La desmemoria es cíclica
- Xavier Gutiérrez
La Vida es cíclica. Las prácticas políticas son cíclicas. Los vicios son cíclicos. La desmemoria o amnesia de la gente también lo es.
Todos los componentes de la película que estos días concluye ya los hemos visto.
Unos y otros hablan de democracia, y atrás de la puerta la apuñalan.
La honestidad en el decir y hacer no figura ni en sus valores ni en su práctica. Pero se habla de ella como de una religión, como de una dama pura y respetable. Pieza central en el discurso. Pero en el día a día no existe. Si se le exige o reclama al poderoso, el imprudente es molesto y termina apestado. El ostracismo y la exclusión es su destino. El destierro y la cárcel penden ahí, como la espada de Damocles, si el caso fuera necesario.
Las campañas deberían ser un ejercicio de aprendizaje valioso para la sociedad y sus gobernantes.
Podrían ser un repaso de los vicios, promesas, y cuentos chinos de los desfilantes. Y que un ente honorable llevara el recuento puntual de todo aquello que se dice y no se hace. Los estadios serían insuficientes para albergar los archivos de la falacia más vulgar.
La simulación, el engaño y la demagogia son bienvenidas por todos los partidos. Como en una carrera de estafetas, usan estos tres elementos como estafetas mismas y para pavimentar el sitio de la competencia. Cambian de mano la estafeta y quedan otros en el poder. Tan semejantes como los que se fueron. Tan solo para repetir durante tres o seis años lo mismo que antes criticaron.
Y se repite la obra hasta el infinito. Los que llegan se erigen en puros, santos y dioses del bien. Y los que se fueron son el diablo multiplicado. Y unos prometen cambiar todo. Pero nadie de los malos termina en la cárcel. Acuerdos en las cúpulas celestiales los salva de los infiernos.
Y mientras, se empieza a fraguar con el combustible del presupuesto, la nueva generación de espíritus del mal. En estas prácticas no hay fronteras, las ciudades y estados son marco común para lo mismo que todos vemos.
El teatro es un chiquero y todos tienen su papel. Algunos con grado estelar, otros son peones de comedia barata, pero todos juegan. Mienten, simulan, engañan, cobran.
Mandan hacer encuestas, libelos; calumnian, difaman. Dicen del rival exactamente lo mismo que sus propias biografías consignan. En el duelo de estiércol un juez neutral declararía un justo empate. Presupuestitos o presupuestotes –no importa el tamaño de la dependencia o institución- todos son fuente de poder, cuna de fortunas, caverna de trapacerías, escuela de corrupción y cinismo, escaleras del poder.
El engañado es el público, el de siempre. Es recurrentemente utilizado como comparsa. Se le paga con dádivas y esperanzas. Y , éste, carente de medios de subsistencia, educado y domesticado en el hábito de legitimar, toma lo que le dan y vota. Y recurrentemente vota por sus verdugos de indistinto bando, …o banda.
Hay claque, por supuesto. Se les paga por aplaudir. Son los medios. Buena parte de estos, al menos. Cambian de bando de un trienio o sexenio a otro. Y aplauden febril y entusiastamente.
Su dios es el dinero. O el dinero es dios. Su herramienta: la libertad de prensa.
Nunca han tenido compromiso ni principios. Son la simulación a la altura del arte…y la cartera abierta al mejor postor. Dicho esto sin eufemismo alguno. Y si alguien lo duda que le pregunte a Zavala o Marín.
Señoras y señores, devuelvan las entradas. ¡ Esa película ya la vimos…!
Opinion para Interiores:
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Reportero y director de medios impresos, conductor en radio y televisión. Articulista, columnista, comentarista y caricaturista. Desempeñó cargos públicos en áreas de comunicación. Autor del libro “Ideas Para la Vida”. Conduce el programa “Te lo Digo Juan…Para que lo Escuches Pedro”.