La verdad: esa gran incomprendida III.

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“…comienza a dibujarse el primer rostro de la idea de verdad, que es el contraerror…así entendida, la idea de verdad, aunque es biodegradable, se convierte en vital.”

 

Edgar Morin. La naturaleza de la naturaleza. P. 409.

Cerramos con esta tercera entrega una serie de artículos dedicados a la reflexión sobre un concepto fundamental en la historia humana que es el de la verdad. Como hemos dicho, existe hoy en día una profunda incomprensión social sobre este eje fundamental en todo proceso educativo y en la definición de las instituciones universitarias.

Titulamos la primera parte Posesión puesto que planteamos en ella la postura de muchas instituciones educativas tradicionales que en efecto tratan de “salvar la verdad a cualquier precio”, incluso al precio de la verdad y en este intento de salvación se aferran a una perspectiva de la verdad como algo acabado y ya existente, que está “ahí, afuera, ahora” y que se puede descubrir y poseer. Creyendo poseer la verdad, acaban siendo poseídas por la verdad que poseen.

En la segunda entrega señalamos que por el contrario, a partir de una justificada rebeldía contra la verdad como posesión, de la constatación de que existen muchas perspectivas o ángulos distintos para aproximarse a las distintas realidades u objetos y de la evidencia de que todo conocimiento está sujeto a interpretaciones diversas, surge otra postura respecto a la verdad, una postura que llamamos de negación.

La postura de negación parte de una interpretación extrema del “debilitamiento de la verdad” que plantean filósofos como el estadounidense Richard Rorty y el italiano Gianni Vattimo. Esta interpretación asume que si no existe LA VERDAD en el sentido fuerte, sólido e inmutable, entonces no existe ninguna posibilidad de acceder a la verdad.

  La postura de negación de la verdad, ha producido en nuestra sociedad y en nuestra educación un relativismo total que niega la posibilidad de afirmar cosas verdaderas puesto que asume que todo lo que se conoce depende de la perspectiva desde la cual se mira y de la interpretación que cada sujeto o grupo hacen de la realidad o fenómeno estudiado.

Sin embargo, la afirmación de que todo es relativo tiene que entenderse como relativa si no se quiere caer en la contradicción lógica. Si no existe ninguna verdad absoluta, también tiene que ser cierto que no puede ser absoluta la afirmación de que no existe ninguna verdad absoluta.

De esta manera podemos llegar a una postura que trasciende tanto la visión de verdad como posesión como la de negación de toda verdad. Para fines de comprensión sintética llamaremos a esta tercera visión, la de la verdad como aprehensión porque esta postura asume como imposible en el mundo humano el conocimiento y posesión de la verdad total, absoluta e inamovible pero también encuentra como alejada de la estructura humana la negación de la verdad y sostiene que es posible y natural en todo ser humano aprehender y afirmar la verdad de ciertas cosas u objetos, de manera siempre limitada e histórica.

Porque como afirma Lonergan, “el eros del espíritu humano”, el deseo que mueve a la humanidad hacia su realización y desarrollo es el “irrestricto deseo de conocer”, es decir, el deseo de verdad, que es un deseo ilimitado –el deseo de conocer todo acerca de todo- que por la limitación humana puede ser desarrollado solamente de manera limitada, que es un deseo desinteresado que por la naturaleza simbólica del ser humano puede ser actualizado solamente desde determinados intereses y significados.

Este deseo de verdad se manifiesta de múltiples formas desde la infancia y debería ser estimulado –aunque muchas veces es mutilado o bloqueado- por la escuela y los educadores. La clave fundamental que nos abre al dinamismo de búsqueda de la verdad es la tendencia natural y espontánea a preguntar, a cuestionarnos por todo lo que nos rodea y por nuestra propia realidad personal.

En efecto, los seres humanos preguntamos para entender las experiencias que vivimos: ¿Qué es esto? ¿Por qué sucede? ¿Para qué sirve? ¿Cómo es? Hacemos preguntas para descubrir la inteligibilidad de los datos que percibimos. Pero no nos conformamos con llegar a entender, con hacernos una idea de las cosas sino que de manera natural reflexionamos, buscamos la verdad de aquello que entendimos: ¿Es cierto? ¿Es correcto lo que entendí? ¿Es verdadero o es falso lo que me han enseñado? Es así que buscamos comprobar, verificar, sopesar hasta poder afirmar la realidad de las cosas.

Si bien los humanos no tenemos acceso a LA VERDAD con mayúsculas, a la verdad absoluta, total e inmutable, al conocimiento de todo acerca de todo, sin duda tenemos posibilidades de aprehender la verdad de ciertas cosas sobre las que nos cuestionamos, de captar la realidad de algunos fenómenos o hechos del mundo en que vivimos y de nosotros mismos como actores del mundo en que vivimos. Podemos afirmar juicios verdaderos.

Estos juicios verdaderos, estas afirmaciones sustentadas en pruebas y evidencias, estas formulaciones de “contraerror” son históricas y relativas pero verdaderas y objetivas. Este es el dinamismo del conocimiento, de manera que la verdad sobre la verdad en la educación es que estamos siempre en búsqueda de la verdad que no podemos poseer pero tampoco podemos negar, que si pretendemos poseer acaba por poseernos, pero que si pretendemos negar termina también por llevarnos a la autonegación como seres humanos, que finalmente, somos “buscadores de la verdad”.

De manera que la educación del futuro que ya debemos construir hoy, tiene como un elemento central la necesidad de formar a los educandos y de generar instituciones que puedan entrar en el ciclo que Morin define con las siguientes palabras: “Vivo para conocer, conozco para vivir, vivo para amar, amo para vivir: estoy en el circuito: Jugar-gozar-actuar-explorar-buscar-conocer y este juego rotativo se finaliza por la “búsqueda de la verdad” para el “bien de la humanidad”.”