El ingenio mexicano

  • Javier Cobos Fernández
Ante la crisis inflacionaria de los últimos años, el mexicano no pierde su capacidad creativa

Si bien la tendencia al alza de precios de los alimentos se había presentado con especial fuerza a partir del 2020, ciertamente la crisis bélica en Ucrania ha venido a reforzar este comportamiento. Lo anterior tiene como consecuencia, en un mercado internacional fuertemente interconectado, nuevos precios de equilibrio, que se reflejan ante el escenario de una contracción de la oferta de alimentos a nivel mundial.

Esta contracción se debe en gran parte a factores externos en la producción de alimentos, además de cuellos de botella logísticos en los últimos dos años. Sin embargo, la crisis de la invasión rusa a Ucrania ha exacerbado los efectos de dicha contracción que deriva en precios de mercado que, de hecho, no sabemos hasta donde puedan escalar.

Tratar un entorno inflacionario internacional en un mundo interconectado, con una estrategia de control de precios, de facto no es la medicina adecuada para el paciente. Si bien, en la década de los ochenta con los escenarios de hiperinflación ocasionados por una creciente demanda derivada de una política monetaria expansiva, un control de precios funcionó de manera coordinada con el sector privado en 1987 bajo la presidencia de Miguel de la Madrid, con el exitoso programa Pacto de Solidaridad Económica (PSE), en el que precisamente se concertaba la reducción gradual de precios con políticas económicas restrictivas que exitosamente dieron por resultado el control inflacionario doméstico.

Reitero, en 1987 se enfrentaba una crisis inflacionaria alimentada por el lado de la demanda, derivada de políticas económicas expansivas domésticas que dotaban de una mayor cantidad de recursos a la población mexicana ante una disponibilidad de bienes y servicios que no crecía a la misma velocidad, generando entonces una espiral inflacionaria alimentada por una política monetaria doméstica expansiva.

Hoy no es el caso. Rusia y Ucrania responden por alrededor de un tercio de las exportaciones mundiales de trigo. México es nada más el décimo tercer país con mayor importación de trigo a nivel mundial, después de los primeros lugares como Egipto, Turquía, e Indonesia, que importan entre 13 y 10 millones de toneladas al año; en tanto que México, -no muy lejano-, importa hoy 5.1 millones de toneladas de trigo, uno de los principales insumos de alimentos mayor o menor procesados.  Por poner un ejemplo, actualmente nuestro país importa siete veces más trigo que lo que importaba en 1987. ¿Ahora entendemos el contexto diametralmente diferente?

Ante un entorno totalmente diferente, en una economía abierta, interconectada, en la que la teoría de ventajas comparativas opera y se refleja en la especialización de la producción de bienes a los países que les resulta más barato producir determinado bien e intercambiarlo por aquél, al otro país le es más barato producir otro bien derivando en un superior estado de bienestar. Los países no dejan de producir sus alimentos porque no quieran, sino porque les sale más caro. Ahora, alterar el equilibrio de precios mundial a través de subsidios es simplemente fijar precios de manera artificial, lo que inevitablemente altera el equilibrio de mercado y tarde o temprano nos llevará al desabasto. Espere y vea.

Y no solo eso. Una vez presentado el desabasto se corre el riesgo de que el mercado equilibre los precios de los bienes sustitutos en niveles sensiblemente superiores.

Por cuanto hace a la estrategia de incremento de la producción doméstica, debo aceptar que suena interesante dado que parecería que es posible aumentar la oferta doméstica de alimentos de la noche a la mañana. Sin embargo, evidentemente se está confundiendo los granos producidos en la tierra, con los granos de palomitas de maíz del horno de microondas.  El ciclo de plantación y cosecha del grano en primavera es de cuatro meses en promedio, mientras que este mismo ciclo en invierno es aproximadamente de ocho meses. ¿Podríamos esperar que México inicie una estrategia de sustitución de importaciones de productos que per se, no es capaz de producir internamente,  motivo por el cual los importa? Más aún, ¿podríamos esperar que este proceso tenga efectos en menos de un año, considerando la reorganización logística, sin contar la escasez de fertilizantes a nivel mundial, insumo indispensable para la productividad agraria e independencia alimentaria?

Que se entienda. La inflación que vivimos a nivel doméstico no es ocasionada por la demanda derivada de una política económica, monetaria y fiscal expansiva, sino por la oferta en su contracción derivada de la escasez por las condiciones mundiales mencionadas. Por tanto, la medicina no es la misma que en 1987.

Una vez más, queremos vivir la realidad de hace casi cuarenta años.

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Javier Cobos Fernández

Economista por la UDLAP y maestro en Administración Pública por la Universidad de Columbia de Nueva York, con estudios de Maestría en Derecho en el ITAM. Investigador y consultor en análisis económico, transición energética, ESG e ingeniería legislativa en COBOS&ASSOCIATES.COM,