Una experiencia editorial

  • Ricardo Ruiz Rodríguez

Siempre hay una primera vez, y aunque en otras áreas podría ser diferente (la mía es la de computación), a manera de catarsis, describiré al lector mi breve historia, no del tiempo, sino de mi experiencia editorial al publicar mi primer libro.

            Después de varios años de pensarlo, planearlo y por fin decidirme a escribirlo y darle forma, una vez que terminé de escribir el libro, el siguiente paso fue registrarlo (un proceso de cinco semanas aproximadamente) ante el instituto nacional del derecho de autor (indautor) y, en el inter, buscar alguna posible editorial para su publicación.

            Contacté y elegí a tres editoriales ad hoc con el perfil de mi publicación: Pearson, Mc Graw Hill y Alfaomega (el orden de elección no fue aleatorio, sino que obedecía a mis preferencias). Las tres editoriales tenían un enfoque similar para enviar lo que denominan “propuesta de publicación”. Sin entrar en muchos detalles, en dicha propuesta se proporcionan algunos datos del autor (curriculum vitae) y de la obra, tales como una descripción la misma, resaltar por qué se considera a la propuesta como innovadora, temática, mencionar si existe o no material de apoyo para el lector, etc. Adicionalmente, la propuesta de publicación debe incluir también, un análisis comparativo de la obra propuesta con obras similares existentes en el mercado, y en algunos casos, una proyección de ventas estimadas.

            De la editorial Alfaomega, una vez que cumplí con todos los requisitos y puntos descritos en su portal de Internet, nunca recibí ningún tipo de respuesta. Todo sucedió, como si no existiera.

            En Mc Graw Hill, estuve en contacto con el editor Pablo Roig Vázquez, quien se mostró interesado en la propuesta planteada y en la obra, pero lamentablemente, dejó de responder a mis correos electrónicos. En el último correo de Pablo, me solicitó el número de registro ante el indautor; se lo proporcioné, le insistí un par de veces más, y eso fue todo.

            Cabe mencionar aquí que en ninguna de las tres editoriales hay un número telefónico de contacto inicial, y que todo el proceso de propuesta se realiza, en base a las indicaciones y especificaciones que proporcionan en sus respectivos portales de Internet.

            Con la editorial Pearson Latinoamericana, la dinámica fue un poco mejor, pero finalmente trágica. Inicialmente contacté con la editora Marisa de Anta, quien me canalizó con Luis Cruz “quien es el editor encargado de las publicaciones del área de Computación” (sic). Es con Luis Cruz con quien me entero de que es preciso firmar una carta de primera intención (ignoraba por completo el proceso a seguir), para que en caso de que se decida publicar la obra y el autor hubiera estado “coqueteado” con otras editoriales (como es de esperarse), ellos aseguren los derechos de edición. También me informó de un periodo de 90 días para someter la obra en propuesta de publicación a revisión, y que dicha revisión la realizarían profesores designados por ellos, en distintas universidades.

            Siguiendo las indicaciones, remití a Pearson todos los datos solicitados, incluyendo mi obra, y durante un periodo de más de tres meses estuve en un estado límbico, sin saber si mi obra era o no, desde su punto de vista, factible de publicación. Cabe mencionar además que nunca recibí, y en consecuencia, nunca firmé, la carta de primera opción ¿En qué posición me deja esto como autor (aparte de frustrado) con mi obra terminada?

            Mi opción fue entonces buscar alguna otra editorial que me permitiera publicar mi libro, y que pudiera darle una distribución que a mí, por mis propios medios, me resultaría prácticamente imposible de realizar. Mi obra salió finalmente publicada, después de un proceso de aproximadamente un mes, con El Cid Editor, y es distribuida digital o electrónicamente por e-Libro.

            Y porque a veces la vida así es, justo al cumplir casi cuatro meses de enviar toda la información a la editorial Pearson, ocurre la tragedia, ya que recibo una llamada telefónica de Luis Cruz informándome acerca de la revisión en general favorable de mi libro, y de su interés en su publicación para su catálogo 2014.

            Faltaría a la verdad si no expresara que estoy satisfecho con el servicio y la atención que he recibido por parte de quienes tienen mi obra disponible para su distribución, y que el concepto de tragedia lo utilizo únicamente, debido a la desesperanza generada por el periodo de incertidumbre, y a que indiscutiblemente me hubiera gustado mucho que mi libro saliera publicado en Pearson (de lo contrario, nunca los habría considerado obviamente).

            La publicación de una obra en un formato tradicional impreso, sigue teniendo mucho impacto entre las personas (me incluyo), ya que hay quienes preferimos, quizá por nostalgia o por costumbre, tener en nuestras manos un conjunto de hojas relacionadas y empastadas en forma de libro. Aunque también es cierto, que una obra digital proporciona muchas ventajas respecto del formato tradicional, como lo son, las híper referencias o las capacidades de búsqueda, por mencionar sólo algunas.

            Considero que eventual y gradualmente, la transición de libro físico a digital será más común y convencional de lo que es actualmente, y que probablemente, la perspectiva que aún tenemos algunos respecto al libro tradicional cambie; aunque por otro lado, dudo que llegue a hacerse una sustitución completa.

            En éste sentido, el surgimiento del CD por ejemplo, vino a sustituir a los discos de acetato y a las cintas de audio; sin embargo, algunas compañías han optado por editar acetatos como ediciones especiales a un precio significativamente considerable respecto de los CD. Actualmente el panorama de los discos resulta, al menos para los nostálgicos, un tanto aterrador, ya que las tiendas de CD y los mismos CD están tendiendo a desaparecer, ya que están siendo sustituidos por descargas digitales (archivos). Lo más probable es que con los libros suceda algo parecido.

            Por último quiero comentar, que me resultó sumamente decepcionante que la editorial Pearson Latinoamericana, por conducto de Luis Cruz haya quedado muy formal de avisarme, “a la brevedad posible” (sic), si aún con la publicación de mi obra en formato digital por parte de otra editorial, sería posible o no considerar a mi libro como parte de su catálogo de publicaciones 2014. Para colmo, hice del conocimiento de la editora general, Marisa de Anta, de todo lo anterior y más, con una cronología y detalle de eventos sin que hasta la fecha (a casi dos meses), haya recibido, ni para bien ni para mal, ni como un acto de cortesía y educación fundamental, algún tipo de notificación.

            ¿Debería seguir esperando?

Ricardo Ruiz Rodríguez

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Ricardo Ruiz Rodríguez

Ricardo Ruiz Rodríguez nació en la ciudad de Puebla, Pue., México. Actualmente y desde el año 2002, es profesor investigador adscrito al Instituto de Computación en la Universidad Tecnológica de la Mixteca (UTM), en Huajuapan de León, Oaxaca, México, y cuenta con más de quince años de experiencia como docente, y tiene en su haber un libro, y diferentes artículos y publicaciones.

Entre sus intereses actuales se encuentran los métodos de enseñanza de las ciencias de la computación, la música, y la música por computadora, pero se ha desarrollado académicamente en áreas como la Ingeniería de Software, la Interacción Humano-Computadora, y el Paradigma Orientado a Objetos.