Involución

  • Ricardo Ruiz Rodríguez
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Desconozco si sólo sea mi impresión alentada por mi incipiente misantropía, pero al menos desde mi perspectiva, la sociedad y el quehacer humano presentan una tendencia involutiva progresiva y crónica en distintos aspectos de la vida como lo son la música, las relaciones, el respeto, las leyes y la educación entre otros.

La música es un tipo de expresión exclusivamente humana, de hecho ésta junto con el lenguaje y la ciencia, es lo que nos distingue de las bestias. Si bien es cierto que en principio cualquier tipo de expresión es válida y respetable, también es cierto que es posible determinar la calidad de la expresión musical por ejemplo, en base a su complejidad, armonía, sonidos, instrumentos, acordes, y todos los aspectos directamente involucrados con ella.

Tengo claro que los gustos obedecen indudablemente, pero no necesariamente, a aspectos generacionales. Los que crecimos escuchando música en los 80's y 90's del siglo XX, tenemos una tendencia a favorecer ese tipo de ritmos y patrones musicales y por consiguiente, a marcar una preferencia de éstos sobre los ritmos actuales.

Con todo, es de reconocer que independientemente de lo anterior, la música barroca por ejemplo por no mencionar toda la gama de música clásica o culta que abarca más estilos es por mucho, más elaborada y compleja si se me permite la comparación, que las de las décadas anteriormente mencionadas.

Actualmente se tienen ritmos (no me atrevería a llamarlos música ya que la definición de música es mucho más amplia que la que estos ritmos consideran) como reggaetón, pop barato y comercial, y sus “bailes” asociados como el “perreo” y “el choque” entre otros que, si bien es cierto que son modernos y probablemente incomprensibles por un adulto con otras costumbres, experiencias y tendencias como yo, también es cierto que reflejan el ámbito social y cultural de sus representantes y de la juventud que los sigue y escucha.

La mayoría de los ritmos modernos pueden generarse con una caja electrónica de ritmos relativamente simple, o con un software de computadora (libre o propietario) sin la necesidad de tener estudios musicales, saber leer alguna nota musical o ser un genio; basta tener ritmo y saber qué es lo que podría resultar comercial (vendible) para las masas. A ésto se reduce la mayoría de la música moderna.

Desde mi muy (probablemente) obtusa y humilde opinión, este tipo de música al que hice referencia en el párrafo anterior es un reflejo claro y conciso de lo que escribí al inicio del texto: una involución progresiva y crónica de uno de los aspectos de la expresión humana.

Por otro lado, las relaciones y el respeto entre las personas son actualmente deleznables. La gente es cada vez más agresiva, impertinente y poco educada por no mencionar lo servicial. Se ha perdido el respeto a los padres, a los mayores, a los profesores. Se ha perdido en general el respeto a nuestros semejantes. Ya no se inculcan valores, se amplían los derechos sin dar a conocer las obligaciones subyacentes, se fomenta el caos.

Con toda seguridad tanto Ud., como un servidor, se ha encontrado con personas que, por mencionar un ejemplo, estornudan sin taparse la boca ni la nariz, haciendo un escándalo irritante y para colmo, sin la cortesía de responder a un “salud”, mostrando con ello que carecen de la educación más elemental, así como del conocimiento de los principios fundamentales de respeto y convivencia.

Ejemplos como el anterior abundan, pero aún es más patético el encontrar personas con una supuesta educación como secretarias, jefes, colegas, “profesionistas”, etc., que no saben pedir las cosas por favor, sino que su interlocución se reduce a ladrar sus expresiones de solicitud.

Como académico, veo con profunda tristeza que cada generación, particularmente de diez años a la fecha, vaya en un deterioro gradual considerable y al parecer irreversible, de aptitudes, actitudes y disposición hacia el aprendizaje.

No se necesita ser un genio para comprender que para que una instrucción o educación sea efectiva, es indispensable que las dos entidades directamente involucradas (el profesor y el estudiante) estén comprometidas, con la finalidad de generar una sinergia conveniente.

Se puede tener un excelente profesor, pero si no hay un estudiante que tenga la disposición de aprender y ser instruido, la consecuencia lógica e inminente será el fracaso del proceso enseñanza-aprendizaje. Así mismo, se puede tener una excelente disposición para aprender y aprehender, pero si el profesor es nefasto en su preparación e instrucción, la consecuencia también será el fracaso de dicho proceso.

Lo importante es asimilar que en el proceso de enseñanza-aprendizaje, los principales actores involucrados (profesor y estudiante) deben estar comprometidos a realizar de la mejor manera posible sus funciones y responsabilidades.

Lamentablemente los gobiernos y toda la jerarquía subyugada y cretina que se desprende de ellos se ocupan de lo menos importante, de lo que debería ser una consecuencia y no un fin, están tan ocupados en los números, los datos, las estadísticas, que no reflexionan en el fondo, en el meollo del problema: no basta con decir que hay más personas con posgrado, con una licenciatura, o con cierto nivel de educación, sino que se debería procurar la calidad en la instrucción y la educación. Lo otro son sólo papeles, cifras, política vacua, demagogia repugnante.

Hablar de calidad en la educación definitivamente no es trivial. Sin embargo, es fácil deducir que la sustitución de profesores exigentes por “barcos”, el ajuste de planes de estudio a conveniencia del estudiante más que a la conveniencia de su formación, la ampliación sin mesura y análisis de las opciones de titulación, el incremento en las oportunidades para aprobar, la falsificación de calificaciones y actas, la graduación de estudiantes incompetentes a costa de lo que sea, etcétera, etcétera, no es calidad. No se puede instruir a quien no quiere, el conocimiento no puede ser introducido con embudo o transmitido por ósmosis, debe existir disposición y hambre de él.

¿Terminaremos graduando ingenieros o licenciados por revisarles sus libretas de apuntes o sus fotografías? (Actualmente ya no se toman notas ni apuntes, se sacan fotos con el celular.)

En el fondo de todo esto está la sobrepoblación, somos tantos y el pastel es cada vez más pequeño que la consecuencia obvia son rebanadas cada vez más delgadas, semitransparentes. Cada vez se pone menos atención a los hijos y se delega por completo la responsabilidad de la educación a las escuelas, cada vez hay más analfabetas funcionales, con título, pero que rebuznan en lugar de hablar. Las personas han dejado de ser personas para convertirse en números, la integridad, la ética y el valor de la palabra son cualidades en peligro de extinción ¿En qué medida realizamos nuestra aportación? ¿En un grano de arena, en una carretilla o de plano por camionada?

¿Hacia dónde vamos? ¿Dónde estamos ahora? (Where are we now? Parafraseando una de las canciones más introspectivas, melancólicas y conmovedoras que he escuchado en mucho tiempo, y que sólo el maestro David Bowie podía hacer.)

Quiero aprovechar para agradecer al lector el favor de su atención y tiempo, al mismo tiempo, quiero desearle no sólo este año sino siempre, unas excelentes y placenteras fiestas navideñas. Que tenga Ud. un excelente año 2014.

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Ricardo Ruiz Rodríguez

Ricardo Ruiz Rodríguez nació en la ciudad de Puebla, Pue., México. Actualmente y desde el año 2002, es profesor investigador adscrito al Instituto de Computación en la Universidad Tecnológica de la Mixteca (UTM), en Huajuapan de León, Oaxaca, México, y cuenta con más de quince años de experiencia como docente, y tiene en su haber un libro, y diferentes artículos y publicaciones.

Entre sus intereses actuales se encuentran los métodos de enseñanza de las ciencias de la computación, la música, y la música por computadora, pero se ha desarrollado académicamente en áreas como la Ingeniería de Software, la Interacción Humano-Computadora, y el Paradigma Orientado a Objetos.