- Deportes
Ni el viento echó por la borda una gran corrida en la México
Sensacional tarde vivimos el pasado domingo en la Plaza México. El cartel prometía y cumplió con creces. Los toros de Pozohondo no fueron un dechado de bravura, “traían sus gatos en la barriga”; era evidente que había riesgo. Ese peligro que genera emoción y enfrente estuvieron tres toreros que se plantaron enfrente, ninguno de ellos se achicó, por el contrario, tres interpretaciones sólidas de tauromaquia impartidas por José Mauricio, Emilio de Justo y Diego San Román. Ni siquiera el molesto viento pudo echar por la borda la buena tarde.
Había incertidumbre por el trapío del encierro a lidiarse. La empresa de La México integrada por los señores Bailleres y Sordo, ha mostrando falta de categoría, se tira la puntada de esconder imágenes de los toros a lidiarse y como circularon en internet unas lagartijas de Pozohondo lidiado un día antes en la ciudad de León, se pensaba que repetiría color en México.
El lote de Diego San Román estaba en la rayita. No se trata de ser más papista que el papa, pero no hablamos de “tingüindín”, se trata de la catedral del toreo. Los otros cuatro bien presentado; inclusive, el cuarto impactó por su trapío, fue ovacionado en cuanto salió de toriles.
Prácticamente está desaparecido la suerte de varas. Los nueve picadores que parten plaza cada semana en La México, salen a pasear montados a caballo, apenitas si pican a los toros, sólo aplican vacunas. Sin embargo, el domingo sí hubo suerte de varas. Destacó el puyazo al tercero de Omar Morales y una magnífica vara de Erick Morales al cuarto. Algo curioso fue el puyazo trasero al abreplaza, el morito casi no sangró.
Los premios que concede el juez de plaza, nada tiene que ver con lo que sucede en el albero.
José Mauricio ha tenido una gran tarde. Su interpretación del toreo tiende a lo artístico, agregue usted un valor sereno, sin aspavientos, algo que no todo mundo percibe, “porque no lo vende”. Con el segundo del lote se la jugó de verdad, sin cuentos, poniéndose ahí, cruzándose, el toro lo veía, terminaba el muletazo y volteaba inmediatamente buscándole las espinillas, José Mauricio tranquilo, tanto que, a mi entender, no todo mundo captó que se la jugó. No hubo petición de oreja, el juez es un matador de toros, podría entregarla, aunque casi nadie la pidiera.
A su primero le cortó una oreja, además del buen toreo de capote con la pañosa destacaron dos o tres tandas naturales extraordinarios.
Emilio de Justo brindó justo lo que esperábamos de él. Practica el toreo rondeño, dirían los cronistas de tiempos idos, su interpretación es recia, mandona, sin florituras; el buen gusto y la ortodoxia en todo su esplendor. Al de la confirmación lo toreó muy bien a la verónica, a su segundo lo bregó toreramente. Con su segundo logró muletazos buenos; mi amigo Alfredo le gritaba: “distancia, distancia”. Tal vez tenía razón porque de Justo rectificaba pa´l siguiente pase, la faena bajó un poco de intensidad. Lástima que a los dos los haya pinchado, salió al tercio en ambos. La ovación que le dieron en su primero fue intensa, respetuosa, como un reconocimiento a lo buen torero y magnífica lidia que realizó.
Así, como no queriendo, Diego San Román “se llevó el gato al agua”. Cortó dos peludas, una por toro, y obvio, salió en hombros. A su primero, no tenía forma de ligarle, entonces el torero se puso como cebo para arrancarle los pases de uno en uno, entiendo que no a todo mundo le gusta esa forma de torear. De que se la jugó, no hay duda. Sufrió dos achuchones sin consecuencias. Fue mal visto que al final arrojara la muleta, esos detalles que tanto ovacionan en plazas sin importancia, en La México no gustan.
El cierra plaza fue el que mejor metió la cabeza del hato de Pozohondo, San Román logró buenas tandas, le gusta ajustarse y eso provoca que el público se emocione. Terminó con un pinchazo hondo que le restó espectacularidad a su faena.
Total, se llenó la mitad del numerado, nadie se aburrió, todo mundo permaneció atento de lo que sucedía en el ruedo, fue una magnífica tarde de domingo, los que “chamullan” caló, dirían que fue una tarde “chipen”. (AD)