De los tiempos de la antigua Roma, cuando el pueblo perdió sus libertades, dejó de votar a sus tribunos y los Césares se volvieron semi-dioses, se acuñó la máxima “Al pueblo pan y circo”. Frase que apelaba a que mientras se mantuviese al pueblo divertido y comido, todo lo que sucediera en la “Res pública”, dejaba de tener valor. En pocas palabras, los gobernantes gozaban de libertad y decisión absoluta si no olvidaban entretener y alimentar a su pueblo, el mismo que abarrotaba el cruel y sanguinario Circo Romano.
Más de dos mil años han pasado por los foros romanos y el “pan y circo” ha seguido siendo cierto en cualquier país, bajo cualquier gobierno, en cualquier momento… hasta hace quince días.
La copa Confederaciones 2014, torneo auspiciado por la FIFA (pero pagado con dinero brasileño), y jugado en tierras brasileñas, se concibió como un ensayo general tanto del próximo Mundial de futbol 2014, como de los Juegos Olímpicos a celebrarse en Río de Janeiro en el 2016.
Se creyó que llevando dichos eventos a cabo en tierras brasileñas, se presentaría y reivindicaría ante el mundo al país pujante de 200 millones de brasileños que presume su enorme crecimiento económico. Todo enmarcado con ceremonias costosísimas para dar brillo a un país animoso, aspirante a primer-mundista y donde conviven también la mayor polarización de clases de nuestro continente.
La primera década de éste siglo Brasil tuvo un crecimiento del 7.5% en su PIB, incrementó sus ingresos por exportaciones, aumentó su consumo doméstico y con programas sociales impactantes, logró sacar a más de 30 millones de personas de la pobreza. Sin embargo, la inflación, una economía estancada, la escalada en crímenes violentos, la corrupción galopante y el alza masiva al costo del transporte público han sido el detonante para que más de un millón de brasileños se hayan volcado a las calles para protestar por un circo que les está saliendo muy caro.
Juca Kfouri, comentarista deportivo utilizó una expresión coloquial sobre las pretensiones que sobrepasan a la realidad: “Brasil ha estado comiendo mortadela y eructando caviar”. Y eso cuesta remata Kfouri.
Lo que es cierto, es que Brasil tomó las calles, de forma indignada por los excesos en los costos, los retrasos en las construcciones, la falta de transparencia, los precios exorbitantes en las entradas, las incongruencias y los estadios-elefantes blancos.
Gastos que tan solo para el Mundial, según lo indica el mismo Tribunal Federal de Cuentas, el ente encargado de fiscalizar el gasto público, se han superado en al menos 15% al presupuesto inicial de 24 mil millones de reales (11 mil 200 millones de dólares).
Aún futbolistas consagrados como Romario, ex goleador y campeón del Mundial 1994 y ahora diputado en el Congreso, ha condenado el despilfarro de tiempo y recursos: "Los brasileños se decepcionarán de haber perdido otra buena oportunidad de hacer de este un mejor país para vivir", mencionó. Palabras que expresan un sentir comunitario, traducido en una sonora rechifla a Dilma Rousseff, Presidenta de Brasil en la inauguración de la Copa de Confederaciones, en el estadio Garrincha de Brasilia en pasados días.
Ni el futbol, considerado para muchos brasileños una segunda religión, logró frenar a los habitantes de las ciudades más importantes de Brasil de tomar las calles. Más de un millón de brasileños optaron por denunciar “el pan y circo” y exigir un juego más justo, la repartición más equitativa para hospitales y no solo estadios. Un juego, donde se pide expulsar a la corrupción y a su lastre.
Las protestas en contra del alza de precios en el transporte y el multimillonario gasto público en estadios, han sido abanderadas por la consigna “¿El Mundial para qué y para quién?”, bajo la cual, los manifestantes exigen inversiones en educación, salud y transporte. No más “pan y circo”.
Resulta paradójico que ni aún los bien jugados triunfos de la selección brasileña en los diferentes partidos de la Confederaciones, han logrado paliar el enojo y la indignación que vive la ciudadanía. Tampoco la llamada al orden hecha por el astro Pelé, que al final sólo logró azuzar aún más los ánimos. Ha sido tal la fuerza de las protestas, que la Presidenta Rousseff, propuso convocar a un referendo de emergencia para hacer una reforma política a través de una asamblea constituyente. Esta reforma plantea endurecer el combate a la corrupción y contratar médicos extranjeros para mejorar la cobertura de la salud pública. A la par, se anunciaron inversiones por 25 mil millones de dólares para mejorar el transporte público en el país y otras medidas que responden a la petición de su población de “No más pan y circo”.
Lo que se está viviendo en Brasil es un aviso para todos los gobiernos del mundo. El país del “orden y progreso” vs el país del “pan y circo”; donde el pueblo demanda vivir mejor, y no sólo gozar un verano de distracciones.
Mientras las marchas continúan a ritmo de riesgosa batucada, y Dilma Rousseff propone cambios necesarios y urgentes; el espectáculo de la Copa Confederaciones, habrá de continuar. ¡Ave César!, los que gustamos del futbol y del “orden y progreso” te saludamos.