Como el epazote

  • Alejandra Fonseca
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Podría llamarse nostalgia. Pero siempre agradezco que alguien me recuerde ©lo que vale la pena.© Quienes tenemos con qué comparar, ya que venimos del siglo pasado cuando las cosas se sopesaban de manera distinta, recordamos cómo es que eran diferentes. Y recordamos…

Tengo una amiga campesina muy querida. Es una mujer mayor a quien frecuento cada semana, de ser posible, cuando voy a un pueblo cercano a Puebla capital. Su manera sencilla de vivir, me revitaliza y me recuerda que la alegría de vivir viene con la paz interior. Siempre que podemos, salimos juntas a caminar al campo, cuando se da tiempo, ya que atiende a su familia desde muy temprano.

El fin de semana pasado salí al amanecer a con mis tres perros cuando la encontré en la puerta de su casa. “Vamos a caminar, --le dije--, por ahí checamos sus cultivos.” Aceptó gustosa y tomamos camino.

La plática siempre se da ligera con ella. Todo se nombra, todo tiene una idea atada. Es de las personas más queridas del lugar y se lleva bien con todos. Cada uno que pasa la salude con cariño. No hay quien la conozca y pueda decir algo negativo de ella. Su secreto es que, como bien dice entre risas, a modo de chanza: “No me meto en lo que no le importa”. Y añade a modo de enseñanza: “Y no hablo de nadie. No es bueno hablar, siempre necesitamos ©del otro.© Y si hablamos mal de alguien, ¿con qué cara le pedimos un favor cuando se nos ofrece?”.

Cada escenario es objeto de una observación, de un consejo, de una enseñanza o de una broma. Y es muy ocurrente, cosa que me fascina y le festejo.

Después de la caminada, me invitó a desayunar, cosa que acepté gustosa. Fui a meter a mis perros al patio y entré a su cocina. Todos en casa dormían. Puso a hervir frijoles, “están recién hechos y ©nuevos,”© como ella los llama. “Son de los míos,de los que yo cultivo. Les puse epazote, están buenos. Pruébelos. El epazote lo compré, lo lavé bien, bien y lo puse a secar. Después lo guardé en eta bolsa de plástico y ahí está para lo que se ofrezca.”

Ella tiene jardín y ahí cultiva tanto flores como frutos. También tiene yerbas de olor, por lo que me extrañó que comprara epazote cuando en alguna ocasión me compartió del que cultiva. “¿Y por qué no le puso del epazote que tiene usted en el jardín?, pregunté. Ocurrente, como es, respondió: “Es que ya no tengo. Se aburrió y se fue. Así como las personas se van cuando se aburren.”

  alefonse@hotmail.com

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Alejandra Fonseca
Psicóloga, filósofa y luchadora social, egresada de la UDLAP y BUAP. Colaboradora en varias administraciones en el ayuntamiento de Puebla en causas sociales. Autora del espacio Entre panes