A Dios no le sirven

  • Elmer Ancona Dorantes
Mi condición de creyente me obliga a no estarle jodiendo la vida a mis semejantes.

Por Elmer Ancona

 

Yo no soy tan buen católico, tan buen cristiano como lo pide nuestra religión; eso lo he reconocido tanto en público como en privado; no obstante, mi condición de creyente me obliga a no estarle jodiendo la vida a mis semejantes.

La parte buena que podría reconocer en mí es que todos los días, desde temprana hora, rezo el Rosario a la Divina Misericordia, lo disfruto y se lo ofrezco a Dios Nuestro Señor pidiendo por los más necesitados. Incluyo a nuestros gobernantes (buenos o malos).

Es una forma de recordarme que, como cristiano, por amor y voluntad, pero también por obligación, debo ejercer las Obras de Misericordia que Nuestro Señor Jesucristo nos enseñó.

Sólo para recordar: Dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, visitar a los enfermos, dar posada al migrante, visitar a los presos, enterrar a los que fallecen, enseñar al que no sabe, dar consejo al que lo necesita, corregir al que se equivoca, perdonar al que nos ofende, consolar al triste, tener paciencia con el prójimo, rezar por vivos y muertos.

Difícil tarea para quienes nos decimos cristianos, para quienes supuestamente seguimos los pasos y las enseñanzas de quien consideramos el Hijo de Dios. Complicado pero no imposible.

Y toco este tema porque me sorprende, me avergüenza, me apena que miles de católicos-cristianos (no todos), principalmente los “líderes políticos” que militan en diversos partidos (y que se dan golpes de pecho todos los días en los templos), se alejen de sus principios y creencias, de su doctrina, para hacer fechorías o defenderlas.

A los católicos-cristianos se nos olvidan estas tres enseñanzas políticas que Nuestro Señor Jesucristo dejó plasmadas, perfecta y claramente en los Evangelios, de las cuales no podemos hacernos “pato” (o “ganso”).

Aparte de las Obras de Misericordia, hay mandatos específicamente políticos que, directa o indirectamente, tácita e implícitamente, el Verbo Encarnado pidió que cumplamos.

1) Cuando Poncio Pilato estuvo frente a Jesucristo, bastante maltratado por quienes se oponían al Evangelio, le dijo con tono soberbio: ¿Acaso no sabes que tengo poder para salvarte? A lo que Jesucristo respondió: “En verdad te digo que ese poder no lo tendrías si no se te hubiese dado de lo alto (desde el cielo).

2) Cuando los “auténticos” apóstoles de Jesucristo fueron a reclamarle, a advertirle que un hombre que “no es de los nuestros” estaba sacando demonios en su nombre, Jesucristo los reprendió: “Déjenlo en paz, no lo estorben”.

3) Cuando los fariseos ponen a prueba a Jesucristo y le tienden trampas para hacerlo caer, le preguntan a quién es más importante servir, a lo que el Hijo de Dios responde con moneda en mano: “Dad al César lo que es del César y dad a Dios lo que es de Dios”.

Si estas tres enseñanzas no han sido entendidas por quienes se dicen “líderes cristianos” o “dirigentes católicos”, mejor que renuncien a sus puestos como presidentes de partidos, legisladores o funcionarios públicos. A Dios no le sirven para nada.

El Caso López Obrador

Me sorprende ver cómo católicos-cristianos que militan en partidos de diferente signo ideológico (sobre todo los de “derecha”) no se cansan de agredir, maltratar, calumniar, deshonrar, ponerle trabas y trampas a quien por voluntad del pueblo (de una mayoría irrefutable) y por designio de Dios, fue electo Presidente de esta República.

Si el Primer Mandatario se propuso sacar a los demonios (en sentido figurado) del Alma de México ¿por qué los cristianos lo estorbando tanto? ¿Con quién estamos, con el Bien o con el Mal?

¿Realmente somos tan santos, tan perfectos, tan infalibles, tan irreprochables, como para restregarle en la cara a nuestro Presidente, todos los días, que es un tonto, un ridículo, un malhecho, cuando en otros sexenios hubo cosas aberrantes?

¿Realmente es torpe, absurdo, malintencionado, que el Presidente de la República invite a todos los mexicanos a fortalecer los valores culturales y espirituales, el bienestar material y el bienestar del alma”?

¿Es risible que el Primer Mandatario proponga a los mexicanos trabajar juntos para construir una República de Paz y de Amor para lograr un correcto sistema de valores y un buen comportamiento en la sociedad?

¿Quién de nosotros, como católicos-cristianos, puede arrojar la primera piedra y ver la paja en el ojo ajeno, sin antes entender que desde hace mucho tiempo, varios sexenios, hemos sido cómplices de tanta maldad engendrada en México?

Si como dice la Biblia en diversos pasajes Todo Poder viene de Dios ¿por qué no hacemos lo mínimo indispensable para respaldar a nuestras autoridades federales y dejamos de entorpecerlas?

Andrés Manuel López Obrador es un Presidente que no se ha declarado públicamente católico o cristiano –sólo se ha dicho creyente, sin especificar-, pero consta que se ha atrevido a decir mucho más cosas de valor doctrinal que otros que se dicen seguidores de Dios.

Recientemente, el Presidente dijo en público que si trabajamos por el bien de México y combatimos el mal que nos lastima, podríamos ir con mejor conciencia a nuestros templos a orar ¿Es una tontería? ¿Es una estupidez? ¿Quién puede refutarlo?

Eso sí, nuestros flamantes políticos católicos-cristianos, que beben y comen hasta morir, que malgastan y se corrompen hasta morir, que no mueven un solo dedo para mejorar al país, organizan a sus torpes huestes en las Redes Sociales para acabar con su principal enemigo: el Presidente de la República.

No digo que López Obrador esté haciendo todo bien; estoy convencido que muchas cosas está haciendo de forma equivocada (tanto en la forma como en el fondo), pero de eso a querer joder a la República por el simple hecho de joderlo a él, hay un abismo imperdonable.

Al Presidente de la República, como a cualquier otro político, hay que cuestionarlo, criticarlo, juzgarlo; eso nadie lo pone en duda; no obstante, hay que defender la investidura que tiene y que los propios mexicanos le otorgaron.

En primer lugar, como católicos-cristianos, debemos orar por él y por todo su gabinete; en segundo término debemos extenderle la mano y ofrecerle todos nuestros conocimientos y habilidades para apoyarlo en su gestión.

De manera personal, a través de las Redes Sociales y por todos los medios, hay que hacerle ver que muchas cosas –no todas- se están ejecutando de manera incorrecta. Hay que darle tiempo y hacerlo meditar.

Sólo cuando se atente contra la vida y la dignidad humana, de manera explícita, estamos obligados a confrontar sus decisiones, sin utilizar la vía violenta ni sangrienta.

La Doctrina Cristiana es de Paz, de Reconciliación, de Perdón, de Oración. Así lo dice Jesucristo y sus Evangelios; por más increíble que parezca, ese es el auténtico Cristianismo.

Los líderes y dirigentes católicos-cristianos están obligados, por todos los medios, a dar al César lo que es del César, a respetar la autoridad que emana de Dios, a no estorbar los Designios de Dios. Si no creen en eso, renuncien a su Cristianismo.

Reitero: no se trata de no juzgar, de no criticar, de no protestar. Se trata de que como Oposición las cosas se hagan bien, con toda la pasión, con toda el alma, con todas las fuerzas, pero por las vías adecuadas. Forma y Fondo. Debemos co-gobernar, no co-destruir, no co-joder.

Me canso ganso. O dicho de otra forma: Amén.

 

@elmerando

elmerancona@hotmail.com

Opinion para Interiores: 

Anteriores

Elmer Ancona Dorantes

Periodista y analista político. Licenciado en Periodismo por la Carlos Septién y Maestrante de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales UNAM. Catedrático. Escribe en diversos espacios de comunicación. Medios en los que ha colaborado: Reforma, Notimex, Milenio, Grupo Editorial Expansión y Radio Fórmula.