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En la Monumental “El Pana”: Cuando falta el toro, falta todo
El pasado domingo en la Monumental “El Pana” de Apizaco se lidió un encierro de La Soledad carente de trapío, que echó por la borda las ilusiones de los aficionados. Anunciaron a tres jóvenes, tres toreros importantes que no conmovieron a los aficionados. Se trata de Leo Valadez, Diego San Román e Isaac Fonseca.
Mariano González Zarur, propietario de La Soledad, no cumplió como un ganadero comprometido con la tauromaquia. El primero de la tarde era cornicorto, pero con apariencia de toro. Alguien decía que el sexto también pasaba, aunque estuviera cariavacado, tenía cornamenta; total, démosle el título de toro. Pero los otros cuatro eran unos novillos y de ésos, el segundo de la tarde fue una auténtica vergüenza, una insignificante lagartija, un burel que le hace daño a la fiesta.
Ni los jueces de plaza, toreros, ganaderos ni los empresarios, quieren poner fin a los engaños, sólo el público, con sus protestas harían el milagro que la fiesta cambiara, pero los aficionados no quieren defender sus derechos, no saben que podrían pelear, dar la batalla.
Cuando salió el segundo de la tarde la gente lo pitó. Paulatinamente fue terminando el disgusto; el juez lo aprobó y no iba a regresarlo. Si no bajan de tono las protestas, el matador se hubiera sentido incómodo, a disgusto, por la ira y frustración del público. Pero ya no son así las broncas, ahora son efímeras.
Imagínese, el insignificante animalito, San Román lo brindó al público. En otra época se hubiera tomado como una burla. Ahora, los asistentes lejos de rechazarlo, lo aplaudieron. Brindarle al público un toro protestado por falta de trapío, era impensable. Vivimos otros tiempos.
Los diestros pincharon lo que impidió premios, sólo Fonseca cortó una oreja. De otra forma hubiera sido una corrida triunfalista, aunque en la forma en que se maneja nuestra fiesta, se hubiera promocionado como una “gran corrida triunfal”. Nos encanta darnos coba.
De los toreros hay poco que decir. Por principio, ellos son culpables, por lo menos cómplices de la pobre presencia del ganado. Entiendo que cuando los contratan es difícil negarse a lidiar ciertas corridas, corren el riesgo de ser castigados por el sistema, prefirieron decir ¡acepto!
Es un secreto a voces que quienes manejan la fiesta están inmersos en el 99 por ciento de los festejos importantes que se efectúan en este país. Algunas veces venden el paquete de toros y toreros, en otras son más flexibles, pero todos los carteles deben tener su bendición, quise decir aprobación.
Otra cuestión lamentable fue la poca asistencia a la plaza, apenas un tercio de un aforo de siete mil personas. El cartel era atractivo por donde se le viera, aun así, la gente no asistió. Quizá las redes sociales no son suficientes, será que los precios de los boletos fueron muy altos. Algo hay que hacer.
Deben “echarle coco”, generar interés en el público, estrategias sin trampas para llevarlos a las localidades y, sobre todo, cumplir lo que se ofrece.
El juez concedió arrastre lento, a dos cornúpetas, puntadas pa’ quedar bien. De lo que hicieron los toreros, Valadez simplemente cumplió, San Román poniéndose cerca y Fonseca es un león, incapaz de dar un paso atrás.
Podría decirle más pero no tiene caso, la verdad es que cuando falta el toro, falta todo.(AD)