Sin cubrebocas

  • Juan Luis Hernández Avendaño
La mirada más objetiva al contagio del Presidente está en la banalización de la pandemia

En el marco de la onda expansiva más peligrosa de Covid-19 en México, el presidente López Obrador anunció su ingreso en el universo de los contagiados. Se une a una lista cada vez más amplia de jefes de estado y de gobierno que a lo largo del mundo han contraído el virus, pero ninguno de fatales consecuencias. Hasta este momento ningún dirigente nacional en el planeta ha muerto de Covid-19. En nuestro país ningún gobernador ni secretario de estado que contrajeron la enfermedad tampoco han muerto, pero sí 11 presidentes municipales.

La mirada más objetiva al contagio del Presidente se concentra en su banalización de la pandemia. Durante los primeros meses, Amlo, como otros jefes de estado, minimizó la seriedad y los efectos que éste nuevo virus podía ocasionar en la política y la sociedad mexicanas. En un segundo momento la ciencia ya había mostrado la necesidad y utilidad social tanto del cubrebocas como del aislamiento social y el cierre de actividades no esenciales de la vida pública. A diez meses de la pandemia, el presidente se obstinó en no usar tapabocas en ninguno de sus actos públicos, asumiendo el anti ejemplo irresponsable de lo que su propio gobierno propagaba a través de diversas instancias.

Sorprende que con esta displicencia frente al virus, el presidente no se haya contagiado antes. Hoy no sólo preocupa su salud tomando en cuenta su edad y sus antecedentes médicos, sino también el alcance que pudo haber tenido de contagiar a otros este pasado fin de semana en su jornada de trabajo a lo largo de tres estados y un recorrido de alrededor de 2 mil kilómetros. La necedad de no usar el cubrebocas le puede salir caro al jefe del ejecutivo pero también a muchas otras personas que estuvieron en contacto con él los últimos días.

Salvo los casos de Nueva Zelanda, Irlanda, Islandia y Alemania cuyos liderazgos políticos femeninos han sido excepcionales en el manejo de la pandemia, prácticamente en todo el mundo las élites políticas nacionales como locales han sido rebasados por este virus zoonótico cuyas dimensiones desconocidas siguen afectando gravemente a la humanidad. El dilema entre cuidar la salud de los ciudadanos y cuidar los empleos y la economía de las sociedades ha complejizado las decisiones públicas y muy pocos gobiernos pueden presumir que enfrentaron exitosamente dicha densidad. Aún los gobiernos más ricos y estables políticamente hablando, con las mejores universidades de medicina y científicos premiados por el Nobel, como Estados Unidos e Inglaterra, rankean como los primeros lugares en letalidad por cada cien mil habitantes.

Estrictamente hablando, los gobiernos han hecho lo que han podido en el marco de las culturas sociales que les toca gobernar. La pandemia ha sido mejor llevada no sólo con políticas públicas, sino con disciplina social. En México la disciplina social ha sido baja, poco más de un tercio de la población económicamente activa no ha podido guardar cuarentena ni lo hará al salir a la calle para llevar algún ingreso a su familia. Un diez por ciento de los mexicanos no cree en la existencia del virus presa de las noticias falsas en las redes sociales y el gobierno no se ha animado a tomar medidas coercitivas para garantizar cierto aislamiento social o multar a quienes no lleven el cubrebocas en la vía pública.

¿Cómo podría hacerlo si el presidente mismo se ha negado a usarlo? México ocupa el número 1 en el ranking mundial de letalidad por cada cien casos confirmados de contagio Covid. Este resultado, sin estridencias, no sólo es responsabilidad del gobierno actual. Venimos de tres décadas de descuido social y gubernamental en torno a la salud y el bienestar integral de los mexicanos. Heredamos una era en la que había que hacer negocio de todo, no importante ni un ápice algunos mínimos éticos. Así nos convertimos en los campeones mundiales de obesidad infantil y de adultos, en consumidores de comida chatarra y en consumidores de refresco y bebidas azucaradas. No extraña por lo tanto que de esos 150 mil muertos que desgraciadamente la Covid se ha llevado, “43% de las víctimas padecían hipertensión, 37% diabetes, 25% obesidad, y 8% tabaquismo”, según datos de la UNAM.

No todo es culpa de este gobierno, sacar la comida chatarra de nuestras vidas ha sido más difícil que echar a los huachicoleros del triángulo rojo y tener un sistema hospitalario de primer nivel para todos los mexicanos no estaba en las prioridades de los últimos gobiernos. Pero de lo que sí es responsable este gobierno y específicamente el Presidente, es de la seriedad con la cual se enfrenta este virus y sus consecuencias. Se extraña una presencia científica detrás de las decisiones gubernamentales y sobre todo, que el experto en comunicación social y simbólica como lo es Amlo, use tapabocas y muestre con respeto y responsabilidad el papel que tiene para comunicar lo que todos debemos hacer para autocuidarnos y cuidar a los demás. Sin cubrebocas no se vale.

  • Politólogo, Director General del Medio Universitario en la Ibero Puebla.

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Juan Luis Hernández Avendaño

Politólogo, director general del Medio Universitario de la Universidad Iberoamericana Puebla y profesor-investigador de Ciencias Políticas por la misma institución.