Siervo (s), ¿sin Tierra?

  • Marcela Cabezas
No hay que olvidar que el poder en Colombia es tripartita: gobierno, iglesia y narcotráfico

A propósito del conflicto histórico por el acceso a la Tierra en Colombia bien retratado por Eduardo Caballero Calderón en su memorable obra Siervo sin Tierra publicada en 1967; menester es revivir algunos episodios para dar unas pinceladas sobre tamaño asunto. Así las cosas, concluía Calderón:

- “(…) ¿Siervo joya? ¿Siervo joya? Oh, siervo Joya … ¿Dónde está Siervo Joya? Pregunto don Ramírez.
- Se quedó en el aprisco, estirado en el suelo y con cuatro velas en los cabos. Contestó Transito.
- ¡No diga mana Transito!... ¡Ah vida esta mana transito! ¡Con que se quedó , en fin de cuentas, mano Siervo sin Tierra!” (1)

Nada más representativo que la historia de Siervo Joya, personaje que recrea las disputas políticas y sociales en el territorio colombiano a partir de la historia de vida de un campesino boyacense cuyo sueño es el de poseer un parche de Tierra y unas condiciones dignas de vida. Su historia evidencia entonces, las peripecias que el campesinado colombiano ha enfrentado a lo largo de una historia siempre manchada de odios, intereses e individualismos políticos: el Poder en toda su expresión.

Los riegos de sangre que han moldeado y siguen moldeando el territorio colombiano son también los que moldean una civilización inmersa en aquel realismo mágico, en la expresión de nuestro Nobel de Literatura, y, aun así, epopéyica, en cuanto al resilir, desde y hacia el territorio en medio del abandono y el olvido estatal.

Siervo Joya es, en todo sentido, la máxima expresión de la problemática agraria en el país, entendiendo a la Tierra como fuente del Poder, y a la sombra de ésta, el acceso a la misma sitiado a propias suertes y contiendas políticas institucionales de las cuales el campesino no sale bien librado.

Entonces, ¿cómo entender un país que ha sido víctima y partícipe de una serie de sucesos desafortunados cuyo designio fue el de constituirnos en amigo/enemigo? -a decir del gran teórico político alemán Carl Smith - cuyo propósito, en últimas es el de constituir al Estado como una comunidad suprema e indisoluble; aquella comunidad política a la que se han referido tantísimas veces diversos pensadores como Jean Jacques Rousseau, Thomas Hobbes y Nicolás Maquiavelo,  siempre y cuando veamos a este último más allá de la frase recalcitrante de que “los medios justifican el fin” (2).

Bajo ese tono, es urgente y necesario retomar la escritura de aquellos que en su época supieron leer y reconstruir la historia política entorno a la tenencia de la Tierra, y las querencias y malquerencias ideológicas que nos sumieron en un Estado de caos y de desidia; ante el cual, hoy se lanzan y contraponen nuevas conflictividades –caso de las comunidades indígenas y campesinas en el Departamento del Cauca, Choco, Nariño y Valle del Cauca- (3) que, lejos de ser diferentes al contexto de crisis que le tocó a Siervo Joya, son, ante todo producto del abandono histórico al que se ha condenado al agro en Colombia y a la par a las ruralidades sumidas en pobreza y miseria. Así las cosas, la inoperancia de las instituciones y la indolencia de los ciudadanos más afortunados, no permite entrever que esta realidad es detonante de la crisis económica actual que mucho nos aqueja.

Por supuesto, no hay que olvidar que el poder en Colombia es tripartita: Gobierno, iglesia y narcotráfico, sin embargo, el asumir que estos pueden convivir sin mayores problemas, es también aceptar que la comunidad política sobre la que reflexionan ampliamente los teóricos políticos es también un fracaso de los intereses, las pasiones y la volubilidad del hombre, que descarnado y desprovisto de todo reparo es asimilador y reproductor de la corrupción que nos condena y, en el caso de Joya, invita en algún momento, a sacar y caer en tentación de una pequeña tajada ya que, al fin de cuentas “ (…) los unos y los otros -en referencia a los liberales y conservadores, hoy una mezcla partidista más variopinta- son iguales o peores, y, reinan sin percatarse de la sed con que el otro vive”(…)

En últimas, aunque ni el Partido Liberal ni Conservador en Colombia sean mayoría hoy en el gobierno, desconocer las dinámicas avasalladoras y genocidas encabezada y reproducida por aquellos en los años cuarenta y, explosionada tras el asesinato del caudillo del pueblo Jorge Eliecer Gaitán el 9 de abril de 1948 , el posterior surgimiento de las guerrillas y el paramilitarismo aunado al narcotráfico en los ochenta y noventa, hoy más presente que nunca, es desconocer que la historia pesa y que dichos constructos políticos perviven, no tanto derredor de los colores de la bandera sino a partir de las referencias económicas y mediáticas que a diferencia de otros países, en Colombia han logrado naturalizar, en buena medida la violencia. A la postre, cuestión nada nueva en nuestro contexto ya que la historiografía bien convino que ésta es de tipo estructural y, en las más de las veces natural ¡poca cosa!

Frente a esto, y por último, ¿qué hacer? Evidentemente, de acuerdo a Calderón, en Colombia ¡seguimos construyendo no uno, sino muchos Siervo sin Tierra! De hecho, ¿a cuántos se nos representa? (…)

Notas

1. Caballero, C. E (1967). Siervo sin Tierra.
2. Maquiavelo, N (1939). El Príncipe Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1939.
3. Alejandro Reyes: "En Colombia no hay un problema de tierras, hay 100 problemas de tierras" - BBC News Mundo

 

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Marcela Cabezas

Magíster en Ciencias Políticas y politóloga colombiana. Catedrática y columnista en prensa independiente.