- Sociedad
La Lobera, los ojos de la pobreza que vieron por primera vez a Rosario y Rafael
La Lobera, municipio de San Antonio Cañada.- Aquí la pobreza no es sólo una gráfica en una encuesta; aquí la desesperanza se huele, se palpa como única forma de vida. La carestía extrema se anda todos los días en sus calles de tierra, en sus casas de láminas y mal apilados tabiques; en el abandono de sus escuelas, una primaria y un preescolar que cerró porque “no había suficientes niños”.
Esta comunidad, que tiene alrededor de 160 habitantes, presenció este sábado una inédita verbena que la alejó de la conciencia constante de su miseria: por primera vez desde que lo es, el gobernador del estado, Rafael Moreno Valle Rosas visitó esta localidad –aunque ya lo había hecho en 3 ocasiones al municipio–, pero además lo hizo Rosario Robles Berlanga, la secretaria de Desarrollo Social (Sedesol) del gobierno de Enrique Peña Nieto.
Los lugareños se amanecieron con el ir y venir de los extensionistas de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) que los han visitado desde hace casi un año, para instalar huertos familiares, y con las prisas de los promotores de la Sedesol, que preparaban también la llegada de los funcionarios.
Antes de la llegada de los protagonistas, algunos funcionarios, quienes inundaron de camionetas la población, preguntaron con insistencia sobre “dónde hay un Oxxo o algo así, para comprar un café”. Pero en la Lobera no existe siquiera un estanquillo y hay al menos 15 kilómetros de camino de obra hasta la siguiente carretera.
No obstante, más tarde algunos lugareños emprendedores se animan y vendieron fruta y pulque a los asistentes al acto que quintuplicaron a los alrededor de 160 personas que aquí viven.
La emoción por las aeronaves
Mientras en la explanada de la inspectoría se prepara el templete en donde se darán reconocimientos y discursos, en las casas de dos vertientes de la familia Lezama –abuelos y el hijo con su esposa y los suyos– se dan los últimos preparativos, para la recepción que se dará a Rosario Robles Berlanga y su comitiva. Son las familias pioneras y más adelantadas en la producción e sus huertos familiares y la instalación de pisos, techos y muros firmes, así como beneficiaria con estufa ecológica.
Se han improvisado dos helipuertos. Uno, detrás de la inspectoría en donde tendrá lugar el acto y el otro precisamente a unos metros al frente de la lomita en donde habitan esas dos de las 48 familias de La Lobera.
Las risas y las carreras de los niños se escuchan al unísono cuando aparece en el aire el helicóptero Puma que trae a la funcionaria federal, a la que ya espera desde hace 25 minutos el gobernador, quien arribó con mayor puntualidad, alrededor de las 11:00 horas.
La aeronave del gobierno federal levanta una enorme polvareda y no es que a los organizadores del acto, que controlan por completo los funcionarios de la Sedesol, se les haya olvidado mojar la tierra para evitarlo, no, lo que pasa es que aquí en la Lobera tampoco hay agua. Una vez a la semana se bombea desde un manantial cercano hacia las casas, casi todas colocadas sobre lomas, y ahí quien puede la almacena.
Los rostros de Rosario y Rafael
Del helipuerto, un convoy de camionetas traslada a los funcionarios hacia las casas de los Lezama. Al bajar del vehículo, el gobernador y la secretaria tienen que ser presentados a los pobladores de la primera casa que visitan. Los extensionistas de la Sagarpa y los promotores de la Sedesol tienen que indicarles que se trata de Rafael Moreno Valle Rosas y de Rosario Robles Berlanga, lo que los habitantes de esta inspectoría sabrían, si es que en algunas de las alrededor de 40 casas hubiera televisor.
Aquí no hay televisores, ni computadoras. La electricidad sirve sólo para el bombeo del agua y para los focos con que se alumbran en la noche.
El tiempo lo rigen en este poblado de la Sierra Negra el sol que aparece cada día y la tarde que oculta la luz. Las caras de Rosario y Rafael son como la de cualquier otro nuevo conocido para los habitantes de esta inspectoría.
Uno de los asistentes del gobernador advierte que Moreno Valle Rosas “no quiere fotos”, pero la solicitud no es atendida por los equipos de comunicación de las dependencias y el único par de reporteros presentes.
Luego, Moreno Valle Rosas parece cómodo, se le ve sonriente, en medio de la tierra, los huertos y las casas de madera, lo que hace presumir que la “orden” de no tomar fotografías fue una licencia a mutuo propio del empleado del gobierno estatal, quien más tarde también comienza a levantar gráficas con su celular. El control en esta parte de la gira de Robles, de cualquier manera, lo tiene por completo Sedesol.
Sin preescolar en la comunidad
Comienzan el recorrido por las obras de mejora a las viviendas, que explica a los convidados el delegado de la Sedesol en Puebla, Juan Manuel Vega Rayer; la descripción de las camas intensivas de los huertos familiares con riego por goteo está a cargo del delegado de Sagarpa, Alberto Jiménez Merino.
Rosario Robles escucha atenta y parece disfrutar los logros. Moreno Valle Rosas también lo hace. Llegan entonces a la cocina de Paulina, esposa de Bonifacio Lezama, en una construcción de madera con techo de lámina, en donde les presume con orgullo el fogón que le entregó hace unos meses la Sedesol.
Rosario Robles le pregunta por las dos pequeñas que juguetean alrededor de ellos desde su llegada. Dos niñas, una de casi tres años y otra de cinco.
-En qué año van tus niñas –dice la funcionaria de Peña Nieto.
-Iban al preescolar, pero cerraron por falta de niños –responde Paulina y le gana la emoción. Le ruedan unas lágrimas.
Ataja la conversación Moreno Valle Rosas: “pero tienen la primaria”.
La titular de Sedesol abraza a Paulina para consolarla y voltea a ver a coordinador de delegados, Pedro de León Mojarro, a quien le propone que los voluntarios de la dependencia pueden ir a enseñarles a leer y a escribir.
“Se vienen unos chavos aquí un mes y les enseñan a leer y a escribir a estos niños y se van, ¿no, gobernador?”, dice a la vez que mira ahora a Moreno Valle Rosas. “¿Pero sí tienen la primaria, en el municipio?”, interroga a Paulina el mandatario poblano.
Ella reitera que efectivamente hay primaria y secundaria, pero cerró el preescolar, a lo que la secunda Robles Berlanga: “pero ella dice que para entrar a la primaria la niña ya no tuvo el preescolar…”
Rafael Moreno Valle Rosas le pide que no se preocupe, que su niña no necesita el preescolar para ingresar a la educación primaria, y ofrece también que “de todos modos si necesitan una ayuda especial, ahí podemos ponerles un maestro que le dé asesoría”.
El habitante de Casa Puebla voltea para ver si esto lo ha escuchado alguno de sus asistentes, para darle la indicación, pero nadie está cerca por lo reducido del tamaño de la cocina de la familia. Rosario reitera que también hay la posibilidad de ayudarla desde Sedesol.
Moreno Valle insiste: “tenemos el programa de alfabetización”. Rosario le toma la palabra: “pues esa mejor”.
Antes, en conversación con e-consulta, el padre de las pequeñas, Bonifacio relató que el preescolar indígena “Joaquín Paredes Colín” cerró hace unos cuatro meses, pues sólo había 10 niños y se precisaban 15. Dijo que algunos padres no envían a sus pequeños y que además no hubo a poyo para la maestra que sí quería seguir dando clases.
Los indicadores y lo que no cuenta
Como anillo al dedo, el tema de la educación le permite al gobernador Moreno Valle Rosas abundar sobre sus logros en alfabetización y otros, y también aprovecha para hacerle notar a la funcionaria del gobierno de Peña Nieto, que “esos no te los toman en cuenta en los indicadores”, esos que sitúan a Puebla, prácticamente desde la llegada de su administración, en la tercera entidad con más pobres en el país.
“Vamos en primer lugar en alfabetización… estoy trabajándolo con la UNAM y la BUAP y no te lo cuentan, no cuentan para el rezago… Ahorita lo platicaré contigo, voy a tener que reenfocar los recursos, porque le he metido un dineral para estar en primer lugar nacional, pero eso no cuenta”, dice con un dejo de amargura sobre los indicadores del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), que han calificado a Puebla como el tercer en lugar de pobreza nacional.
El recorrido continúa a la casa de Zeferino Lezama, el abuelo, en donde la titular de Sedesol prueba un brócoli al vapor cosechado de los huertos familiares.
Los ojos de la pobreza
La gira de la funcionaria federal seguirá al acto en que destacó que 3 de los 7 millones de mexicanos y mexicanas en pobreza alimentaria ya tienen acceso a los alimentos, a un año de que arrancó el programa, el pasado 21 de enero.
Luego los funcionarios se van a Tehuacán a la inauguración de un hospital y la instalación de la Comisión Interinstitucional para el Desarrollo Social del estado.
La comitiva en la que, entre otros, también están el subsecretario de Perspectiva, Planeación y Evaluación, Juan Carlos Lastiri, y el secretario de Desarrollo Social estatal, Luis Banck Serrato, deja la Lobera, el rostro real de la pobreza sin maquillajes, lejos de la Estrella y del incompleto teleférico.
Los ojos de los habitantes los despiden escépticos, desconfiados.