La cofradía del patrón

  • Alejandra Fonseca
Escudriño sus labios para ver si detecto alguna cicatriz, seña de la mordida de una menor de edad

Para ‘X’ con incondicionalidad

Cada vez que observo detenidamente al patrón, ha de pensar que qué le veo. No sabe que escudriño sus labios para ver si detecto alguna cicatriz, seña de la mordida que le dio con fuerza la casi menor de edad de la que quiso abusar.

Me atrapo a mí misma examinando y adivinando: ‘¿labio de arriba o de abajo?’ Me pregunto: ‘¿importa?’ Sí y no; sí porque las cicatrices son rastros; y no porque han pasado años. Ahondo: ‘¿la recordará?’, y mientras miro cómo el patrón se muerde el labio inferior, continúo: ‘¿le resonará que mi mirada tiene que ver con presagiar una de las tantas ocasiones que se emborrachaba, acosaba e intentaba violar a jovencitas a las que les daba harto de beber?’

Él y sus dos jefes formaban una cofradía: a ellas les prometían trabajo seguro; les pedían acompañarlos de gira artística como parte de su experiencia laboral so pretexto de supervisar eventos: semana tras semana, mes tras mes, año tras año en la camioneta de la empresa; y mientras, entre ellos tres, se guardaban secretos inenarrables, se protegían lo indecible y, se premiaban.

No sé si el patrón violó a alguna muchacha; tampoco sé si sus jefes lo hicieron; no sé si él recordará quién lo mordió, pero ¡qué importa si nadie dijo nada entonces, y ahora, ¡nadie te cree y dicen que fue tu culpa!

Hace tiempo conocí a algunos padrotes, -incluso Aurelio Fernández y yo les debemos a ustedes una entrevista que le realizamos a uno de ellos ¡que no tiene desperdicio!-; en 25 años traté a por lo menos a nueve mil mujeres, hombres y mujeres trans de toda la república, dedicadas al trabajo sexual; yo defendía sus derechos humanos ante tanta explotación y violencia a su alrededor.

Aclaro: en esas circunstancias conocí padrotes, pero éstos no son padrotes; tampoco son clientes; son depredadores sin escrúpulos que no necesitan la noche para desvalijar; engendros de acosador que fría y calculadamente abusan de jovencitas para advertir su artificial grandeza y acomplejado poder que, con insensibilidad e infinitos excesos, rumian: “¡úsese y deséchese!” Son los grandes señores patriarcas de poder y dinero apócrifos, que creen tener el derecho inalienable de engañar y abusar física, emocional y sexualmente de niñas, que les llegan casi, casi, caídas del cielo.

Esto es lo que el patrón y su cofradía han hecho desde hace años con decenas de jóvenes, organizando bacanales y aun, filmándolas. Si el patrón logró o no violar a alguna de ellas, sé que, por lo menos, lo intentó con una; y por muy borracho que estuviese, no podría haberla olvidado tan fácil.

Por eso busco la herida en sus labios, porque, aunque hayan pasado los años, hubo sangre y quedaron cicatrices como prueba de que el pasado está ahí, aunque él, ahora, no precise que, habría en ella, algún rasgo, que se me parece.

 

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Alejandra Fonseca
Psicóloga, filósofa y luchadora social, egresada de la UDLAP y BUAP. Colaboradora en varias administraciones en el ayuntamiento de Puebla en causas sociales. Autora del espacio Entre panes