Papá, mamá, médico, profesor y cura

  • José Alarcón Hernández
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“Sin maestro, no hay educación”.

“Sin vocación, no hay maestro”.

El título de estas notas, de entrada, parece excluir al actor o víctima del acoso escolar: los educandos.

El acoso escolar es un fenómeno complejo que se ha generalizado en las últimas décadas del siglo pasado y del presente.

El hecho es que unas son las víctimas y otros los victimarios.

El clima creado por este fenómeno es verdaderamente grave porque, entre otras cosas ha producido ya defunciones.

Tal vez el antecedente de este fenómeno pudiera ser la conducta escenificada por Caín y Abel.

De cualquier manera, aún cuando hay muchos casos en la historia de los pueblos, el acoso victimario ha sido frecuente, ya sea por razones de obtención del poder o por algunas otras causas, como evitar que un chamaco sea el heredero.

El fenómeno ocupa ahora nuestra preocupación, especialmente en el ámbito escolar.

El presidente Enrique Peña Nieto, hace unos días, comprometió su palabra para la atención de este mal hasta reducirlo y exterminarlo.

Nadie podrá negar que el fenómeno tiene causas endógenas y exógenas; esto es, hacia el interior del ámbito familiar o comunitario hasta el hábitat en el que  transcurre la vida de los seres humanos, especialmente de los escolares.

La primera causa de la desadaptación conductual de los que agreden, parece ser el entorno estrictamente familiar.

Papá y mamá son actores de la buena conducta o de las actitudes negativas de sus propios hijos.

En estos tiempos de modernidad, el bebé ya no recibe el cuidado cercano de mamá y de papá, porque ambos tienen que ausentarse de la casa para llevar alimento a la misma.

Los psicólogos infantiles han estudiado causas conductuales en ese fenómeno por la falta de estímulo hacia el bebé o el niño.

Es verdad que las abuelitas o las tías atienden a muchos de ellos, pero eso no parece sustituir el cuidado que los papás deben a su pequeño heredero.

En las últimas décadas ha proliferado la costumbre de llevarlos a las guarderías. Como es de imaginar “el amor” ofrecido o proporcionado a estos niños no es el mismo que le dispensaría los propios padres.

El trabajo de papá y de mamá impiden el cuidado que, hasta hace décadas proporcionaron a sus pequeños.

La vida moderna ha destruido la relación familiar, afectiva y de respeto.

Si me apuran digo que el modelo económico social y la propia globalización es una causal del acoso escolar, que tiene su génesis en el ámbito familiar y su primera manifestación en la escuela.

Como sea, ese es un asunto de capital importancia para que en el hábitat escolar pueda ser combatido y a su vez eliminado.

Papá y mamá son actores centrales que deberán contribuir a disminuir ese fenómeno.

En el título he mencionado al médico, esto es, el pediatra y antes la intervención del ginéco obstetra, son en estos tiempos actores centrales para la conformación conductual física, fisiológica, psicológica de los educandos, sin desconocer que múltiples agentes exógenos, ahora destruyen lo poco que ellos podrían construir.

Alguien me dirá que hace mucho tiempo ese fenómeno existía por excepción y no intervenían estos especialistas, lo cual es cierto.

De cualquier forma, el fenómeno ahí esta; la deficiencia en la intervención cotidiana de papá y mamá o de sus sustitutos, abuela, abuelo, tía, tío, nana, o el personal de las guarderías, no parecen ser los únicos causantes.

Los pequeños crecen y van a la escuela sin la atención del servicio  pediátrico, a veces por descuido, pero frecuentemente por la escasez de ingresos familiares.

¿Cómo resolver esto? Hay desempleo, ingresos bajos, enfermedades, contrariedades, violencia y ausencia de las figuras materno-paternales.

Los profesores con vocación, en general, son actores que ayudan a evitar ese mal de este siglo pero también hay casos en los que sin la posesión de la vocación los casos de acoso escolar pasan inadvertidos y entonces originan lo que ya estamos viviendo.

Los maestros, muchos, también son padres de familia y caen en las conductas de papá y mamá que ya hemos descrito.

Esta otra causal repetitiva también contribuye al estado de gravedad en que nos encontramos.

Los curas o los pastores, hace tiempo influían en la buena conducta de las figuras paternales, lo cual se transmitía a sus hijos, que tenían el carácter  de educandos.

La posmodernidad, con todos sus agentes, prácticamente ha nulificado la influencia doctrinal y conductual de los curas en las familias.

Así, curas y pastores, de hecho han pasado a ser un cero a la izquierda en el comportamiento colectivo.

El fenómeno, centro de nuestras reflexiones, como hemos afirmado es complejo, complicado y conflictivo.

Los medios de comunicación: radio, televisión, cine y las redes sociales, en gran medida, han aportado, tal vez, sin quererlo, a que crezca el fenómeno.

Este panorama parece no tener remedio, por supuesto que debe tenerlo porque de lo contrario la humanidad estaría originando su propio aniquilamiento, que aunado al deterioro ecológico el desastre sería mayúsculo.

Para abatir ese hecho la tarea es gigantesca, con gran optimismo, mediante la coordinación de esfuerzos será posible sobre vivir ante lo que hoy parece el inicio de una nueva calamidad.

Es fundamental conocer con precisión la etiología del fenómeno para resolver el acoso.

Mis correos:

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José Alarcón Hernández

Lic. en economía, con mención honorífica. Diputado Local dos veces y diputado federal dos ocasiones. Subsecretario de Educación Superior de la Entidad y Subsecretario de gobernación del Estado. Autor de 8 libros publicados por la Editorial Porrúa. Delegado de la SEP Federal en el Estado. Actualmente Presidente del Colegio de Puebla. A.C.