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La Plaza México abrió sus puertas: el paseíllo, lo más emotivo

  • Jaime Oaxaca
Ante la falta de toros bravos, el paseíllo en la reapertura de La Monumental en su primer festejo fue de los momentos más emotivos
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¡Olé! es el grito de los asistentes a la Plaza México justo al iniciar las notas del pasodoble Cielo Andaluz. Al partir plaza los toreros, siempre ha sido emotivo expresarlo, es una peculiaridad del coso más grande del mundo.

Pero el de ayer, el de la reapertura de La Monumental completamente llena fue especial; significó retorno y libertad. Libertad para volver a la plaza a disfrutar de las corridas. El olé fue sensacional, emotivo, estruendoso, mucha gente se puso de pie para aplaudir, erizó la piel, no dudo que provocara incluso algunas lágrimas.

La banda de música de La México, la borda y la borda en serio, la dirige el maestro Reynaldo Vázquez Torres. Los músicos se acomodaron en el ruedo, en la zona de tablas, entre las puertas de cuadrillas y toriles, más o menos a las 4:00 de la tarde inició su actuación. Y ahí estuvo hasta después del despeje de cuadrillas. El Cielo Andaluz lo tocaron en pleno ruedo, algo que creo nunca había sucedido.

El paseíllo se realizó a las 4:45 de la tarde, 15 minutos después de lo anunciado; nadie protestó el retraso. La empresa debió hacerlo para que la gente entrara a la plaza a ocupar su localidad. La llegada al coso y el acceso al recinto fue muy complicado, no sólo por el ajetreo propio del tumulto.

Había vallas de policías en todo el derredor del recinto, pues se colocaron para impedir el paso a unos personajes disfrazados de activistas, que molestaban y violentaban a las personas que llegan a la corrida. De los insultos y agresión no se salva nadie que tenga la desgracia de pasar cerca de ellos: familias, niños, ancianos; pues insultan y atacan parejo. Deben ser las instrucciones que reciben.

Sí, el festejo inició con un grito agradable, terminó con otro, menos atractivo: ¡ratero, ratero!, dedicado a Roca Rey, porque le sonaron los tres avisos en el toro que cerró plaza. Con él, desahogaron ira y frustración acumulada a lo largo del desfile de bueyes de la ganadería de Tequisquiapan de Fernando de la Mora. Sólo salió feliz de la plaza el carnicero, 3,342 kilos de carne a buen precio.

A Roca Rey nadie le quitará la espantosa equis de su currículum. Se le fue vivo un toro en La México. Pero si lo hubiera matado, nada cambiaría lo sucedido, todo estaba consumado, únicamente los aficionados no hubieran expresado su irritación.

¡Ratero, ratero! es un grito que deben compartir los tres toreros, sus apoderados, la empresa de la Plaza México y, en especial, el ganadero. Rateros todos. Sabían la altísima posibilidad de que el festejo fuera un petardo con ese ganado y con un cinismo que asusta, lo echaron pa´lante. La tauromaquia no es su prioridad. No cambiaron ni aprendieron.

No se requiere una bola de cristal para suponer lo sucedido en la Plaza México. No es que los toros no tengan palabra de honor y por eso haya salido malo el hato de Fernando de la Mora; no, simplemente, así es, así sale, descastado, huidizos, débiles. Lleva mucho tiempo mandando animales sin bravura, que no provocan un ápice de emoción, por el contrario, inducen al aburrimiento, generan un agravio a la fiesta brava.

Entonces, ¿por qué llevar esa ganadería? Porque son tontos, porque no piensan. Puede ser, pero no es todo.

Según se aprecia, se trata de un acuerdo entre los amigos de la docilidad, cómplices del torete amaestrado, del toro bobo, que solamente pasa como si supiera el guion; el torito pasa y pasa, pero no embiste, evidentemente no transmite el peligro, Parece que quieren implementar ese tipo de toreo, es lo que piden las figuras extranjeras y, acá tan benévolos, pos se lo dan.

Quisieron quedar bien con don Fernando de la Mora, a sabiendas que iban a desilusionar a 50 mil pelaos que atiborraron la Plaza México y llenaron las carteras de los empresarios Juan Pablo Bailleres y Xavier Sordo Magdaleno. También ganaron su buena lana los asesores que influyen y aconsejan que se lidien bueyes en lugar de toros bravos. Se comportan como enemigos de la fiesta brava.

En el domingo de reinauguración torearon o intentaron torear: Joselito Adame, Diego Silveti y Andrés Roca Rey, poco pudieron hacer, como decía El Guerra: “lo que no se puede no se puede y además es imposible”.

Ante la falta de toros bravos, el paseíllo, en la reapertura de La México, fue lo más emotivo. (AD)

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