Mamá músico

  • Ximena Constantino
La sensación de ser mamá y músico, de la frustración a la disciplina

Si abro mi pluma al lente de la honestidad, podría decirles que ser mamá y músico es de las cosas que más complicadas se han vuelto. Si tú eres madre, quizás te identifiques esta vez con mi texto.

Existe un lazo único que va más allá del entendimiento y que mis palabras no alcanzan a expresar, un lazo que a veces la flagelación de querer seguir tu rumbo tampoco alcanza a entenderlo. Parte de la música y de la vida, pienso yo, es poder explorar el mundo y compartir lo que más nos gusta hacer. Pero esta bonita frase a veces se vuelve también nuestro mayor martirio y sentencia.

Desconozco si este sentimiento también sea común en los compañeros que son padres, pero lo cierto es que la sociedad también forma parte de estas flagelaciones por salir a cumplir tus sueños y dejar a tu hijo en casa. He tenido la fortuna de conocer a grandes mujeres músicos, a las que hoy quisiera dedicar estas líneas.

Mujeres que han sido oídos sordos para llegar a donde están, mujeres que con un nudo en la garganta han salido de sus casas para llegar a un escenario, sabiendo que el tiempo que se deja en casa nunca regresará. Conozco esa sensación de creer que el tiempo transcurre demasiado rápido en nuestros hijos, que se nos escurre de las manos su niñez, que nos estamos perdiendo sus mejores recuerdos en el parque, su fragilidad y que pronto dejarán de extrañarnos y hasta de necesitarnos.

Pero también conozco esa sensación de necesidad de hacer música, la ansiedad de tener que ser mejor en el instrumento. Cantar una canción de cuna mientras escuchas con atención los intervalos, tocar tu instrumento mientras tu barriga se mueve y sientes los primeros movimientos de tu bebé, aguantar berrinches justo el día que tienes que tocar, hacer tarea de la escuela de tus hijos mientras tu mente está repasando notas musicales, estar, pero no estar, morir de sueño. Pero, por otro lado, está esa sensación de tener al mejor y más honesto público de todos en casa, de tener a tu más fiel seguidor, de tener el amor más honesto con una sola mirada y esas, las ganas de quedarse tomada de la mano toda la noche con esa personita, y sin embargo tener la disciplina de levantarse y tocar.

Las mujeres profesionistas pienso que también pueden tener esa misma sensación, porque después de todo, somos personas que buscan la inalcanzable saciedad de éxito y, extrañamente, también de tranquilidad. La diferencia de las mujeres que nos dedicamos a la música es que el suelo es un poco más hostil, porque se necesitan horas frente y a solas con los instrumentos musicales, se necesita aislarse para mejorar en la disciplina. Después del trabajo, sigue estudiar y después tocar, solo queda seguir creando porque quizás elegimos ser madres, pero también músicos y artistas.

 No quisiera sonar con este texto a que le estoy echando la culpa a algo o alguien de estos sentimientos, sino solo expresar y dejar en estas cortas líneas que si tu eres mamá músico, o esa mamá que sale a trabajar para dar lo mejor de ti, sigue así, porque la distancia no se mide en kilometros, sino en promesas y que no hay mejor ejemplo para alguien que demuestra con hechos y disciplina lo que se dice con sudor en la frente. Necesitamos más mamás como tú que nos inspiren a las demás a ser completas, ejemplares de nuestros propios hijos. No es fácil, pero estoy segura, que vale la pena hacer de este mundo, un mundo mejor con más música y con mejores seres humanos; y para mi pequeño, las siguientes palabras:

Cuando estoy lejos de ti, y tengo la fortuna de compartir música hacia las demás personas, cierro los ojos, te visualizo, con tus deditos pequeños y delgados, como si se estuvieran entretejiendo tus manitas con las mías. Respiro profundo un par de veces, y ahí estás tú, con tus lentes que enmarcan los ojitos de aceitunas negras y tus largas pestañas. Desde lo más profundo de las primeras notas que toco siento, que de pronto estoy flotando, como si mis piernas nos estuvieran sosteniendo en ese momento, a ti, al saxo y a mí.  Te imagino frente a mi, en primera fila, y tu mirada de amor único que nadie jamás me dará más que tu.

Tocar es una magia tal y plena que espero que algún día tú encuentres la misma hermosa experiencia con lo que decidas hacer. A pesar de que hay nervios, todo se compensa y de pronto, aterrizo de nuevo al plano terrenal, como si de un viaje en el tiempo se tratara y que me encantaría que algún día tu lo experimentes. Gracias por ser tú el motivo de esta magia y por los sabios consejos que me das a tu corta edad. Gracias por dejarme crecer mientras tú también lo haces. En otras palabras. Gracias por dejarme explorar mi mundo, hacer música y confiar en el poder de ella para cambiar el tuyo.

Con amor para Emiliano.

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Ximena Constantino

Saxofonista y comunicóloga. Ha ganado premios y estímulos tanto en música clásica como popular. Es gestora de eventos para promover la equidad de género. Su formación musical y su asociación con marcas reconocidas como Yamaha, Veerkamp, BGFrance y Daddario, demuestran su influencia en la escena internacional.