¿Dónde quedó nuestra libertad?

  • Abelardo Fernández
La defensa de la libertad es una de las cosas más difíciles que existen, quizá la más conveniente

Quizá sea muy complicado a la fecha acomodar una disertación sobre la libertad. Estuve a punto de escribir la libertad personal pero también podemos pensar en la libertad colectiva, aunque sin duda, es una condición que pertenece al individuo o a la persona como tal. Los filósofos llevan miles de años discutiendo qué es la libertad y estoy seguro de que mi opinión no puede abarcar las posturas de todos o por lo menos de algunos; tampoco me he puesto a estudiar a los griegos o cosa que se le parezca. Espero que el intento alcance la posibilidad de ser leído, reflexionado y digerido, sabiendo que todo parece indicar que en la idea moderna de libertad de muchísimos individuos no está la de leer para analizar ideas filosóficas algunas. En fin, comienzo y a ver qué pasa.

En algo que he pensado como una teoría del movimiento, fenómeno que explica cómo las cosas se mueven, cambian, evolucionan, sobreviven, etcétera; las personas tomamos decisiones, intentamos una definición de la vida que queremos tener y de la manera en la que la queremos vivir. Desde los humanistas de principios del siglo XX que promulgaron la libertad sin ataduras, la libertad con responsabilidad, una libertad combativa y disidente; podemos pensar que cada quién se coloca en la postura que quiera o que considere más le conviene. La popular idea de que la libertad es hacer lo que a cada quién se le de la gana, a cada paso demuestra su ineficacia.

Hacer lo que se te de la gana sin pensar en los demás te puede llevar a la cárcel, puedes convertirte en un violador, en un delincuente, en un ratero; ya que la libertad supone la consideración de que vivimos en una sociedad con reglas y principios éticos y morales, aunque no deje de haber muchos que no quieren terminar de entenderlo. Como dice Savater, es comprensible pensar que todos queremos que nos vaya bien, es poco frecuente pensar que matar o robar es algo con lo que nos terminaremos sintiendo mejor. La libertad requiere de inteligenciadisciplina y una buena consideración de cómo están organizadas las cosas en el mundo para mirar por qué calle tomamos.  

Volviendo a los filósofos, la libertad supone angustia; de hecho, mucha angustia ya que está relacionada con el soltarse o despegarse y arriesgarse a lo que sigue. Podemos decir que la angustia es una condición de la libertad, como dice Bauman. Vivimos en la cultura del riesgo, apostar a vivir lleva implicada la posibilidad de perder, de sucumbir, de fallar, de fenecer, y es en eso que estamos todos los días. ¿Qué hacemos con esta angustia o cómo la configuramos dentro de nosotros? Negociamos en quedarnos dentro o tomamos la decisión de salir, eso es; o quedamos sujetos a la estructura o nos soltamos para intentar algo nuevo y diferente buscando nuestra realización y nuestra felicidad, dos cualidades casi exclusivas de la libertad total -aunque la libertad total mucho menos existe-.

En el amor existe algo que se llama confluencia sana, que quiere decir que convengo quedarme con mi pareja para compartir la vida y envejecer juntos. Es una confluencia conveniente y no está peleada con mi libertad, porque puedo hacer que la libertad, la confianza y el amor caminen juntos, vayan de la mano. Crecer en pareja es sin duda uno de los ideales más importantes y genuinos que tiene el ser humano para ser feliz y trascender. Ojo, esta es una confluencia que no significa simbiosis; no me fundo con mi pareja porque sigo siendo yo mismo, pero puedo establecer una relación de reciprocidad que me permite verme en ese espejo y al mismo tiempo saber quién soy, quién puedo llegar a ser, qué cosas tengo que lograr yo solo para crecer. Lo mismo puedo promover en mi pareja para que crezca y se desarrolle. Sin embargo, tampoco este tipo de confluencia nos salva de la angustia ni de la posibilidad del fracaso; insisto, todo es susceptible de fracasar y de perderse, es una constante permanente, jajaja.

Una condición más de la libertad es que ser libre también se relaciona con aprender a defenderme de los embates del exterior. El mundo está lleno de vendedores que luchan desesperadamente por dirigir mi atención hacia su producto, aceptar sus diagnósticos, consumir sus mercancías, pensar como ellos piensan, decidir lo que ellos deciden, aceptar las ideas que me quieren imponer como la de que divertirse se traduce como meterse a una discoteca, escuchar ruido a volúmenes inhumanos, ingerir cantidades enloquecedoras de alcohol o meterme drogas hasta vivir experiencias psicodélicas que le den sentido a mis días. La defensa de mi libertad es quizá una de las cosas más difíciles que existen y quizá la más conveniente.

Hace algunos años escribí una linda canción que dice: todo se acomoda ahora que a la vida le llegó su hora de cantar…  Quiero dejar en esta idea la conciencia de que, aunque la angustia pueda consumirme, el constante movimiento de la vida hará que cada quién ocupe el lugar y la situación que decida; nadie puede dirigir las opiniones de los demás, sólo los que hacen Coaching, que es otra cosa de la que nos tenemos que cuidar y proteger sin duda, en el nombre de la preservación de nuestra libertad y nuestro crecimiento, aunque lleve angustia en cantidades industriales consigo.

Además de la angustia, por supuesto, la libertad amerita una fuerte dosis de paciencia, de tranquilidad, de ternura, de sonrisas, de amor, de felicidad, tratando de que la angustia no termine de consumirnos y la cara se nos comience a enchuecar…

Mando un abrazo para todas, todos y todes. Que les sea leve esto de la condenada libertad, que les sea leve… 

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Abelardo Fernández

Doctor en Psicología, psicoterapeuta de Contención, musicoterapeuta, escritor, músico y fotógrafo profesional.