¿Y si no quiere ganar?

  • Mario De Marchis
AMLO y la facilidad de ser oposición. La experiencia del "¡cállate, chachalaca!" Ahora vs. Meade.

Como todos esperábamos, el virtual candidato del PRI a la Presidencia es José Antonio Meade, que fue recibido prácticamente con una red de elogios, por parte de casi todos, salvo por Andrés Manuel López Obrador que, regresando a su característico estilo, llenó de insultos al nuevo candidato del partido al poder, llamándolo “señoritingo”, títere, representante de la mafia del poder y pelele. El Deja vú fue inmediato: fui transportado al 2006, cuando el candidato de la izquierda nacional, que encabezaba todas las encuestas, se dirigió al presidente Vicente Fox, intimándole: “Cállate, Chachalaca”. La caída en las encuestas fue inmediata, terminando con la victoria del PAN, con la elección de Felipe Calderón a la presidencia de la república.

En aquel entonces escribí lo siguiente:

Andrés Manuel López Obrador: unos meses antes de la fecha del sufragio llegó́ virtualmente como el vencedor, con más de 10 puntos de ventaja sobre su más cercano competidor, hasta que apareció Hybris en su peor forma de soberbia y arrogancia, y gracias a una serie de errores del propio candidato, totalmente explicable por su seguridad de que ya nadie podía alcanzarlo, le hicieron perder las elecciones del 2 de julio. El éxito puede emborrachar como el alcohol, y ante la sensación de invencibilidad, el líder puede embarcarse en confrontaciones teóricamente asequibles, pero que en realidad significan graves derrotas.

La respuesta a la derrota es muy ilustrativa: la persona no puede explicar cómo perdió en un proceso que creía haber ganado. Y como la soberbia no permite reconocer los propios errores, porque no puede aceptar que los cometió, termina atribuyéndolos a factores externos, tales como lo hizo el candidato de la Coalición que atribuyó su derrota al “fraude cibernético” o al “fraude a la antigüita”, que son las únicas razones con las que quiso amortiguar el impacto de la realidad. Y reconocer que el fracaso era lo único que hubiera podido generar una experiencia que permitiera aprender de los errores; de manera que López Obrador pudo haber razonado de la siguiente forma: “Perdí por mi culpa, por causa de mi seguridad en que iba a ganar, lo cual me orilló a cometer una serie de excesos, en forma de amenazas y falta de respeto a las autoridades, que hicieron que la mayoría de las personas me percibieran como una ‘amenaza para el país’ y que me quitaran su voto”.

Creo que el análisis que hice fue correcto en aquel entonces, pero pienso que ahora, aun cuando el comportamiento es el mismo, las razones son diferentes. El líder de Morena creo que aprendió en estos prácticamente veinte años, que es mucho más cómodo, redituable, tanto en imagen como en dinero, actuar en la oposición y ser el candidato puro y honesto, que promueve la causa de los pobres, en contra del modelo de crecimiento liberal, que lleva a que tenga una gran popularidad entre la gente común. Es emblemático el caso de los “Cinque Stelle” en Italia, que hasta lograron encontrar que era un complot del gobierno, hacerle ganar las elecciones de las alcaldías de Roma y Torino, para hacerlos quedar mal en el gobierno se esas ciudades. Es evidente que es muy fácil estar constantemente criticando todo lo que el gobierno hace, estar siempre en la oposición, no teniendo los costos que lleva el proceso de gobernar, como fácilmente puede explicar la Merkel en Alemania, Rajoy en España y cualquier gobernante que tiene que tomar decisiones impopulares para mantener a flote el país. México no es la excepción: todo mundo recuerda el “gasolinazo”, que defendí en su tiempo, que costó a Peña Nieto varios puntos de popularidad, mientras que las diferentes reformas que proporcionaron y proporcionan grandes ganancias a nosotros consumidores, ya no se acuerdan. Pero no es despreciable lo que ganamos con la reforma en telecomunicaciones, simplemente al desaparecer las largas distancias en el país, y a los precios que bajaron rápidamente en los servicios de telefonía celular.

Y entonces surge la duda: ¿Y si el “Peje” no quiere ganar las elecciones del 2018? ¿Y si realmente se dio cuenta que no puede cumplir con las promesas y con los cambios, que sus electores esperarían, en caso de la victoria del “Mesías tabasqueño”? ¿Y si realmente evaluó lo fácil, popular, lo redituable que es criticar sin tener la responsabilidad de nada más criticar, proponiendo soluciones simplistas e impracticables, sabiendo y deseando de nunca sea puesto a la prueba, teniendo que implementarlas, en caso de victoria?

Y entonces, cuando percibe que es razonablemente probable poder aspirar a la victoria en los próximos comicios, el primero en sabotear esta posibilidad es él mismo, mostrando un comportamiento que hace que la mayoría del electorado, que es moderado y de clase media, tenga miedo a los extremos y a la intolerancia que muestra Andrés Manuel y, por lo tanto, busque una oferta más moderada, como es la del candidato oficial, José Antonio Meade o la que probablemente encabezará Ricardo Anaya.

Y así, prepárense para revivir la enésima puesta en escena de una tragedia ya conocida y convertida ya en opereta: el “mesías” entrará triunfante a las urnas para salir derrotado; clamará al martirio provocado por el “PRIAN” en su contra y gritará al fraude.

¡Esperemos sólo que no resucite para las elecciones del 2024!

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Mario De Marchis

Ingeniero Químico de la UAEM, con maestría en computación del ITESM, Campus Morelos. Posteriormente cursó un Doctorado en Administración en el Programa del ITESM, Campus Ciudad de México y la Universidad de Texas en Austin.

Es profesor del ITESM, desde 1985.

Ha recibido en varias ocasiones la distinción de profesor mejor evaluado en el Campus Morelos, Ciudad de México, Monterrey y Santa Fe y en la Universidad Pontificia Bolivariana en Medellín, Colombia.

Es fundador del Campus Santa Fe, donde fungió como director de la División de Negocios y Posgrado.

Ha sido consultor en diferentes Instituciones, tanto públicas como privadas, tales como  IMTA, GFT, la ONU-Méx, Línea Bancomer, Confitalia, Canacintra, Coparmex, Inophos e Infonavit, entre otras.

Es autor del libro “Yo, el Director” de Editorial Océano y fue reconocido por la revista “America Economía” como el segundo mejor libro de gerencia en español del 2010 y primero en Latinoámerica.

Actualmente es profesor de tiempo completo del Departamento de Administración de Empresas en la Universidad de las Américas Puebla (UDLAP).