La ciencia mexicana en el CERN

  • Lorenzo Diaz Cruz
Un ciencia que sobrevive gracias al esfuerzo de estudiantes, profesores e instituciones

“La Ópera de los tres centavos” de Bertolt Brecht, se encuentra entre mis obras de teatro favoritas, tal vez por su mensaje a favor de los desposeídos, por su música y poesía, por sus personajes entrañables, Jenny, Mac the Knife. Y entre las canciones que más me impactaron de la obra, se encuentra “Que mantiene viva a la humanidad” (“What keeps mankind alive”), que en uno de sus versos dice:

“¿Qué mantiene viva a la humanidad? El hecho de que millones
sean diariamente torturados, sofocados, castigados, silenciados, oprimidos.
La humanidad puede mantenerse viva gracias a su brillantez …”

Luego me hago esa pregunta en muchas otras situaciones, ¿qué hace que una obra, un trabajo, una lucha, se mantengan en proceso? ¿Cómo es que un ejército marcha, lucha y no claudica en el fragor de la batalla? No siempre encuentro una respuesta fácil, depende del contexto, de la información. Algunas veces la respuesta se encuentra es una razón noble, otras veces es un juego de equilibrios entre esas motivaciones generosas compitiendo con otras ambiciones menos nobles, aquellas que surgen en las aguas heladas del cálculo egoísta.

Este verano me encuentro visitando el Grupo de Física Teórica del CERN, el Laboratorio Europeo de Investigaciones Nucleares, sede de algunos de los experimentos más ingeniosos y ambiciosos en la historia de la ciencia, como el que dio lugar al descubrimiento del Bosón de Higgs, entre otros, algo que comentamos en nuestra contribución pasada para e-consulta.

Gracias a esta visita he tenido la oportunidad de convivir con los diversos grupos experimentales mexicanos que trabajan aquí. He podido apreciar la labor que realizan esos grupos en diversos experimentos, principalmente en las colaboraciones ALICE, en la que se estudia el plasma de quarks y gluones, en CMS que estudia el Bosón de Higgs y también la búsqueda de nueva física, o NA62 que estudia decaimientos raros de Kaones. Todo eso me ha permitido constatar las condiciones en que hacen su destacado trabajo los colegas de instituciones mexicanas.

Cabe mencionar que el CERN se encuentra en Ginebra, en la frontera entre Francia y Suiza, una ciudad sede de oficinas de la ONU, la Organización Mundial de la Salud, sede de muchos Bancos, etc. Es una ciudad con un nivel de vida muy alto, y por tanto muy cara. Por todo ello, los mexicanos que trabajan en el CERN, deben economizar al máximo para no llegar al final de su visita con sus recursos financieros en ceros o números negativos. Debido a la situaciones de nuestro país, con el bajo número de proyectos para ciencia básica, muchos de estos gastos del día a día, o para la renta de vivienda, los pone el investigador de su propia bolsa; en algunos casos esperando recuperarlos de algún proyecto, o en otros resignado a costearlos por su cuenta,  ya que solamente así puede cumplir con los compromisos académicos de su grupo o colaboración. En el caso de los estudiantes se puede decir que algunos que se vienen con la beca nacional, apenas sobreviven por encima del nivel de pobreza local.

Una solución a esa problemática sería que los investigadores fuéramos ahijados de algún líder sindical mexicano, para no sufrir en esta ciudad tan cara. Por supuesto que, a diferencia de los parientes de esos líderes, los investigadores no aspiramos a viajar en primera clase, ni quedarnos en hoteles de lujo, esos en los que hasta los porteros visten mejor que uno, en los que una comida se llevaría nuestro presupuesto de una semana. Nada de eso, algo más realista sería esperar que al menos podemos contar con el apoyo adecuado para viáticos y que no vamos a arriesgar nuestra economía familiar en estos viajes. La mayoría nos conformamos con seguir hospedándonos en el Hostal del CERN o rentando departamentos entre varios colegas.

Por otra parte, algo que permite que esos grupos sigan al pie del cañón, compitiendo y aportando en cada una de esas colaboraciones, es el apoyo de las instituciones universitarias, como es el caso de la BUAP. Gracias a esos recursos, es posible realizar el trabajo en condiciones más dignas.

También he podido platicar con algunos jóvenes mexicanos que trabajan en el CERN, pero adscritos a grupos de otras universidades europeas o de Estados Unidos. Me doy cuenta del alto nivel de su trabajo, de su potencial y su entusiasmo por la ciencia. Lamentablemente, la situación actual de nuestro país, con el apoyo limitado a la ciencia básica y la carencia de nuevas plazas, hace poco atractivo para esos jóvenes regresar a México. Así, algunos de ellos deben contemplar asentarse en Europa, lo cual puede ser muy bueno a nivel individual, pues le va a permitir tener un proyecto de vida con altas satisfacciones profesionales. Sin embargo, no deja de ser lamentable que esos jóvenes no puedan aportar su talento a la causa de las instituciones mexicanas, en su propio país.

En este punto, alguien podría preguntar para qué seguir participando en esas colaboraciones, que cuestan mucho, sobre todo habiendo tantas necesidades en el país, con una población mayoritaria que vive en la pobreza. Es posible que para algunos políticos, sea suficiente tener un país maquilador, con una industria que no contemple la innovación, algo que apenas permite sobrellevar la economía de México. En ese proyecto de país bastaría con tener buenos meseros, artesanos y mano de obra barata, que sumado con un cierto reparto de recursos a la población, tal vez sea suficiente. Y por supuesto que todo trabajo es digno, merece ser respetado, y permitir a quienes lo realizan tener una vida digna.

Sin embargo, para muchos mexicanos conformarse con ese nivel no es suficiente; pensamos que se puede hacer algo mejor. Creemos que en la sociedad mexicana hay mucho talento, creatividad, que sólo necesita de los canales adecuados para expresarse y aportar a cambiar el país. Para que haya un salto cualitativo y cuantitativo en la riqueza de México, tanto en el producto interno bruto, como en el reparto de la riqueza, se requiere dar un mayor valor agregado a lo que se produce en nuestro país. Y eso viene de una mayor inversión en ciencia, pura y aplicada, como lo ilustran las naciones que en pocos años han pasado a ser potencias económicas, por ejemplo es el caso de Corea del Sur.

No se ha dicho la última palabra sobre el rol de la ciencia en nuestra sociedad, pero sin duda es mucho lo que puede aportar a la solución de la problemática que aqueja a nuestro país. Esperamos que en los años venideros, sobre todo en el contexto electoral, se dé un verdadero debate entre las diferentes corrientes, que aporten con su punto de vista sobre cómo hacer crecer la ciencia mexicana, y como aprovecharla en el sistema educativo y en otras esferas de la vida económica de nuestro país.  Estoy seguro que en ese proyecto de país habrá un papel relevante para la ciencia y los científicos mexicanos que trabajan en el CERN.

Para cerrar esta colaboración, regreso a la pregunta de Bertolt Brech, de “La Ópera de los tres centavos”: ¿Qué es lo que hace que la comunidad científica mexicana que trabaja en el CERN se mantenga viva y dando lo mejor para aportar en las colaboraciones en las que participa?

A mí me parece que lo que nos mueve, en primer lugar, es la conciencia de querer representar a México de una manera digna, luego entra el carácter para enfrentar las dificultades, el ánimo y la constancia para aportar en esos proyectos. Es también amor propio, pero sobre todo el amor por la ciencia, saber que esas colaboraciones están contribuyendo al conocimiento universal de una manera trascendental. Y que México también puede

 

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Lorenzo Diaz Cruz

Doctor en Física (Universidad de Michigan). Premio Estatal Puebla de Ciencia y Tecnología (2009); ganador de la Medalla de la DPyC-SMF en 2023 por su trayectoria en Física de Altas Energías. Miembro del SNI, Nivel lll. Estudios en temas de educación en el Seminario CIDE-Yale de Alto Nivel (2016).