La virgen del desfile

  • Enrique Huerta Cuevas
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“Cualquiera que transmita signos se ocupa de gobernar;

cualquiera que gobierne se ocupa de transmitir”

Régis Debray

Hace tres décadas un filósofo francés llamado Régis Debray publicó un ensayo apabullante sobre la “eficacia simbólica” del arte de gobierno que, según su opinión, “tiene menos arte y más mecanismo de lo que el artista supone”.

La idea viene a cuento por una omisión premeditada en todas las páginas editoriales de las casas informativas del más alto prestigio en Puebla, hasta el momento que transcurre ningún columnista, ninguna pluma con achaques analíticos se ha atrevido a abordar con seriedad un tema de la más grande trascendencia simbólica: en el marco del 152 aniversario de la gesta heroica de 1862, en un desfile cívico-militar plagado de republicanismo, una virgen --glorificada a la manera de una gran botarga-- con “un niño Dios en brazos” compartió el boulevard 5 de Mayo con los cadetes del Heroico Colegio Militar; con las fuerzas armadas representadas por las unidades operativas y los escuadrones especiales de la secretaría de la Defensa Nacional y la Marina; marchó a la par de los contingentes de zacapoaxtlas, tetelas y xochiapulcas tan dignificados por la historia oficial; y además lo hizo entre los uniformes relucientes de bandas de guerra y jóvenes estudiantes matriculados en escuelas públicas y centros escolares, laicos y gratuitos, de gran prestigio entre los poblanos. La desafortunada ocurrencia terminó en un desprecio imperdonable por la historia, en una terrible afrenta al ideario liberal y al Estado secularizado; dos de las grandes consignas de los ejércitos republicanos a las órdenes del Gral. Ignacio Zaragoza.

Insisto, se trata tan sólo de una acción simbólica, y en consecuencia de la más grande trascendencia. La idea temática que originalmente se proyectó para el desfilen no era tan mala: hacer de la marcha de los contingentes la marcha de la historia, mostrar las raíces de una nación multicultural atravesada por la batalla de 1862 para, en un momento posterior, enarbolar la impronta que dejó el Fuerte de Guadalupe en los acontecimientos de la historia nacional reciente. No pareció extraña la osadía para los más de 30 mil asistentes que desde las cinco de la mañana aguardaban en gradas un desfile que no ocurrió sino hasta después del mediodía; el gobierno de Rafael Moreno Valle nos ha acostumbrado a grandes ideas acompañadas de pésimas realizaciones: accidentado y con un “discurso artístico” rupestre y contradictorio un carro alegórico de Benito Juárez abrió paso a los zacapoaxtlas seguidos de Abraham Lincoln y las escenas de la guerra civil norteamericana; acto seguido la locomotora de la revolución anticipó la firma de la Constitución de 1917 con la leyenda “sufragio efectivo, no reelección” --un principio recientemente trastocado por la reforma electoral--, reforzado por las consignas de los derechos sociales y políticos del México posrevolucionario --ni una sola mención a los derechos laborales--; mientras que “La nueva democracia” de David Alfaro Siqueiros y un submarino “nazi” aderezaron el caos apelando a la Segunda Guerra Mundial; al tiempo que charros y huehues tropezaban con bandas y contingentes de estudiantes completando el cuadro de una borrachera temática memorable.

Banalidad, farándula y grandilocuencia son los signos ineludibles de la presente administración. La tragedia estriba en que no han parado en un simple desfile: millones de pesos se han erogado en un concreto hidráulico que nos ha despojado de nuestras banquetas y taponeado alcantarillas; se ha publicitado una cifra histórica en la construcción de nuevas clínicas y hospitales mientras retrocedemos en los indicadores nacionales de la pobreza alimentaria; un ambicioso programa de reemplacamiento avanza mientras la calidad del Sistema Ruta y del transporte público son cada vez más deficientes; una rueda colosal se erige como parte del firmamento poblano, su costo representa tres cuartas partes del presupuesto anual del Poder Judicial en el estado, mientras las víctimas del delito esperan en los ministerios públicos por un médico legista, un perito o un defensor de oficio; ese otro desfile, plagado de vulnerabilidad e indiferencia, transcurre frente a los modernos ventanales del Fuerte de Guadalupe, mudo testigo del “deslinde a sueldo” de los trabajadores del INAH que han hecho de su protesta disimulada una forma de complicidad. En fin, “transgresión de todos los principios”, no podría definirse de otra forma.

@EHuertaCuevas

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