Migración, legalidad y derechos humanos

  • María Teresa Galicia Cordero
El migrante que se va y regresa no es la misma persona

El lunes pasado presenté con alumnos de todas las carreras de licenciatura en la Universidad de las Américas, Puebla, mi investigación sobre los saberes de los migrantes de retorno dentro de un curso en el que se tocan   temas vinculados a la   migración, derechos humanos, cultura de legalidad y tolerancia. 

Me sorprendió gratamente que en una universidad privada se realice este tipo de actividades, puesto que si bien hay alumnos que son hijos de migrantes, se considera necesario que todos deben de acercarse a las problemáticas sociales existentes. 

A los migrantes desde hace tiempo se les ha tomado como fuerza de trabajo y proveedores de remesas económicas para el país; de manera reciente se les vincula con los derechos humanos por las situaciones que enfrentan desde la salida de su comunidad, el cruce de la frontera, un destino incierto lleno de incertidumbre y precariedad y el retorno forzado o voluntario, según las experiencias de cada uno de ellos.

En la presentación a la que hago referencia, enlacé el tema de los migrantes de retorno con los temas relativos a su curso: los derechos humanos y la legalidad, presentes en algunas o en todas las experiencias vividas en la complejidad de su trayecto migratorio.

Un ejemplo de lo tratado, tiene que ver con ciertos personajes que aparecen en los relatos de los migrantes, especialmente en la salida, en el cruce y en la llegada al destino: el “coyote”, personas que les “ayudan” a llegar al otro lado a través de ciertas cantidades de dinero.

Lo que comenté con los alumnos es que llama la atención la poca atención que se les brinda a estos personajes, que están en las comunidades establecidos desde hace tiempo, al que cualquiera que quiere pasar como indocumentado a los Estados Unidos, sabe en dónde, cómo y cuándo contactarlo.

Lo mismo sucede en la frontera, en donde tienen redes de comunicación en todos los cruces fronterizos, si no pasan, por un lado, los mueven a otro hasta que pueden cruzar.

Cuando logran cruzar, los trasladan en los Estados Unidos generalmente en camionetas pick up para esperar el pago en casas de seguridad en donde todos hacinados, casi sin comida ni agua, esperan la comunicación con familiares o amigos para que paguen lo acordado y así armar los “paquetes”, para llevarlos en mejores condiciones a su lugar de destino.

En el caso de los migrantes centroamericanos casi ocurre lo mismo, pero ellos además del cruce en la frontera de los Estados Unidos, está su ingreso y cruce por todo el territorio mexicano, en donde también hay “coyotes” que les cobran para poder llevarlos de manera segura, según ellos, hasta los diferentes cruces fronterizos con los Estados Unidos.

No hay duda que esas personas están dentro de la ilegalidad y operan contra los derechos humanos de las personas porque los usan como mercancía, moneda de cambio, paquetes y demás. Ellos no se hacen responsables de la vida y la seguridad de los migrantes, cuando se dan cuenta del peligro los dejan a su merced, con las autoridades migratorias de los países, en el desierto, en las casas de seguridad, los entregan al crimen organizado etc.

¿Por qué entonces no los meten a la cárcel? ¿Por qué ellos pueden cobrar miles de pesos o hasta a veces dólares por el tránsito inhumano de personas? ¿Acaso las autoridades migratorias no saben de su existencia?

Ese pago del cruce a los “coyotes” implica para los que migran un pago que los puede dejar en la miseria, endeudados de por vida y sometidos a trabajos precarios en el destino de trabajo, porque de una u otra manera tienen que pagar, igual o peor que un banco con una tarjeta de crédito. Y a pesar de que están ligados al tránsito humano, casi nadie visibiliza esa situación que atraviesa la realidad migrante.

Aun así, desde la decisión de la salida en su lugar de origen, los migrantes se enfrentan a todo tipo de experiencias que generalmente los fortalecen, puesto que ponen en juego saberes que van construyendo a lo largo de su trayecto migratorio relacionados entre otras cosas, con su capacidad de resistencia y la adaptación a nuevas realidades sociales.

El migrante que se va y regresa no es la misma persona y tal y como hace la Universidad de las Américas Puebla, hay que acercarnos a sus saberes y experiencias para actuar en consecuencia.

 

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María Teresa Galicia Cordero

Doctora en Educación. Consultora internacional en proyectos formativos, investigadora social, formadora de docentes e impulsora permanente de procesos de construcción de ciudadanía con organizaciones sociales. Diseñadora y asesora de cursos, talleres y diplomados presenciales y en línea. Articulista en diferentes medios.