Enfermarse en invierno

  • Xavier Gutiérrez

A todos nos pasa, pero ¡qué trabajo cuesta aprender la lección!

Cualquier día aparecen los síntomas. Sin aviso, pun, repentinamente. O bien con una manifestación sigilosa, a paso de gato,  como la humedad. Avanza el problema de salud y en unas horas estás ponchado.

La sintomatología es variada, cada quien sus padecimientos, pero lo común de estos días es la gripe. El dolor de cabeza, tos, estornudos, flujo nasal, el cuerpo cortado, el cansancio, decaimiento. En otros casos, con enfermedad distinta, la comezón, las ronchas, el agotamiento, mareos;  o una fuerte infección estomacal. Mil caras tiene el verdugo de la salud.

Cada quien tiene su historia, todos en común la postración que una enfermedad inclemente impone.  Es la dictadura omnipresente, no discrimina. Es la dictadura democrática, si cabe el oxímoron.  Impone sus reglas y te encarcela, en tu casa o en un hospital. Y ahí te quedas, anclado, indefenso y rumiando cosas.

Eso sí, cada quien emerge cual ave Fénix  convertido en experto de lo que padeció. Sale y se siente docto en explicar con detalle su problema. Es capaz de sostener una o varias miniconferencias de prensa con sus familiares y amigos para explicar con toda autoridad el porqué de su problema.

Usa tecnicismos, estadísticas, antecedentes históricos  de tal virus, que si las arterias, la fisiología, la anatomía, que si el porqué de tal síndrome, que si tal medicamento, médico, hospital o paciente célebre lo tuvo y superó;  que en tal caso se manejó mal y en este bien, en fin, cual más aprovecha su problema para cursar un mini diplomado de lo que le pasó, y dar cátedra sobre ello, faltaba más.

Pero es indudable que cualquier enfermedad,  pasajera, temporal o duradera, te vuelve manso.

Te humaniza, punto.

Lo que primero que  suele uno preguntarse es ¿ajá, y por qué yo?. Y pocos contestan la otra pregunta: Ajá, ¿y por qué tú no..?

El impacto es más demoledor cuando estas sano, o aparentemente  muy sano, y pum!.

Pero todo mal paso tiene sus enseñanzas. ¡Cuánto valora uno la salud entonces…!! Añora uno un amanecer distinto, el de todos los días, con la rutina o las prisas de cada día, los quehaceres o deberes de costumbre, los hábitos, el ejercicio, el baño de agua fría, el trote, la caminata, la bicicleta, los amigos..Ah, pero en ese momento, nada.

Ahí queda uno paralizado, pensativo, meditabundo. Deseando ver el sol como todos los días, la frescura del viento, los saludos, las caras, los encuentros, la calle por lo menos.

Nada es igual cuando quedas secuestrado por una enfermedad.

Claro, después te das cuenta que es una de las facetas para crecer. Crecer interiormente desde luego.

Empiezas por ver, aunque sea por la ventana, el sol y las nubes, y los árboles, y los pájaros, con otros ojos, con otra mirada.

Se incuba,  como nunca, un sentido de mansedumbre que de otra manera no podrías aprender. Como un libro, sales forrado de una cierta humildad, docilidad, obediencia.

Ves ( o debes de..) ver la vida de otra manera, ubicar tu sitio con referencias más de abajo que de arriba.  En una palabra, valorar la vida, reforzar tus valores, o reorientarlos si andas con la brújula descompuesta.. Y todo esto pasa por apreciar mejor la naturaleza, la casa grande de todos, y vivir en consecuencia.

En fin, que finalmente las enfermedades son lecciones. Son libros que hay que leer, son los textos obligados de la vida.

xgt@yahoo.com.mx

 

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Xavier Gutiérrez

Reportero y director de medios impresos, conductor en radio y televisión. Articulista, columnista, comentarista y caricaturista. Desempeñó cargos públicos en áreas de comunicación. Autor del libro “Ideas Para la Vida”. Conduce el programa “Te lo Digo Juan…Para que lo Escuches Pedro”.