El otro Talibán

  • Fernando Gabriel García Teruel
Tristemente los talibanes y los mexicanos no somos tan distintos, hoy, en estos tiempos, no…

De muchas voces hemos escuchado que la mayoría de las guerras son por causas religiosas. Esto es en cierta medida acertado, no porque sea un descubrimiento o alguna idea innovadora sino porque el concepto de religión es muy amplio. Es un blanco lo suficientemente grande para no errar incluso sin tino ni argumento. Esta conclusión tiene mayor alcance en tiempos remotos. Tras la Segunda Guerra Mundial prácticamente todas las religiones, a excepción del Islam, han ido perdiendo devotos en caída libre; la apertura del mercado internacional no sólo trajo productos sino también perspectivas ajenas a nuestro territorio y nuestro intelecto. Sumando los fracasos eclesiásticos y sus escándalos al avance científico y, principal y recientemente, a la creación del internet, se ha abierto una brecha que jamás se ha de cerrar: la de la duda, el ateísmo o bien, el agnosticismo. El acceso a la información y la apertura a otras perspectivas corta con la fe ciega, el fruto prohibido del Edén no es otro sino el conocimiento que expulsa del paraíso de la ignorancia. Hoy en día actuar bajo la voluntad de un dios o por mero dogmatismo y un “deber”, es considerado un síntoma de esquizofrenia más que de virtud.

Esta mirada hacia el delirio con ausencia religiosa se expresa en la perspectiva internacional hacia los hechos en Afganistán bajo el Talibán. No es la religión, el Islam, lo que preocupa ni siquiera hay un análisis claro de en qué creen los talibanes, porque no es su creencia sino su radicalismo lo que incomoda, sobre todo respecto a las mujeres. En un diálogo entre Alain Finkelkraut y Peter Sloterdijk, los filósofos mencionan que más allá de la religión, el trato a la mujer es lo que ha marcado las diferencias y los motivos de las guerras. Todo conflicto, desde Troya a la fecha, gira en torno a la mujer. Por supuesto, esto puede caer en exageración y quizá no sea siempre el caso, pero vale la pena reflexionar al respecto, especialmente dados los últimos hechos en Oriente Medio y los no últimos, pero constantes hechos que vive México.

La mujer siempre ha tenido un papel central en la historia. Imperios se alzaron y cayeron en torno a su figura; y si bien se le ha excluido y menospreciado a lo largo de esa misma historia, su importancia queda fuera de discusión. Sin embargo, en estos tiempos y a nivel global, el feminismo se ha ido extendiendo y reforzando, y aunque muchos se nieguen a verlo, es un paso hacia un mejor futuro. Incluso me atrevería a decir que en México el único movimiento que tiene una visión y un objetivo de cambio es el movimiento feminista. Ni los partidos de oposición ni los empresarios tienen el enfoque ni la determinación que las feministas han demostrado en los últimos años. Ellas saben que la corrupción del mexicano ha manchado el país de rojo y que nunca saldremos de la miseria si no expiamos, castigamos y corregimos nuestras faltas en la dirección correcta de equidad y justicia.

Tal ha sido el arrastre de las mujeres que el mismo Talibán, en su primer comunicado internacional menciona que no habrá tantas restricciones para el género femenino como las hubo hace poco más de veinte años. Que la interpretación o el cumplimiento de estas palabras se aleje de nuestros ideales es otra historia, pero el hecho de que en cuanto recibieron los medios, este movimiento extremista haya hecho tal declaración, es un claro indicio de que la idea de mujer ya no es de mera docilidad y que sin duda no se puede tomar a la ligera. Desgraciadamente, aunque es un avance, esa idea sigue siendo lejana a la de igualdad.

La situación que enfrentan y han de enfrentar las mujeres afganas indigna a cualquiera, la violación de derechos es inaceptable. Imaginar que las mujeres no pueden asistir a la escuela o trabajar es deprimente; el hecho de que son violadas y asesinadas sin motivo más allá de su género es aterrador; la simple idea de no poderse vestir como quieran y de tener miedo de salir a la calle es inaudito. “¡Qué barbaridad! ¡Talibanes retrógradas! ¡Terroristas!” Sí, todo eso y más, pero no estoy describiendo Afganistán sino México y la situación que llevan viviendo las mujeres en nuestro país por años. Y es que en ese aspecto los talibanes y nosotros los mexicanos no somos tan distintos, somos tan retrógradas y bárbaros como ellos. Si creemos que las mujeres afganas no merecen eso, ¿por qué las mexicanas sí? Siempre es interesante observar la hipocresía con un toque de malinchismo, porque ahí se esconden y se muestran nuestros peores vicios.

¿Con qué derecho podemos indignarnos de las prácticas talibanes cuando en nuestra propia tierra de buenos cristianos guadalupanos hacemos lo mismo? -Oye, pero en México no se usa burka-. No, pero sí se usa el: ¿por qué te pones esa falda?  En México no tienen que salir acompañadas por ley, pero sí por miedo. En Afganistán las mujeres desaparecen, en México también siendo alrededor nueve mujeres de entre 12 y 17 años cada día y son asesinadas otras 10, a diario. Y eso es lo que se calcula por denuncias, la cifra negra debe ser mucho más alta. Día con día mueren y desaparecen decenas de mujeres, de personas, bajo la mano del machismo.

¿Qué estamos haciendo al respecto? El presidente autoproclamado el más feminista del mundo se niega a escuchar las cifras, él tiene otros datos. Marcelo Ebrard, en su papel de Canciller declaró que dará asilo a migrantes afganos, eso está muy bien, no hay que dejar de hacerlo, pero de igual forma hay que declarar la alerta de género y pedir apoyo internacional para acabar con nuestra propia violencia. Claudia Sheinbaum, quien pensaríamos sería un poco más sensible ante lo que sufren las de su género, pone barricadas y teme cada 8 de Marzo. Nuestros líderes son un mal chiste que nosotros votamos por escuchar.

Lo curioso y peor de todo, es que además de violentos y machistas somos hipócritas, elevamos a la santidad a nuestras queridas madres y recorremos kilómetros de rodillas por ver a la virgen de Guadalupe, a la vez que exclamamos “¡pinches viejas!” y brincamos indiferentemente el charco de sangre que cubre nuestras calles. ¿Con qué derecho señalar la violencia del país al otro lado del mundo cuando en mi propia ciudad la callo e incluso la acepto? Si Finkelkraut y Sloterdijk tienen razón y el trato a la mujer es la causa de toda guerra, México debería estar en la más violenta de todas, desde hace años.

No, verdaderamente no somos tan distintos el Talibán y yo, cómplices del retraso social, enemigos de un mejor futuro, oportunistas del silencio. No, los mexicanos y talibanes no somos tan distintos, somos incluso peores porque tenemos todo para no serlo. Afganistán lleva en guerra por décadas, invasiones extranjeras a lo largo de su historia, Estados Unidos por veinte años, la Unión Soviética en los setenta, guerras civiles iban y venían, otros años atrás invasión británica, pudiendo seguir hasta Genghis Khan y los árabes. Afganistán no conoce la paz, un sinfín de fuerzas extranjeras han intentado ocupar su territorio, abusando de la gente a su paso. México en cambio, siendo un territorio que lleva “en paz” casi un siglo, sin una ocupación extranjera, ni guerra reciente, con libre acceso a la información y en una sociedad declarada democrática, mantiene el mismo comportamiento que los que hace un par de días perdieron a su familia sorpresivamente por una mina en el camino a casa.

No quiero justificar a los talibanes, pero si ese fuera el caso, ¿cuál es nuestra excusa? ¿El narcotráfico?, Por supuesto es un factor, pero no el único ni el más grande. ¿Que durante la conquista, los españoles violaron sin restricciones y destruyeron las familias indígenas dejando huérfanos en el camino? ¡Qué venga Santiago Ramírez Ruíz y me lo venda! No hay psicoanálisis que justifique al mexicano, y menos a tan lejana historia. La violencia generalizada es un síntoma de ignorancia y desesperación. Un reflejo de la falta de oportunidades y de un poder judicial nulo. Esta violencia nunca ha de cesar hasta que tengamos un sistema de justicia efectivo, hasta que dejemos de justificar la insensatez masculina y tengamos el coraje y el estómago para ver lo degenerada que está la sociedad. No ha de cesar hasta que tengamos el valor de exigirlo, porque la moral claramente nos falta. No hay justificación, sólo cobardía. No, tristemente no, talibanes y mexicanos no somos tan distintos, hoy no.

@fgabrielgt

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Fernando Gabriel García Teruel

Nacido en Puebla en 1996, estudió la licenciatura en Ingeniería Industrial en la Ibero Puebla. Actualmente estudia la maestría en Biosistemas en Wageningen University and Research. Apasionado por la ciencia y artes