La necesidad de una verdadera revolución

  • Ricardo Ruiz Rodríguez

La supuesta revolución de la primera década del siglo pasado, no es otra cosa más que una entretenida, y quizá hasta interesante anécdota que muchos conocimos inicialmente en los libros de texto gratuitos de formación básica. Recuerdo que, aunque la historia no me gustaba mucho, había relatos que describían los acontecimientos de la revolución como verdaderas historias de héroes, las cuales gestaban, al menos en mi mente en formación, una atmósfera de ideales y logros por los cuales valía la pena luchar, entregarse, arriesgar la vida, etc., en pro de una vida mejor, sobre todo para los menos favorecidos.

Lamentablemente el panorama actual, ahora que soy adulto, es probablemente más indignante que el de aquella época ¿Por qué? Porque aunque se supone que el nivel de alfabetización es más alto (lo cual implica, al menos en principio, que el número de personas que sabe leer y escribir es mayor), se ha recibido una educación mediocre, comprobable en documentos (certificados, títulos, cédulas, números), pero carente de fondo y sustento, por lo que aunque los índices digan una cosa, la realidad es otra.

Si no es así, resulta muy difícil de explicar de otra forma, por qué la clase media, que es a la que principalmente me refiero, y suponiendo que ésta exista, sigue a la espera de una especie de redentor político que solucione todos sus problemas y deficiencias; pero todavía más, cómo es posible que ante una injusticia a todas luces expresada y dada a conocer en forma de supuesta reforma hacendaria, nadie haga absolutamente nada de fondo, y no se trata de salir a las calles y fastidiarnos más la vida al estilo de la sumamente devaluada Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, la cual forma parte, en su mayoría, de la peste y podredumbre que tiene al país en tales condiciones paupérrimas respecto a la educación, sino a una acción que se deje claro que ya no se está dispuesto a que sólo seamos unos cuantos los que sigamos cargando al país, mientras que los ricos son más ricos, y los pobres más pobres.

La reforma hacendaria beneficia como siempre a los ricos, con todo y que se pretenda vender la idea, a través de comerciales de televisión muy bien realizados por cierto, de que la reforma es justa: ¿Qué pasa con la clase política, a la que de un tiempo para acá todo el mundo quiere acceder? ¿Se deberá ello a los jugosos sueldos y prestaciones, sin mencionar los embustes y privilegios obscuros de los que se puede echar mano sin tener que dar cuentas y en consecuencia, sin que haya repercusiones, lo que atrae tanto, más que la vocación de servicio inherente al servicio público? ¿Por qué no se bajan ellos el sueldo al nivel de un burócrata promedio, en función de sus capacidades y de nivel de estudios, y además pagan impuestos como se debería, y limitan sus prestaciones y bonos? ¿Por qué no son ellos usuarios de los servicios públicos como los de salud por ejemplo? ¿Qué estupidez es esa de diputados plurinominales que nadie elige, pero que devengan un sueldo y heredan curules como los “maestros” heredan plazas y que se pretende ya no suceda más con la reforma educativa? Candil de la calle, obscuridad de tu casa reza un sabio refrán. Aquí podría extenderme por páginas pero lo considero innecesario, espero haber expuesto en lo general mi punto.

Para colmo de males, ahora la presidencia de la república anuncia un posible (es casi un hecho) recorte al presupuesto federal destinado a los estados debido a los desastres naturales. No se necesitan grandes conocimientos de economía para saber que la prevención es, en general, mejor que la corrección. Es lamentable que muchas familias estén sufriendo las secuelas de los embates de la naturaleza, la cual está descontrolándose debido, entre otras cosas, a que no hemos sabido integrarnos en una sana convivencia con ella, y destruimos y consumimos todo a nuestro paso, y sólo nos acordamos de ello, ante éste tipo de situaciones tan lamentables. Si las autoridades hicieran su trabajo como deben, y no se permitiera la edificación de viviendas en las cuencas y laderas de ríos y zonas de peligro, se disminuiría de manera considerable tan lamentables hechos, pero estamos en México y somos mexicanos, y nuestro país es el país de no pasa nada. En éste mismo sentido, y sin poner el dedo en la llaga, la población también lleva su parte de culpa, la labor es conjunta, no todo es responsabilidad del gobierno, ya que una cosa es que las autoridades permitan la construcción de viviendas, y otra que haya gente que construya sus casas en cuencas y laderas. El sentido común dicta que esto último es ilógico, pero tristemente también es cierto, que el sentido común es el menos común de los sentidos.

¿Por qué se permite que a empresas como Bimbo, Waltmart, Soriana, Oxxos, televisa, tvazteca, etcétera, etcétera se les deduzca y reintegren cantidades ofensivamente millonarias de impuestos? Una posible acción en éste sentido sería de dejar de consumir productos derivados de todas estas empresas, pero en muchos casos resultaría imposible y aunque se pudiera, también sería insuficiente. Adicionalmente, deberíamos dejar de pagar impuestos, como forma de protesta apoteósica de decir !Ya basta! Y si todo eso no funciona ¿Quienes estarían dispuestos a formar parte de una lucha armada, de una verdadera revolución que transforme de fondo, y de una vez por todas, la situación económica y política de nuestro país a costa de su propia vida? Y no se trata de demagogia, de tal suerte que muchos se sumen de manera moral y doctrinal, sino que se trata de una postura sumamente analítica, de fondo y, sobre todo, de compromiso, para que no al primer balazo los ideales salgan corriendo a toda velocidad, seguidos por nosotros mismos.

Con todo, considero que no hay una solución definitiva y absoluta, ya que siempre existirá el riesgo latente de volver a caer dentro de lo mismo que se corrigió, incurriendo en un círculo vicioso de corrupción, ensimismamiento, megalomanía y delirio de grandeza y poder inherentes a nuestra especie, en una suerte de ciclo sin fin de nefastez, autocompasión y autodestrucción. Aun así, vale la pena intentarlo, para que al menos algunas generaciones estén mejor y, ¿por qué no?, apelar un poco a la esperanza, a la utopía de que nuestra especie cambie algún día.

Yo estoy dispuesto ¿Y usted?

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Ricardo Ruiz Rodríguez

Ricardo Ruiz Rodríguez nació en la ciudad de Puebla, Pue., México. Actualmente y desde el año 2002, es profesor investigador adscrito al Instituto de Computación en la Universidad Tecnológica de la Mixteca (UTM), en Huajuapan de León, Oaxaca, México, y cuenta con más de quince años de experiencia como docente, y tiene en su haber un libro, y diferentes artículos y publicaciones.

Entre sus intereses actuales se encuentran los métodos de enseñanza de las ciencias de la computación, la música, y la música por computadora, pero se ha desarrollado académicamente en áreas como la Ingeniería de Software, la Interacción Humano-Computadora, y el Paradigma Orientado a Objetos.