La gestión educativa en tiempos de contingencia

  • Juan Martín López Calva
Tendrá que expresarse también en un seguimiento curricular.

“Es cierto que la organización rígida, centralizada, jerarquizada y especializada presenta ventajas a condición de que el centro disponga de competencias muy ricas. Puede tomar decisiones eficaces, transmitidas a los organismos especializados, y controlar su ejecución. Pero semejante organización es muy lenta para recibir la información que emana de lo bajo de la sociedad, que debe dar todos los pasos jerárquicos, y la transmisión de la decisión, que pasa por los mismos pasos, se ve retardada. La rigidez de semejante organización la incapacita para reaccionar rápidamente al alea y al cambio”.

Edgar Morin. Método V. La humanidad de la humanidad, p. 213.

 

 

La contingencia derivada de la terrible pandemia del COVID-19 que sigue extendiéndose por el mundo ha llegado a México y entre las medidas de prevención para tratar de “aplanar la curva” de contagios y evitar en lo posible una saturación del sistema de salud de nuestro país, se encuentra la suspensión de actividades presenciales en todo el sistema educativo desde el lunes 23 de marzo hasta el lunes 20 de abril, lo que está implicando nuevos desafíos para las escuelas y universidades.

¿Cómo mantener en marcha el proceso formativo de los millones de estudiantes de todos los niveles educativos a nivel nacional en esta etapa en la que no hay condiciones para mantener las escuelas abiertas y las aulas funcionando?

¿Cómo evitar que esta contingencia haga que este semestre escolar sea un tiempo perdido en términos del desarrollo educativo de los futuros ciudadanos cuando la situación en términos de calidad y equidad son de por sí muy deficientes?

A pesar de que llevamos ya muchos años hablando de los retos de la sociedad de la información y de la necesidad de incorporar las tecnologías de información y comunicación (TIC) y las llamadas tecnologías el aprendizaje y el conocimiento (TAC) a los procesos formativos y al trabajo cotidiano de las escuelas y universidades, esta contingencia nos está enfrentando a la realidad concreta que en términos de innovación tecnológica es todavía muy incipiente y desigual.

En efecto, existen escuelas y universidades que tienen ya un buen camino andado en términos del trabajo académico en modalidades mixtas o totalmente en línea pero hay muchísimas instituciones que aún están muy rezagadas en términos del acceso y la capacitación para el uso de herramientas tecnológicas para el aprendizaje no presencial.

Existen también diferencias notables entre los profesores y estudiantes individuales dentro de una misma institución, puesto que prácticamente en todas las escuelas y universidades hay algunos alumnos y docentes que se manejan de una manera muy solvente y eficaz en el trabajo con las tecnologías y otros que no tienen en sus hogares una computadora o acceso a internet y que tienen por ello mucho menos experiencia y habilidades para el trabajo a distancia.

Esta desigualdad tecnológica no solamente existe a nivel aúlico sino también en la gestión administrativa de las instituciones educativas. La contingencia está planteando desafíos muy importantes en términos de la gestión escolar y universitaria que tienen relación con esta desigualdad en el acceso y el manejo de las herramientas tecnológicas para la operación de la escuela y el sistema educativo pero también con la naturaleza misma de las instituciones y del sistema educativo nacional.

 Porque en nuestro país seguimos teniendo un sistema educativo de baja complejidad, es decir, organizado de manera rígida, centralizada, jerarquizada y especializada tal como lo describe Morin en la cita que sirve como epígrafe al artículo de hoy.

Este tipo de organización vertical tiene sus ventajas como dice también la cita, porque plantea que se tomen decisiones más rápidas y eficaces que se transmitan de manera que sean acatadas y obedecidas porque habrá mecanismos de control que verifiquen su ejecución.

Sin embargo, esta forma de organización del sistema educativo –que se reforzó con la reforma educativa de este sexenio que eliminó los pocos pasos que se dieron el sexenio pasado hacia una gobernanza más horizontal y de alta complejidad- tiene la desventaja de que es muy lenta para reaccionar con suficiente agilidad y eficiencia a los elementos aleatorios y a los cambios que llegan de manera inesperada.

Este es el caso de la contingencia derivada del coronavirus que está pidiendo reaccionar de manera ágil, rápida y flexible a una realidad nueva, desconocida, incierta y desconcertante a un sistema educativo que es más bien pesado, lento, rígido y vertical.

De manera que los directores escolares, supervisores y funcionarios del sistema educativo en el nivel básico y medio superior, y los directivos y coordinadores de programas académicos en el caso de las instituciones de educación superior tendrán necesariamente que cambiar su mentalidad y su forma de ejercer el liderazgo si quieren ser capaces de responder a los desafíos de estos nuevos tiempos.

El paso fundamental para este cambio consiste en pasar del control al acompañamiento y de la visión centralizadora a una visión policéntrica de la gestión institucional, que deberá basarse centralmente en la confianza en los profesores y estudiantes que son los actores centrales de los que depende ahora efectivamente el proceso educativo.

Este paso tendría que reflejarse en mecanismos flexibles, dinámicos y variados de comunicación de los directivos con el profesorado, los estudiantes y los padres de familia que garanticen que a pesar de la distancia se siga manteniendo la cohesión comunitaria y el enfoque hacia las metas formativas comunes que dan sentido a la existencia de las escuelas y universidades.

 Esta flexibilidad tendrá que expresarse también en un seguimiento curricular que respete la naturaleza de cada asignatura y el estilo de cada profesor para el trabajo no presencial con sus estudiantes que se sustenten en la motivación hacia la calidad, la confianza hacia las personas y su responsabilidad y la claridad y transparencia en la recopilación de evidencias de los avances de aprendizaje logrados.

En la dimensión estrictamente administrativa los directivos escolares y universitarios deberán expresar en formas creativas y eficaces su liderazgo para generar la solidaridad de los maestros, estudiantes y padres de familia con la supervivencia y desarrollo de la institución y al mismo tiempo expresar de manera tangible la solidaridad de la escuela y la universidad con la situación que cada estudiante y cada familia estén viviendo por la crisis.

En conclusión, si las instituciones educativas y sus directivos quieren ser parte de la solución y no parte del problema en esta situación de emergencia tendrán que regenerar la concepción y la vivencia de su tarea desde una visión de alta complejidad que se fundamente en la convicción de que como dice Morin: “La extrema centralización es de una fragilidad extrema” (p. 213).

Opinion para Interiores: 

Anteriores

Juan Martín López Calva

Doctor en Educación UAT. Tuvo estancias postdoctorales en Lonergan Institute de Boston College. Miembro de SNI, Consejo de Investigación Educativa, Red de Investigadores en Educación y Valores, y ALFE. Profesor-investigador de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP).