A un mes

  • Alejandra Fonseca
Un diálogo entre amigas sobre el devastador sismo del 19 de septiembre.

A un mes del sismo de 7.1 grados que afectó Ciudad de México, Morelos, Puebla, Guerrero y Tlaxcala, muchas personas tenemos secuelas de ese movimiento telúrico. En lo personal es el que más me ha impactado. En plática con dos amigas, surgió esta conversación:

--Todavía siento que se me mueve el piso, dijo Mónica.

--Yo todavía me siento mareada, respondí.

--A mí me agarró en el coche, entonces siento que se me mueve todo, sobre todo cuando voy manejando, comentó Marcela.

--Pero a ver: ¿cuál es la diferencia  en que sientas que se te mueve todo, como les pasa a ustedes dos, a que sientas que tú te mueves, como me pasa a mi?, pregunté.

--Esa pregunta se la hice a un amigo mío neurólogo y me explicó que son dos cosas distintas cuando  sientes que tú te mueves que cuando sientes que todo se te mueve, reveló Marcela.

--¿Cuál es la diferencia?, cuestioné.

--A ver: Cuando tú estás parada y se te mueve todo, como te pasa a ti, Ale, entonces es mareo, vértigo o algún problema de presión arterial. Es decir, el mareo te viene por algún desajuste físico. Y la otra, cuando sientes que eres tú la que te mueves, entonces es desequilibrio y viene por cansancio, estrés, y eso es psicológico, o porque tienes alguna presión en vértebra o contractura muscular, como me pasa a mí, expresó Marcela.

--Yo tuve vértigo desde el día del temblor pero dos días después no pude ni levantarme, sentía que caía aun acostada, todo me daba vueltas y no pude ni ponerme de pie, ¡mucho menos caminar! El doctor dijo que tenía desajustado el oído interno. Me recetó reposo y  medicamento hasta que se me quitara, ¿pero cómo saber cuándo se quitaba si seguía tomando medicina? A la semana dejé la medicina y opté por un remedio menos convencional: en una cobija en el suelo, me acosté con mis manos en la cabeza apretando los brazos para protegerla, mientras dos amigos tomaron las puntas de la cobija, la levantaron conmigo en medio me rodaron rápidamente de un lado a otro el mayor número de veces que aguantara. ¡Mágico! Se me quitó el vértigo, pero se me quedó la sensación de mareo, añadí.

--Pues al menos tú tienes diagnóstico; yo siento que se me mueve el piso, y basta con que alguien se recargue en una mesa para que me entre pánico y quiera salir corriendo, aseveró Mónica.

--Pues esa es la chingadera de la experiencia que vivimos hace un mes… No nos reponemos, ni nosotros, ni mucho menos quienes perdieron todo.

alefonse@hotmail.com 

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Alejandra Fonseca
Psicóloga, filósofa y luchadora social, egresada de la UDLAP y BUAP. Colaboradora en varias administraciones en el ayuntamiento de Puebla en causas sociales. Autora del espacio Entre panes