas tradiciones!

Como no tengo ninguna posibilidad de influir en los directivos para cambiar esa situación, excepto dejar de perder el tiempo con ese futbol de tan baja calidad y nulas perspectivas de mejoría, encontré un argumento para explicarme esas derrotas dolorosas o triunfos inesperados. Me explico.

Hay equipos buenos (Brasil, Alemania, Francia, etc), equipos regulares (México, Paraguay, Chile, Polonia, Japón, etc), equipos malos (Trinidad y Tobago, Qatar, El Salvador, etc).

Cada equipo puede jugar bien, mal o regular.

Así, cuando un equipo bueno juega mal y se enfrenta a uno regular que ese día juega muy bien, se puede dar cualquier resultado. Por ejemplo, si México juega bien le puede ganar a una Alemania que esté jugando mal (aunque en vista de los resultados más recientes, ya no estoy seguro de incluirlos entre los buenos). O puede empatar con un Brasil que juega regular, etc etc. Pero si México juega mal, puede perder con cualquiera, en serio.

Puede ocurrir que, en un mundial un equipo tradicionalmente malo se haya vuelto regular, o que un equipo bueno haya caído de nivel. Ahí se dan las “sorpresas”. Todo es una cuestión de estadística, predecible hasta cierto punto.

Así pues, aficionados que viven la intensidad del futbol. Háganme caso. Paren de sufrir.

 

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Lorenzo Diaz Cruz

Doctor en Física (Universidad de Michigan). Premio Estatal Puebla de Ciencia y Tecnología (2009); ganador de la Medalla de la DPyC-SMF en 2023 por su trayectoria en Física de Altas Energías. Miembro del SNI, Nivel lll. Estudios en temas de educación en el Seminario CIDE-Yale de Alto Nivel (2016).