Políticos gay
- Elmer Ancona Dorantes
El próximo viernes 28 de junio se celebra el Día Internacional del Orgullo LGBTTTIQ y de la Diversidad Sexual, apropiado para que los integrantes de esa comunidad salgan a las calles (antes o después) a exigir sus derechos.
De hecho, lo hacen de manera festiva, colorida, un tanto carnavalesca, que a muchos gusta y a otros no, por las formas como se expresan los diferentes colectivos para exigir lo que les corresponde por derecho (desde la visión del positivismo).
Ya se ha dicho hasta el cansancio que todos los seres humanos son iguales en derechos y obligaciones y, por lo tanto, merecen que el Estado Mexicano se los garantice en todo momento, en todo lugar y bajo cualquier circunstancia.
Hay quien recomienda a estos colectivos evitar, en la medida de sus posibilidades, actos que a muchos grupos sociales parecen grotescos, ofensivos, ridículos o demasiado subidos de tono.
Esas acciones o estilos abonan poco o nada a su causa aunque, por supuesto, están en su derecho de hacerlo sin violentar el derecho de terceros. Lo ganado con mucho esfuerzo se cae de la noche a la mañana con suma facilidad.
Aunque poco tiene que ver el cristianismo con todo esto, por ser un asunto legal y cultural, como católicos estamos llamados a no atacar, dañar, ofender ni perseguir a quienes han elegido, por cultura y por derecho, la homosexualidad en cualquiera de sus variantes o diversidades.
Aquí la Iglesia Católica, como lo han hecho muchas de las denominaciones cristianas, tiene que seguir marcando su pensamiento, su doctrina, en cuanto a este polémico y controversial tema. No puede callar ni enmudecer; su obligación es marcar la pauta.
La Gente con Poder
Llama la atención que hombres y mujeres con preferencias sexuales diferentes, de los ámbitos político, empresarial y deportivo, por mencionar algunos, no se atrevan a manifestar, públicamente, su elección.
Puede ser una cuestión de estrategia profesional, por supuesto, con el fin de arropar “en lo oscurito” a más colaboradores y seguidores para obtener fines específicos. También para sentirse protegidos. No se sabe, pero intriga.
No obstante, lo que se percibe es que esos personajes públicos empoderados están llenos de pena, vergüenza y de miedo para expresar lo que realmente son y para hacer a un lado lo que aparentan ser.
Van caminando con temor por los pasillos de los gobiernos municipales, estatales y el federal, cuidándose de lo que dirán los demás; les importa más la percepción de los otros que sus propias creencias.
En los cubículos abiertos y transparentes, por ejemplo, se jactan de ser los hombres más viriles; hasta colocan la foto de su esposa e hijos para que todo el mundo las vea, pero a puerta en cerrada se destapan sin prejuicios.
La pregunta que salta y el ruido que genera es si una persona puede o debe expresar una heterosexualidad en público y una homosexualidad en privado ¿Hay realmente congruencia entre el pensar y el actuar, entre el ser y no ser?
¿Es válido, ético, moral, engañar a todos en público y engañarse a uno mismo en la soledad del cuarto? ¿No es enfermo y enfermizo para la persona? ¿No se daña a los seres amados y queridos con tantas apariencias?
Se sabe, más allá de la ideología partidista, que en privado o en lo oscurito se reúnen políticos gay de todas las tendencias y colores para armar estrategias, para diseñar proyectos, pero pensando en los beneficios de su propio círculo.
Pero la sociedad se pregunta qué de bueno o de malo representan esos proyectos para los municipios, estados o federación ¿Sus intereses políticos concuerdan con los intereses del país?
Si la comunidad LGBTTTIQ quiere mayor respeto por parte de la sociedad entera, tendría que estar actuando con mayor transparencia, sin caretas, sin simulaciones, porque eso únicamente da ideas para pensar mal.
En una de estas marchas del orgullo, cerca de Bellas Artes, se escuchó gritar a jóvenes mujeres “malditos bugas”, lo que generó incredulidad y temor entre la gente que no coincide con sus propósitos.
Estos son tiempos y días de más amor y menos odio; de colaboración y menos distanciamiento; de claridad y menos opacidad. Son tiempos de trabajar en común y para todos. Son tiempos de crear comunidades de hermandad y de apoyo. De no hacerlo así, de nada sirven tantas celebraciones y conmemoraciones.
@elmerando
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Periodista y analista político. Licenciado en Periodismo por la Carlos Septién y maestro en Gobierno y Políticas Públicas por el Instituto de Administración Pública (IAP) y maestrante en Ciencias Políticas por la UNAM. Catedrático. Ha escrito en diversos medios como Reforma, Milenio, Grupo Editorial Expansión y Radio Fórmula.