Disfrute, no gaste...

  • Xavier Gutiérrez
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Es diciembre y resistir el embate espiritual de la temporada es inútil. No oponga resistencia, mejor déjese llevar por el suave encanto decembrino  y disfrute el tiempo. Dije disfrute, no dejarse arrastrar por el absurdo y vacuo consumismo. Los intereses del comercio no son los de una persona racional, inteligente. Eche a la basura todo aquello y decida un reencuentro con lo que sí vale.

Hay múltiples cosas que cada quien puede vivir, inventar, retomar en todos estos días, que nada tienen que ver con el desenfrenado gastadero o la inercia de simular cosas por “costumbre”, “tradición” o el qué dirán.

No hay que olvidar que esos trocitos o enormes gajos de felicidad que uno persigue, y que luego anda buscando  por lejanas tierras y a elevado costo, termina por encontrarlos al trasponer la puerta de su casa.

¿Qué, por ejemplo…? No sé, yo creo que cada quien tiene su receta y sabe construir el pan al tamaño de sus anhelos, pero, por ejemplo…

Hágase y comparta cualquier nochecita de estas un rico ponche con caña, guayaba, ciruela pasa, tejocotes y un piquetito de ron.

Que ya no se usan las cartas, es cierto, pero no están prohibidas. Escríbale una carta por internet a un amigo o familiar que hemos tenido olvidado.

Échele un telefonema a aquél  amigo  a quien hace rato no saludamos.

Cómprese ese libro que tanto ha anhelado y tómelo como su propio regalo que se da.

Salga a caminar muy temprano por las calles del centro histórico, hasta saludar los primeros rayos del sol y tomarse después un rico café por ahí mismo.  

Convoque a un amigo a tomar un café o una copa sin pretexto alguno, y tómense como un saludable recreo una sesión de recuerdos y nostalgia. Claro que se vale…

Visite ese pueblo, ciudad, rincón, restaurante o paraje que siempre ha deseado y comparta el momento con sus seres queridos.

Converse con sus amigos o familiares saboreando los dulces de temporada, incluidos los cacahuates, nueces, mazapanes o trufas que tan especial sabor tienen por estos días.

Abra una sidra roja de Huejotzingo, un brandy, un ron, un tequila o un mezcal, y saboree  con sus cercanos una rica copa aderezada con las anécdotas y recuerdos de su historia personal o colectiva.

Échele un telefonema a su veterano profesor, aquél  de “los de antes” que  tan importante fue en la forja del ser humano que es usted ahora.

Háblele a aquél inolvidable compañero de secundaria o prepa y pónganse a repasar la agenda mutua para ponerla al día.

Baje de su librero esos dos libros que leyó hace tiempo y emule a Borges en aquello de enorgullecerse de la relectura de los mismos.

Disfrute sin brújula ni presión alguna el caminar por aquellas calles que le recuerdan su infancia, su juventud, una cita o un romance de tiempos idos.

Goce  con todos los sentidos una posada de las que todavía por ahí en buena hora se organizan, y si es con la letanía cantada o rezada por la viejita del rumbo, mejor todavía, porque esos ejemplares ya  están en proceso de extinción.

Saboree en un mercado o en la casa paterna o de los parientes, con el olfato muy aguzado,  esa  inigualable  mezcla de pino, paxcle, guayaba, ponche y bacalao.

Hágase una rica torta de agua, con ayocotes molidos y chilpotle, acompañada de una humeante taza de café de olla. Este, si es endulzado con piloncillo, mejor aún.

Si la torta es con bacalao, mejor todavía…

Visite ese lugar que tiene chimenea y disfrute,  ahí junto,  un libro, por ejemplo “Navidad en las Montañas”, y fúguese a través de la lectura a esos estupendos recreos para el espíritu que no se compran con dinero.

Visite la iglesia de un barrio, un pueblo, y admire la arquitectura, paisaje, costumbres o tradiciones de los lugareños. Con suerte y hasta le toca aguinaldo…

Tómese una rica copa de vino tinto, con queso, pan, aceite de oliva, unas rebanadas de jamón, salami o algún otro embutido de su preferencia.

Obséquiele un sencillo pero tradicional aguinaldo, “de los de canastita” por ejemplo, a quien usted estime.

Cómase unos buñuelos “de los de rodilla”, con miel de piloncillo y un quemante café, en el marco de una conversación con sus familiares o amistades.

Entréguele un obsequio sencillo, pero con todo cariño, a ese modesto trabajador  o servidor público de quien tantos servicios o beneficios hemos recibido durante el año, y a quien tan bien le cae un apretón de manos…y algo más.

Si  acude a un posada o piñata tradicional, “saque” al niño que lleva adentro y viva esas emociones que son un banquete para el alma.

Escuche esos discos con música de temporada, en la intimidad de su hogar,  y compruebe que esos momentos de felicidad no tienen rostro pecuniario, y sin embargo valen tanto.

En fin, el listado este es apenas una propuesta, la imaginación de usted no tiene límite.

xgt49@yahoo.com.mx

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Xavier Gutiérrez

Reportero y director de medios impresos, conductor en radio y televisión. Articulista, columnista, comentarista y caricaturista. Desempeñó cargos públicos en áreas de comunicación. Autor del libro “Ideas Para la Vida”. Conduce el programa “Te lo Digo Juan…Para que lo Escuches Pedro”.