Más de doscientos años atrás

  • Fidencio Aguilar Víquez

No sabemos si la historia se repite, si es cíclica, y si lo es, cada qué tiempo se cierra un ciclo y se abre otro; tampoco sabemos si, por el contrario, tiene un curso irrepetible, indefinido, indeterminado y que marcha, empero, hacia estadios mejores. O bien, una mezcla de ambas dinámicas.

A veces parece que, en efecto, la historia se repite: mismas circunstancias, mismos elementos, mismas acciones y casi mismos personajes: comedia o tragedia, o tragicomedia. De cualquier modo, siempre la historia nos muestra lo que ha ocurrido, cómo  y por qué. Al político, además de ser zorro y león al mismo tiempo, Maquiavelo le recomienda conocer historia, repasarla, analizarla y tenerla presente.

Por otra parte, también a veces parece que la historia es irrepetible, que siempre hay novedad, ingenio, creación y fases por delante. La Ilustración del siglo XVIII, el positivismo del XIX y el comunismo del XX pensaron y propusieron que, ahora sí, desde la razón, la ciencia y la revolución, todo estaría mejor, que cada paso supondría ese curso hacia estadios superiores. En suma, que todo sería progreso.

Como se sabe, y la crítica del pensamiento filosófico de diversos cuños lo ha mostrado bastante, esas teorías terminaron en un rotundo fracaso en términos de humanidad. El siglo XX mostró que la razón, la ciencia y la revolución sometidos como instrumentos del poder no hicieron otra cosa que denigrar a los seres humanos: dos guerras mundiales, el holocausto y sus secuelas, el exterminio y la exclusión.

En el famoso libro Dialéctica de la Ilustración, Max Horkheimer y Theodor W. Adorno han mostrado detenidamente ese fracaso de una filosofía que ponía delante el progreso como una premisa fundamental de un humanismo que terminó siendo inhumano: el poder omnímodo, es decir, someter la humanidad y su dignidad a la voluntad del poderoso.

Horkheimer y Adorno se propusieron en ese libro aparecido en 1944 comprender “por qué la humanidad, en lugar de entrar en un estadio verdaderamente humano, se hunde en un nuevo género de ** barbarie” (Horkheimer / Adorno, 2009: 51).

Progreso, desarrollo, razón, ciencia, conocimiento, en suma, terminaron siendo sometidos al poder y deshumanizando la vida social, política y cultural. El resultado puede verse, en efecto, en todas las secuelas de una filosofía y de una política que pusieron al borde del colapso la existencia humana misma en el planeta. ¿Por qué?

Todas las filosofías posteriores, nihilistas, existencialistas, vitalistas, estructuralistas y demás comenzaron, entonces, a proponer otros senderos, más abiertos, más plurales, menos dogmáticos, más relajados y dieron pauta a eso que se denomina posmodernidad: la premisa es la pluralidad de mundos, de lenguajes y de sujetos. Y el modo de convivir en ese mundo plural es, precisamente, la democracia.

Todo lo anterior es porque, en la toma de protesta del nuevo alcalde de la capital, tanto el discurso como el slogan estuvieron sostenidos por la premisa del progreso, como si fuera la panacea del siglo XXI, cuando en realidad lo fue del siglo XVIII.

Las nuevas filosofías, en vez de centrar sus planteamientos en nociones como progreso, o razón, las han encauzado hacia las de dignidad humana, derechos, pluralidad, tolerancia, respeto del planeta y desarrollo sustentable. No hacerlo así, significaría retroceder más de doscientos años, cosa que contradice la noción misma de progreso, porque en vez de progresar se estaría retrocediendo.

Referencia bibliográfica:

Horkheimer, Max / Adorno, Theodor W. (2009): Dialektik der Aufklärung. Philosophische Fragmente, Social Studies Association, New York, 1944; S. Fischer Verlag GMBH, Frankfurt am Main, 1969 [versión castellana: Dialéctica de la Ilustración. Fragmentos filosóficos, introd. y trad. Juan José Sánchez, Trotta, Madrid, 1ª. Ed. 1994; 9ª. Ed., 303pp.].

Opinion para Interiores: 

Anteriores

Fidencio Aguilar Víquez

Es Doctor en Filosofía por la Universidad Panamericana. Autor de numerosos artículos especializados y periodísticos, así como de varios libros. Actualmente colabora en el Centro de Investigación Social Avanzada (CISAV).