Cocina Comunitaria: conciencia y esperanza

  • Mercedes Núñez Cuétara
Gracias a quienes hicieron posible este proyecto de Cocina Comunitaria en Valle del Paraíso

En esta ocasión quiero compartir con todas y todos los lectores un proyecto comunitario y universitario que ha llenado de sentido el trabajo que hago cotidianamente en la universidad, y también alimenta la esperanza de que un mundo más solidario es posible. Se trata del proyecto Cocina Comunitaria, un proyecto diseñado y gestionado colaborativamente entre un grupo de vecinas de la Colonia Valle del Paraíso y el Centro Comunitario Casa IBERO Segundo Montes S.J. de la Universidad Iberoamericana Puebla. Este proyecto llega a su fin, y con este texto quiero retomar el camino andado y agradecer a todas y todos quienes lo hicieron posible.

Durante dos años, ocho mujeres de la colonia Valle del Paraíso han estado cocinando para las vecinas y vecinos que tienen dificultades para acceder al alimento. De esta manera, comparten su tiempo, creatividad, talento y compromiso en beneficio de quienes más lo necesitan y de su propia comunidad. Mientras tanto, desde el Centro Comunitario Casa IBERO y el trabajo universitario, hemos sido testigos de un proyecto que inspira, a estudiantes y académicos a hacerse cargo de la realidad y a aprender de la organización comunitaria, compartiendo también su espacio, sus recursos y los conocimientos adquiridos en la casa de estudios.

La idea de este proyecto surgió durante la pandemia, cuando el equipo de Casa IBERO, en diálogo constante con las personas que habitan la colonia Valle del Paraíso, se percató de una preocupación muy común entre vecinas y vecinos: la gente se había quedado sin fuentes de ingresos y como consecuencia, tenían dificultad para acceder a una alimentación digna. A raíz de esta preocupación sentida, se realizó el diseño del proyecto Cocina Comunitaria, en el que ocho mujeres de la colonia se comprometieron a cocinar un menú completo de tres tiempos, dos días a la semana, durante cinco meses, para 56 familias que presentaban serias dificultades de acceso al alimento.

El proyecto se pensó como un apoyo emergente y muy puntual en la colonia, por ello en un principio se decidió tuviera una duración de cinco meses. La realidad nos superó a todas; tanto las mujeres de Valle del Paraíso a cargo del proyecto, como el equipo de Casa IBERO nos percatamos que cinco meses no serían suficientes porque la situación económica de la pandemia no remontaba y las personas en la colonia seguían pasando hambre. Fue así como nos dimos la tarea de extender el proyecto al menos un año más; y ese año, se convirtió en dos años.

En Casa IBERO contábamos con los recursos económicos para apoyar el proyecto con la compra de los insumos, pero únicamente nos alcanzaba para costear los primeros meses de proyecto. Para obtener recursos, empezamos a difundir el proyecto de Cocina Comunitaria en la universidad y el resto de la sociedad civil, para promover donativos que nos permitieran salir adelante. La bondad que está en la raíz de esta experiencia y el gran trabajo que las propias mujeres de la colonia hacían por su propia comunidad, hizo que personas y empresas ajenas voltearan a verlas, valoraran el proyecto y lo patrocinaran económicamente. Gracias a las donaciones y solidaridad de estas personas, el proyecto de Cocina Comunitaria pudo alimentar durante dos años a 56 familias de la Colonia Valle del Paraíso, repartiendo más de 8,000 comidas completas.

Por todo lo vivido en esta experiencia, me gusta referirme al proyecto de Cocina Comunitaria en Casa IBERO como conciencia, vinculación y esperanza. Es conciencia porque vuelca la atención y las miradas de la universidad y una parte de la sociedad privilegiada, a una realidad dura que permanece invisibilizada; una realidad donde la carencia y la desigualdad es tan fuerte que impacta en una necesidad básica y elemental para la vida humana: el alimento. Es vinculación porque las personas de la colonia, a través de su proyecto y esfuerzo, generan sinergias con los saberes universitarios y sectores de la sociedad privilegiados para colaborar en esta labor solidaria; de esta forma, los saberes y poderes de unos y otros se comparten y ponen en marcha. Por último, es esperanza, prueba de que un mundo más solidario es posible; de que podemos abrirnos a la realidad y hacernos cargo de esta; de que podemos dar nuestro tiempo y conocimiento para atender una situación de desigualdad, para acompañar, para aprender, para escuchar y valorar otras formas de vivir y estar en el mundo.

Gracias a todas y todos quienes hicieron posible este proyecto de Cocina Comunitaria. Gracias a las mujeres de Valle del Paraíso por su talento y tiempo, a los vecinos y vecinas por el compartir, a las y los estudiantes por involucrarse, al equipo de Casa IBERO por su compromiso y esfuerzo y a todas y todos los donantes por su solidaridad. 

 

La autora es académica de la Universidad Iberoamericana Puebla.
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Correo electrónico: mercedes.nunez2@iberopuebla.mx

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Mercedes Núñez Cuétara

Maestra de Intervención Social por la Universidad Pública de Navarra. Licenciada en Psicología por la Ibero Puebla. Se desempeña como investigadora y docente en la misma institución, además de ser coordinadora de Desarrollo Comunitario.