Quién traiciona a quién: ¿el PRI a sus militantes o éstos al PRI?

  • Alejandro C. Manjarrez


Estos son mis principios y,

si no les gustan, tengo otros.

Groucho Marx

Después de darle vueltas a mi propia pregunta, encontré que los llamados traidores no lo fueron tanto. Unos, los digamos que tránsfugas, huyeron de su partido cuando les cayó el veinte y comprendieron que su futuro estaba ligado a las decisiones autoritarias de la cúpula nacional. Es el caso de Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, por iniciar las menciones con dos pioneros de la desbandada que formó la Corriente Crítica primero, después el Frente Democrático Nacional, y finalmente el Partido de la Revolución Democrática.

En esa época fue cuando empezó a desgranarse la mazorca. Miguel de la Madrid había abierto el portón del PRI para sacar a patadas a sus llamémosle adversarios ideológicos, puerta que meses después cerró Carlos Salinas de Gortari con la intención de impedir el retorno de los críticos e iniciar la etapa más sangrienta de la historia de ese partido –no  sé si a propósito o accidentalmente–: Luis Donaldo Colosio, el candidato presidencial: asesinado; Francisco Ruiz Massieu, líder virtual de la Cámara de Diputados: ejecutado; y el cardenal Juan José Posadas Ocampo: muerto por haber decidido revelar los nombres de los políticos asociados con el crimen organizado.

Germinó así la semilla de la discordia interna auspiciada por las ambiciones de poder y dinero. Y el gobierno mexicano adoptó la que podríamos llamar:

Directriz harvariana

En la política moderna el fondo es la forma. Lo comprueba la actitud de los que dejaron de ser priistas dándole la vuelta a la propuesta de su ideólogo Jesús Reyes Heroles. Independientemente de lo malo o bueno de tantos recules y traiciones (el lector tendrá una mejor opinión), semejante actitud confirmó que Plutarco Elías Calles no andaba tan errado en eso de que el PRM (antecedente del PNR y del PRI) sería la escuela de la democracia mexicana, sui generis por cierto. Y lo fue porque de sus entrañas salieron los políticos que crearon y/o fortalecieron a los diferentes membretes políticos; a saber: el ya mencionado Partido de la Revolución Democrática y los partidos Nueva Alianza, Movimiento Ciudadano (antes Convergencia), Verde Ecologista de México y del Trabajo.

Manuel Bartlett, Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Manuel Camacho Solís, Marcelo Ebrard, Andrés Manuel López Obrador, Elba Esther Gordillo Morales, Jorge González Torres, Dante Delgado Rannauro y Alberto Anaya Gutiérrez, mamaron de la revolucionaria ubre del tricolor, el último de ellos a través del efecto nodriza patentado por los hermanos Salinas de Gortari.

El ejemplo, bueno o malo, cundió para llegar a Puebla, el estado más priista del país hasta que Mario Marín Torres se apropió de la franquicia aprovechándose de la ausencia del presidencialismo que durante setenta años mantuvo unido al PRI.

La ubre abandonada

El preciosismo hizo suya la política digamos que institucional. Hermanos, cuñados, compadres y cómplices del entonces gobernador, se repartieron la vida pública de la entidad, fenómeno éste en contra de los militantes que durante años confiaron en el PRI. Uno de ellos, el principal, Rafael Moreno Valle Rosas. Otros: Eukid Castañón, Omar Plancarte, Enoé González Cabrera, Víctor Hugo Islas, Raúl Castillo y un largo etcétera aromatizado con el perfume o tufo del PRI. De vivir, don Jesús Reyes Heroles hubiese elevado su protesta contra sus ex correligionarios reclamándoles por haberle dado en la madre a su filosofía, esencia que –como quedó apuntado– cambió de orden el fondo y la forma.

Ignoro qué diablos ocurrió en la cabeza de los tránsfugas, idealistas o traidores (usted dirá) que he mencionado. De lo que estoy seguro es que Moreno Valle fue una de las víctimas de Mario Marín Torres. Esto porque además del desprestigio que produjo el caso Lydia Cacho, hubo otro motivo que es válido recordar; a saber:

Mario había pactado con Rafael la candidatura al Senado a cambio de que el segundo dejara de aspirar a la postulación que finalmente favoreció al mixteco. Meses después, el taimado Marín tuvo a bien traicionarlo y, por ende, menospreciarlo e incluso burlarse de él. Prefirió a su compadre Mario Montero Serrano, que el cumplir con su palabra de “priista” de pura cepa.

Lo peor de aquella actitud fue que el PRI de entonces acabó con la esperanza de muchos priistas. Esto debido a que ese partido dejó de reconocer el trabajo y los derechos de su militancia. Y no sólo eso: antes de concluir, el gobierno a cargo de Marín abandonó a su burocracia dejándola sin protección laboral, priistas que lo fueron durante décadas. (Felipe Calderón hizo lo contrario: una de sus últimas decisiones presidenciales fue para proteger a los panistas dotándoles de la patente que se llama “servicio civil de carrera”).

Borrón y cuenta nueva

El peor golpe existencial para los priistas definidos como tales, ocurrió cuando los dirigentes de su partido (por cierto de la camada salinista) decidieron dar el cambiazo quitándole a los estatutos lo que estorbaría en los futuros planes del nuevo gobierno. Prescindieron así del compromiso ideológico valiéndose de los argumentos que tres décadas antes habían inspirado la crítica de los “tránsfugas”, así como la creación de otros partidos de izquierda, moderada o radical. Como lo apunta el epígrafe del cómico Groucho Marx: se modificaron los principios para dar gusto “a quién sabe quién”. La intención: recuperar para acrecentar el pragmatismo impuesto por Salinas, autor del “capitalismo de cuates” y ejecutor del proyecto económico estadounidense.

¿Qué va a pasar?

Como en los 80 y 90 del siglo pasado, la izquierda mexicana tendrá su repunte definitivo; crecerá el grupo de millonarios aztecas referidos por la revista Forbes, y aumentará el segmento de los pobres cuyo trabajo beneficia a los grandes empresarios, compañías y holdings que producen los consumibles y bienes fabricados y diseñados para la gran demanda del numeroso grupo de jodidos.

Y lo más importante: el concepto de traición será exclusivo de los partidos que adoptaron el modelo del Tío Sam.

Ojalá me equivoque.

acmanjarrez@hotmail.com

@replicaalex

 

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Alejandro C. Manjarrez

Escritor y periodista. Autor de la columna Réplica y contrarréplica. Colaboró en la revista Impacto y en el periódico Excélsior. Fue articulista de Notimex. Fundador de la Revista Réplica.