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Convento del siglo XVI: Huaquecula

  • Edwin Mora
Hubo zozobra y angustia al ver que el convento de San Martín se dañaba

Me acuerdo como si fuera ayer del temblor del 19 de septiembre de 2017. Cuando comenzó a temblar, estaba en mi oficina, en Huaquechula. Al sentir el movimiento, quienes trabajábamos en el Ayuntamiento salimos a la plaza. De pronto, escuchamos cómo el campanario y parte de la bóveda del Convento de San Martín se caía a pedazos, con el vuelo que le daba la tierra, fue a impactarse con un gran estruendo.

Particularmente fue un sentimiento de estado de zozobra y de angustia, al observar qué nuestra riqueza arquitectónica se dañaba y pensar que la fortaleza realizada por nuestros antepasados había sido severamente dañada, el patrimonio y nuestro orgullo huaquechulense.

Como en Huaquechula, la mayoría de los conventos del siglo XVI que se encuentran en las faldas del Popocatépetl, unos en Morelos y los demás en Puebla, sufrieron en mayor medida daños por el temblor de 2017. Si no se hace algo rápido, veremos en pocos años la pérdida total de varios.

Durante la primera mitad del siglo XVI, se asentaron los franciscanos, dominicos y agustinos en esta región de la Nueva España, fundando conventos como centros de evangelización y educación. Cierto, hay una historia de claroscuros, como en todo acto humano. Sin embargo, hoy queda un patrimonio artístico incalculable: arquitectura gótica, murales que todavía conservan técnicas que datan de antes de la llegada de los españoles, altares abiertos, retablos platerescos, órganos monumentales, registros históricos y diversos objetos de valor histórico.

Hablamos de más de diez conventos, entre los cuales podríamos nombrar a Cuernavaca, Tepoztlán, Oaxtepec, Tlayacapan, Totolapan, Atlatlahuacan, Yecapixtla, Oculco  Hueyapan, Zacualpan de Amilpas, Huejotzingo, Tochimilco, Cuautinchán, San Andrés Calpan y Huaquechula. Muchos de ellos fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en los años noventa del siglo pasado.

El convento de Huaquechula está dedicado a San Martín. Fue construido por iniciativa de Fray Juan de Alameda. Su estilo es gótico – renacentista, y en su fachada, que todavía conserva restos de pintura, se encuentran dos escudos franciscanos y sus respectivos ángeles, un escudo mariano y el relieve de San Martín Caballero, patrono del pueblo. En el interior, hay un rico retablo plateresco, y conserva oleos del siglo XVII de Cristóbal de Villalpando y Luis Berruecos.

El daño al convento de San Martín se debió principalmente a que el campanario, colocado siglos después, tenía demasiado peso para la estructura, de tal forma que el temblor hizo que se moviera con tal fuerza que destruyó el techo. Aquí hablamos del primer problema que enfrentamos para conservar nuestro patrimonio: a menudo se hacen construcciones posteriores, o restauraciones, que no toman en consideración los materiales y técnicas que se usaron, o que alteran las estructuras preexistentes; lo cual lleva a mayor deterioro. Buena parte de esta responsabilidad corresponde a quienes convivimos directamente con nuestro patrimonio: debemos aprender a cuidarlo.

Hay un segundo problema: si queremos hacer una reconstrucción adecuada del techo del convento de San Martín, tardaríamos décadas. Si han visitado ésta y otras estructuras del siglo XVI, verán que en los techos corren una especie de líneas: se les llaman nervaduras, y sostienen el peso de las estructuras. Los ladrillos que están en medio no fueron pegados con concreto, sino embonados, como si fueran un juguete Lego de hace medio milenio. La técnica se perdió hace siglos, pues cayó en desuso, y tomará tiempo volverla a aprender. 

No tenemos tanto tiempo para conservar nuestro patrimonio, por lo que es indispensable reformar las leyes para permitir estructuras complementarias, mientras sabemos qué hacer. Quizás en muchos casos necesitaremos estructuras de metal y vidrio. En otros lugares tanto de México como el resto del mundo, se han complementado las zonas destruidas por nuevos elementos arquitectónicos, que no solo las habilitan, sino hacen un diálogo de estilos. Sin embargo, entre más tiempo dejemos pasar para hacer algo, menos habrá qué rescatar.

Por último, cuando salgamos de la pandemia tendremos que reconstruir nuestras economías. Eso significa que tendremos, entre nuestros retos, volver a promover a nuestras ciudades como atractivo turístico. No podemos abrirnos si tenemos ruinas, o conventos cerrados. Urge entonces poner la restauración de nuestro patrimonio como temas para la campaña de 2021.

Me encantaría que sus hijos o nietos visiten Huaquechula, o los poblados de la zona, y vean con orgullo su patrimonio arquitectónico y cultural, como vínculo entre el pasado, nuestro presente y el futuro que ellos representarán.

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Edwin Mora

Abogado, emprendedor, Maestro en Gobierno y Administración por la BUAP, Presidente Municipal de Huaquechula (2014-2018)