Las llaves de la ciudad a Jesucristo

  • Raymundo Alfaro Pérez
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La Presidenta Municipal de Monterrey  Margarita Alicia Arellanes, entregó el pasado fin de semana las llaves de la ciudad a Jesucristo, para que se restablezca la paz en esa ciudad-capital del Estado de Nuevo León. Dicha acción ha provocado una serie de reacciones en diversos medios, por lo que cabe hacer las siguientes reflexiones: tal vez una de la explicaciones históricas de donde proviene esta costumbre de entregar las llaves de la ciudad, proviene de la afanosa actividad de la sociedad feudal, que veía pasar la vida en las ciudades amuralladas, y conceder las llaves que daban acceso a las murallas equivalía a dar poder sobre la ciudad a los visitantes ilustres, manifestándose con ello afecto, distinción, confianza, respeto y admiración. En la actualidad se sigue conservando esta práctica a manera de acto protocolario para los mismos fines que hace siglos. Al distinguir a Jesucristo con la entrega de las llaves de la ciudad regia, se entiende que se entregan también a la doctrina cristiana, la cual surgió en el seno del Imperio romano entre la gente más pobre y se fue extendiendo poco a poco hasta que llego a ser la religión de las clases dominantes en la sociedad romana, posteriormente el cristianismo fue proclamada como la religión del Estado romano por parte de Constantino. La religión cristiana progreso hasta el punto de que la potestad eclesiástica sancionara la autoridad del emperador y es así, que se extiende la creencia del gobierno de Roma sobre el mundo, por un mandato de la voluntad de Dios.

La doctrina cristina represento en la edad media un instrumento de fe, fundamental para comprender el desarrollo de la Europa Occidental, la cual se logro ordenar bajo los lineamientos de un derecho común, que retomaba los postulados del derecho canónico, del derecho natural, el derecho romano-germánico y el derecho anglo-sajón. Así mismo el cristianismo baso sus creencias en la biblia y tuvo que enfrentar los conflictos originados por las cruzadas y la idea de la guerra santa, es decir enfrentar las contradicciones surgidas del enfrentamiento entre política, religión y filosofía, como antesala estos, del movimiento de reforma y de la necesidad de la separación del Estado y la Iglesia. Esta separación histórica se debió principalmente por los abusos en el ejercicio de las prácticas religiosas que clérigos y ministros de culto llevaron a cabo, e incluso muchas veces obstaculizando los principios de la fe cristiana, al alejarla de los intereses de los débiles y desamparados, y colocándola del lado de los poderosos. Avanzaba así el laicismo como expresión necesaria para sentar las bases del Estado liberal.

Por lo anterior, el acto litúrgico de la alcaldesa de Monterrey si trastoca los derechos de Igualdad y  libertad, puesto que el enfoque y definición etimológica de la noción de laicidad, y la que sirve de referencia para la separación del Estado e Iglesia, plantea que, la laicidad se refiere a la unidad del pueblo basándose en la libertad e igualdad de los derechos de los hombres que la componen. La libertad de la que sé habla, es esencialmente la libertad de conciencia, la cual no debe estar sometida a ningún credo obligado. La igualdad es la que corresponde al ámbito de las preferencias espirituales personales. Ateísmo, monoteísmo o politeísmo, libre pensamiento o misticismo; por lo tanto, ninguna jerarquía puede fundarse en la elección de estas opciones. Tenemos así que la sociedad laica, es la comunidad política en la cual todos se reconocen, y la opción espiritual y de fe, es, y debe ser, un asunto privado. Este asunto privado puede tomar dos dimensiones; una estrictamente personal e individual y la otra, colectiva, pero en este caso el grupo libremente formado no puede pretender hablar en nombre de la comunidad global ni colonizar la esfera pública. Es decir debe quedarse en el nivel de la asociación particular y no de la sociedad común.

Lo ocurrido en la ciudad de Monterrey es una muestra más de la crisis por la que atraviesa el Estado-Nación, cada vez más erosionado y limitado en cuanto a sus facultades soberanas emanadas de un ordenamiento jurídico que se sustenta en la Constitución y que es rebasado por los oleajes de la globalización. También es un llamado de atención para que se reflexione sobre las personas que nos están gobernando y nos han de seguir gobernando, es inadmisible que sigamos llevando a cargos de gobierno a funcionarios que ahora vean en sus creencias religiosas la posible solución a los problemas que corresponden a actos de gobierno y ley.

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Raymundo Alfaro Pérez
Originario de Puebla. Casado y padre de cuatro varones. Abogado, Notario y Actuario. Egresado de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales BUAP. Maestría en Ciencias Políticas BUAP. Doctorado en Derecho BUAP