Vivir nuestros colores

  • Edwin Mora
Tomen un rato en estos días y piensen cómo llevan ustedes los colores de la bandera

¿Cómo podemos explicar nuestra identidad y pertenencia como nación para un país tan grande y diverso como el nuestro? El reto no es menor: aunque buena parte de los elementos por lo que se conoce al mexicano en otros países, como los mariachis o el tequila vienen de Jalisco, aquí en Puebla está la mejor comida y los más acabados ejemplos de arte barroco. O si lo vemos con más calma, cada estado tiene mucho de especial, tan mexicano como el resto.

La respuesta: a través de nuestro lenguaje, nuestra historia y nuestras tradiciones, todas resumidas en la imaginación a través de símbolos y rituales, como himnos, efemérides y claro, nuestra bandera, cuyo día celebramos esta semana. ¿De dónde viene? ¿Qué significan sus colores?

El águila devorando la serpiente viene desde los mexicas, como señal que Huitizlopochtli envió a los mexicas para establecerse en el islote alrededor del que se construiría la gran Tenochtitlán. Hace 500 años hubiera sido inimaginable que en esta región hubieran aceptado este símbolo de buena gana, y de hecho varias zonas del estado nunca fueron dominadas por aquel imperio, pero los símbolos se transforman y adaptan a nuevas realidades.

¿Cómo llegamos a la bandera? Como en el resto del Imperio Español, los colores de la bandera eran azul celeste y blanco. En 1810 Miguel Hidalgo usó un estandarte con la Virgen de Guadalupe, frente a la Virgen de Covadonga, que era símbolo español.

Los diversos movimientos insurgentes tuvieron sus propias banderas, hasta que el 24 de febrero de 1821 Agustín de Iturbide proclamó el Plan de Iguala, donde se establecía la independencia de lo que hoy es México. Ese día presentó la bandera del ejército Trigarante con tres colores: el verde, que hacía alusión a la independencia, el blanco, que representaba la fe en la iglesia católica y el rojo, como la unión entre americanos y europeos. El primer pendón lo elaboró José Magdaleno Ocampo, y tenía originalmente tres estrellas de ocho puntas en cada color.

A partir de ahí, el orden de los colores se modificó, y el águila ha cambiado su presentación, pero los elementos centrales han permanecido a lo largo del tiempo. El primer Día de la Bandera lo celebró el presidente Lázaro Cárdenas en 1937, frente al monumento a Vicente Guerrero, el primero que juró lealtad a nuestro Lábaro Patrio.

Independientemente de las intenciones originales, cada uno de nosotros tenemos una relación personal con los colores. Por ejemplo, todos en el estado sabemos que unos meses después de proclamada la independencia, las monjas del Convento de Santa Mónica en Puebla agasajaron a de Iturbide con los deliciosos chiles en nogada, platillo donde se mezclan los tres colores de la patria: el verde del chile, el blanco de la nogada y el rojo de las granadas.

Pero por encima de todo, este símbolo lo llevamos dentro con nuestros recuerdos más entrañables. Para mí, el blanco representa la nieve del Popocatépetl, bajo cuya falda vivimos en Huaquechula, el verde son nuestros campos en épocas de siembra y cosecha, y el rojo la sangre noble y trabajadora de los poblanos.

Dicho lo anterior, tómense un rato en estos días y piensen cómo llevan ustedes los colores de la bandera, desde una playera futbolera, pasando por platillos, paisajes, olores… las posibilidades son infinitas y muy personales. Pero recuerden: esa variedad es lo que nos une como país.

 

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Edwin Mora

Abogado, emprendedor, Maestro en Gobierno y Administración por la BUAP, Presidente Municipal de Huaquechula (2014-2018)