Nosotros los de entonces, aun nos amamos
- Román Sánchez Zamora
Desde que conoció a ella, ella fue su prioridad.
Los proyectos más locos, los caminos más infinitos, los momentos llenos de sonrisas; y siempre terminaron en la promesa de volverse a ver.
Ella tenía sueños, y siempre hablaba de la admiración por el empresario, el político, el cacique… Seguro llegarás a más.
Un día le llamó y contestó un pariente: “Ella no está, pero llegará con su esposo más tarde”.
Él se quedó helado, no supo qué decir.
Él nunca volvió a ser el mismo, toda su vida entonces se tornó en una mentira, ¿cómo alguien podía ocultar algo así?
Él y ella se abandonaron por años, lejanos y ajenos.
-Siempre seguí tu vida, siempre te amé a ti, me tuve que casar por un tema de deudas y mi familia no podría salir y mi esposo al ver ello se involucró y vi su mundo a mis pies, quizá eso nos faltó, pero hoy puedo y deseo volver.
Llegaron algunos regalos a la oficina de él sin alguna nota, solo un mensaje: ¿Te gustó?
Todos fueron a parar al tocador, al escritorio, de gente extraña, todo era devuelto, con una propina donde el mensajero se desharía de esos obsequios.
-¿Y cuándo vendrás por el coche?
-¿De qué hablas?
-Hace dos semanas te mande unas llaves.
Allí él le dijo que ya no enviará más cosas, que él no estaba interesado.
-Todo es mío y lo vamos a disfrutar.
-Quizá haya otros que busquen lo que tú das y yo estoy ajeno a ello.
Colgaron el teléfono y nunca más volvieron los regalos.
-Eso me pasa por ver a un mediocre.
-Eso me pasa por fijarme en un tipo sin sueños.
Los mensajes subían de tono en su odio, un día, llegó el olvido.
-Sí, aun me dueles… pensó él.