Viejas preguntas nuevas: Sociedad en riesgo

  • Omar Pineda Luna

“En una parte de la tierra la gente se muere de hambre, mientras que en la otra parte los problemas son causados por la sobrealimentación.” Ulrich Beck

En 1986 se publicó La sociedad del riesgo hacía una nueva normalidad del sociólogo alemán Ulrich Beck, en aquella época, de recientes trasformaciones sociales, ambientales y, sobre todo, al final de una disputa ideología internacional, el autor expresaba su visión de la sustitución de la sociedad industrial de finales del siglo XIX por la de finales del siglo XX, haciendo énfasis en los riesgos futuros de la sociedad no importando si esta era capitalista o socialista, pues ambos sistemas producen sistemáticamente su propia amenaza y sus propias debilidades estructurales a través de la potenciación de la explotación económica de los riesgos. Lo anterior, tenía su fundamento en los avances de la modernización, producción de riqueza y la idea del poder del progreso, como apunta Beck (1998) “los peligros se convierten en polizones de consumo normal, viajan con el viento con el agua, están presentes en todo y atraviesan con lo más necesario para la vida (aire, alimento, ropa, muebles) hasta en las zonas protegidas por la modernidad y que están controladas estrictamente.” (p.13) Al respecto es importante establecer los paralelismos que presenta con la sociedad de inicios del siglo XXI, particularmente en el escenario pandémico por el que está atravesando el mundo.

Como ya todos sabemos, el coronavirus es una enfermedad de alto riesgo, su propagación está vinculada con la modernidad, ya no se limita a lugares y grupos, sino que contiene la tendencia de la globalización no respeta fronteras y con la cual surgen amenazas globales. La velocidad con la que se propago el virus en el mundo tiene estrecha relación en su origen Wuhan, en la región de Hubei (60 millones de habitantes), una de las capitales mundiales de la industria automotriz. Además, el país de surgimiento China, trasformado en la segunda potencia económica mundial, representa el 18.6 % del Producto Interno Bruto mundial, por lo cual el intercambio comercial de sus aeropuertos está conectado con, prácticamente, todos los continentes, pues el 70% de los teléfonos celulares son exportados desde el país asiático, así como el 50% de los ordenadores en el mundo. De esta manera, los peligros ya no están condicionados por su lugar de origen más bien, ponen en peligro la vida en esta tierra y en todas las formas de manifestación. 

En este sentido, la tesis quinta del autor alemán menciona que “la definición de los riesgos no solo de las consecuencias para la salud de la naturaleza y del ser humano, sino de los efectos secundarios sociales, económicos, y políticos de estos efectos económicos donde el Estado de excepción amenaza con convertirse en el estado de la normalidad.” (Beck, 1998 p.30) Como podemos ver, a tres décadas de la publicación de la obra, su pensamiento sigue vigente en la crisis actual, pues las consecuencias económicas y sociales para los países amenaza con ser la peor desde 1870, de acuerdo con el informe reciente del Banco Mundial, amenaza con provocar un aumento drástico en los niveles de pobreza en todo el mundo. No obstante, el mismo informe menciona que los países menos afectados son aquellos con menor integración económica mundial, mayor dependencia de la agricultura, sector de servicios más pequeño, menos dependencia del turismo etc. Podemos afirmar que todo lo que amenaza la vida en la tierra amenaza también los intereses de propiedad y comercialización de quienes viven de que la vida y los medios se conviertan en mercancía.

Regresando a la idea de progreso industrial y de todas las empresas de origen químico con daños ambientales a través de sustancias y residuos tóxicos hacen valer otra premisa: existen desigualdades internacionales entre los países que arrojan porquería y los que la respiran, es decir, a menudo lo que perjudica nuestra salud y destruye a la naturaleza no lo pueden conocer los ojos e incluso allí donde aparentemente está a la luz del día. Precisamente, esta es una de las calamidades de los virus y las toxinas su carácter “invisible” muchos de los nuevos riesgos, incluyendo el covid-19, no son perceptibles a los sentidos humanos, peligros que a menudo se activan durante la vida de los afectados y no sólo eso, también en la de sus descendientes.  Por otra parte, la sociedad que está en riesgo no sólo ignora el peligro constante de lo que no podemos percibir, la ciencia presenta a los riesgos revestidos con cifras y fórmulas, pero sin palabras, quedan vinculados al lugar, son condensaciones matemáticas de nociones, heridas de la vida digna de ser vivida, a su vez enfrentan el reto de ser creídos, aunque se demuestre experimentalmente su existencia son negados por la sociedad atribuyendo su origen a “esas son cosas del gobierno para controlarnos” o “es porque ya somos muchos en el planeta tierra”, entre otros.

Otro aspecto a considerar es que a menudo la miseria material y la ceguera coinciden, por ejemplo, en el trato de los pesticidas, <Un granjero>: “Si no te sientes mal después de haber esparcido el spray, es que no has esparcido bastante.” (Der Spiegel 1984 p. 116, citado por Beck) para la mayoría de los casos a escala internacional, las fábricas químicas, con su imponentes tubos y contenedores, son símbolos de éxito. Lo mismo aplica para las cadenas trasnacionales, véase como la llegada en 1995 de McDonald's a Sudáfrica se tradujo en que 85% de los insumos serían suministrados por granjas y agricultores locales, “frente a ello, queda invisible la amenaza de la muerte. Para estas personas, los abonos y los pesticidas que producen estas industrias se hallan bajo la estrella de la liberación de la miseria” (p.48)  

Las industrias de riesgo se trasladan a los países del “tercer mundo” por sus sueldos bajos, paraísos fiscales, no es una casualidad. Hay una fuerza de atracción sistémica entre la pobreza extrema y los riesgos. “El capitalismo desarrollado ha absorbido, generalizado y normalizado la fuerza destructiva. (ibídem, p. 65)

De esta manera en el mundo de la pauperización, aunque existe evidencia, la miseria impide la percepción de los riesgos, pero sólo su percepción no su realidad ni su efecto, compararse con lo sucedido en Villa Parisi, en Brasil en la década de los 60 y 70, que le valió el nombre de “El Valle de la muerte”, el lugar más contaminado del mundo. A quien vivía ahí durante mucho tiempo le salían postulas o como dicen los brasileños “piel de caimán”. En aquel tiempo era fácil encontrar en los supermercados máscaras de gas. La mayor parte de los niños tenían asma, bronquitis, enfermedades de la laringe y de las vías nasales. De acuerdo con la revista alemana Der Spiegel:

La historia del municipio más sucio del mundo comenzó en 1954, cuando Pegroprás, la empresa petrolífera brasileña, eligió el pantano de la costa como sede de su refinería. Pronto llegó la Cosipa, el consorcio de acero más grande del Brasil, y también se sumaron Copegrás, un consorcio americano-brasileño de fertilizantes, multinacionales como Fiat, Dow Chemical y Union Carpide. Era el boom del capitalismo brasileño. El gobierno militar invitó a empresas extranjeras a producir en su país productos nocivos para el medio ambiente. "Brasil aún puede importar la polución", se jactaba el ministro de planificación, Paulo Vellosa, en 1972, el año de la conferencia de Estocolmo sobre el medio ambiente. El único daño ecológico del Brasil sería la pobreza (n. 50, 1984 p. 110)  

El desastre se produjo el 25 de febrero de 1972. La petrolea Pegroprás hizo que 700.000 litros de petróleo acabaran en el pantano donde se encontraban las barrancas de Villa Soco. En dos minutos, una tormenta de fuego atravesó la favela. Mas de 500 personas ardieron “no se encontraron cadáveres de los niños pequeños. Explotaron debido al calor, dijo un funcionario de Brasil” (ibídem p.111). Otra catástrofe, ocurrió en Bhopal, India, “los pájaros cayeron del cielo. Búfalos, vacas, perros cayeron muertos en las calles y en los campos, inflados tras pocas horas en el calor (…) por doquier personas ahogadas: acurrucadas, con espuma en la boca, las manos contraídas y arañando la tierra; eran 3000 a finales de la semana pasada, las autoridades ya han dejado de contar. Probablemente, 20, 000 personas quedaran ciegas. Unas 200.000 están heridas.” Un apocalipsis industrial derivado de una fábrica química instalada en 1984.

La universalización de las amenazas en su forma de virus, contaminación o sustancias toxicas con repercusiones directas en nuestra salud estarán presentes siempre, ahora tenemos presente que afectan con un impacto considerable al sistema económico y político. Las políticas medio ambientales, generalmente, tienen su debilidad en que se producen justo al final del proceso de producción y no al principio de esta cadena.

Asimismo, la sociedad del riesgo contiene una tendencia a un totalitarismo «legítimo» en la defensa contra los peligros, el cual con el pretexto de impedir lo peor crea lo peor todavía. Tal como sucedió en China, la crisis sanitaria obligó a la mayoría de los gobiernos a tomar medidas que van en contra de sus propios habitantes. Las modalidades de confinamiento fueron de las más estrictas, excluyendo todo motivo de salida hasta el de comprar alimentos, ya que las brigadas del Partido estaban encargadas de aportar a cada familia las provisiones necesarias. El rigor del control y de la represión no puede compararse con lo que pudo experimentarse en Europa o en el continente americano.

Finalmente, a 34 años de su publicación, las tesis del libro siguen reflejadas en los problemas ambientales y de salud, así como sus repercusiones económicas y sociales, más allá de desafortunadas similitudes entre las décadas de los 70 y 80 con la actualidad, es una obra que debe analizarse con perspectiva histórica y larga duración, sobre todo para entender la sociedad de riesgo en la que nos encontramos constantemente. 

Dejar claro que en las situaciones de riesgo la sociedad en su conjunto es afectada, si bien es cierto que existen caminos privados de huida en algunos casos, no aplica para todos, por ejemplo, el suministro del agua para todas las clases sociales depende de la misma conducción “el veneno contiene el aire que todos respiramos, dicho de otra manera, la miseria es jerárquica el smog es democrático.[Sentenciando el autor] Lo único que nos protegería sería no comer, no beber, no respirar” (ibidem p.42)

 

Notas

Beck, Ulrich (1998) “La sociedad del riesgo hacía una nueva normalidad”. España, ediciones Paidós 

 

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Omar Pineda Luna

Pedagogo y Politólogo, Posgrado en Ciencias Políticas BUAP. Profesor universitario. Colabora en el CENEVAL A.C. Escribe de Política, educación y pedagogía crítica.