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Made in China: artículos importados desplazan ropa tradicional mexicana

  • Mariana Velázquez
Cada 15 de septiembre, los mexicanos visten trajes típicos y prendas artesanales, sin embargo, la producción local compite contra los bajos costos de la ropa de origen asiático
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“Si una familia tiene tres hijos, prefieren comprar tres blusas chinas de 100 pesos, que una artesanal de 300 pesos, aunque a la primera lavada se rompan y se arrepienten porque deben volver a hacer el gasto”, explica José, un comerciante del mercado de artesanías “El Parián”, ubicado en el Centro Histórico de Puebla.

De acuerdo con él y otros locatarios, cada año la víspera de las Fiestas Patrias los comerciantes, productores y artesanos locales provenientes de municipios como Chilac, Tlatlauquitepec, Tehuacán, Huilacapixtla y Tlaola, compiten contra los precios de la ropa importada desde China.

Tan solo en Puebla, un traje típico original de China Poblana puede costar hasta 12 mil pesos, incluyendo falda, blusa, fajillas, aretes y rebozo, mientras que un vestido chino puede valer cerca de 300 pesos y una blusa hasta 100 pesos. Ante esto, los consumidores deben evaluar sus opciones, considerando el costo, la calidad y las veces que usarán dicha prenda.

“A veces, por la temporada uno se va por lo más barato, ropa ‘para un rato’, pero hay que tomar importancia a nuestra cultura mexicana y darles el valor a los artesanos. Tal vez se perciba ‘caro’, pero son dos meses de trabajo de muchas personas involucradas en una prenda”, explica Diego, otro vendedor preocupado por la baja de ventas respecto a los artículos hechos en serie.

Costo contra calidad

Además de los costos, los fabricantes mexicanos se ven aventajados por el ritmo de producción extranjero. Ya que, mientras una blusa puede ser elaborada en serie en cuestión de minutos con maquinaria china, una falda bordada a mano puede tardar hasta dos meses en ser bordada lentejuela por lentejuela y puntada tras puntada.

Encima, los costos de producción local aumentan para los vendedores nacionales, pues cada año los insumos y los gastos incrementan para toda la cadena de confección, en tanto que las fábricas orientales reducen la calidad de sus materiales para conservar los bajos precios. Pese a esto, algunos comerciantes prefieren absorber la diferencia para que los compradores aún puedan gozar de prendas confeccionadas por manos mexicanas. “Preferimos vender a espantar a la gente y se vaya con los chinos.” señala José.

Negocios familiares

Pero, ¿cuál es la importancia de consumir prendas locales? Con cada venta de una pieza artesanal, además de apoyar al vendedor, varios negocios familiares reciben un sustento a partir de las ganancias. “También ayudamos a los artesanos de diferentes comunidades a que tengan un incentivo económico. No solo somos nosotros, es una cadena de artesanos y productores que se esfuerzan mucho en hacer estas artesanías”, expresó Diego.

Pese al panorama, los artesanos se mantienen firmes e insisten cada año innovando en siluetas y conservando la calidad. “Sí hay competencia, pero el mexicano aprende y se da cuenta de la diferencia entre algo hecho a mano”, reflexiona optimista Amairani, quien trabaja en el negocio familiar junto a sus primos.

Lo hecho en México está bien hecho

Y aunque las necesidades de cada familia son diferentes según su contexto, los vendedores mexicanos confían en que sus productos convencerán a los compradores de apoyar a la producción nacional gracias a la excelencia de los textiles, la historia cultural, la durabilidad y la originalidad en los diseños.

Incluso, todos los vendedores señalaron que una forma de diferenciar la ropa china de la confeccionada por manos mexicanas, además del precio, es fijándose en el bordado y los acabados. “El bordado mexicano, ya sea a mano o en pedal, es imperfecto y mientras que el de China es perfecto, la puntada es más tupida, más ‘bonita’, pero la calidad es muy inferior”. (MV)

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