El cuidado de lo común es en comunidad

  • Mercedes Núñez Cuétara
A lo largo de este escrito pongo en consideración cuatro elementos característicos de lo comunitario

Aunque el título de este artículo pueda parecer un pleonasmo, hoy en día es indispensable reflexionar sobre las consecuencias que el individualismo ha traído a nuestras sociedades y sobre todo a nuestras comunidades. Resaltar el valor de lo comunitario como forma de habitar los espacios y como forma de relación es necesario ya que lo individual y el sentido de la propiedad privada ha permeado hasta las lógicas y dinámicas más comunitarias.

A lo largo de este escrito pongo en consideración cuatro elementos característicos de lo comunitario: el diálogo, la colaboración, el cuidado y la festividad. Elementos que considero indispensables para la preservación y uso de los espacios comunes por ser una especie de actitudes o valores heredados de lo comunitario.

Lo primero que hay que cuestionar es ¿qué entendemos por espacios comunes? ¿Hoy en día podemos hablar de lo común/lo comunitario? Hay pensadores que afirman de manera contundente que la comunidad y todo lo que tenga carácter comunitario no tiene cabida en nuestro tiempo. Esto debido a las estructuras sociales en las que nos movemos, donde el capital, la propiedad privada, el individualismo e incluso el valor que se le da a la autonomía personal pone en entredicho la existencia de lo común. Sin embargo, considero que nuestra estructura social no ha acabado con estos espacios comunes, simplemente lo que habita en la naturaleza es un espacio común a todos, de hecho, Leonardo Boff denomina al planeta tierra y a la naturaleza como “la casa común”. Las diferentes formas de familias o nuestros grupos primarios suelen también estar permeados por espacios y lógicas de lo comunitario.

Yo soy de quienes consideran que, aunque la estructura social se mueve y se basa en lo individual, mientras existan seres humanos que coincidan cara a cara tendremos espacios y momentos comunitarios. Lo comunitario es ineludible al vínculo humano y estos vínculos entre humanos es lo que nos mantiene con vida. No niego que la tarea de ser y moverse en comunidad en las lógicas del mundo actual es una labor titánica que puede parecer absurda e imposible y sin embargo es indispensable e inherente a lo humano.

Cuando hablo de moverse en comunidad no me refiero a habitar un territorio específico o a la idea romántica que suele aparecer cuando leemos o escuchamos esta palabra. Moverse en comunidad es rescatar estos valores o actitudes que heredamos y aprendimos de las comunidades para aplicarlas en nuestra vida cotidiana. La primera de estas actitudes es el diálogo, paro un diálogo donde la escucha tenga más presencia que la palabra. Hoy podemos ser testigos de infinidad de programas o proyectos sociales que están creados desde los monólogos y los escritorios de quienes los elaboran, proyectos que no han sido contrastados o sometidos a un diálogo con las personas involucradas en ellos. El resultado de esta sordera hacia el otro, es la causa de muchos programas infértiles, sin real impacto o repercusión para la sociedad, la comunidad o los grupos a los que van dirigidos. Cerrarse al diálogo es un síntoma de soberbia o de desidia, en el que escuchar al otro parece ser una carga o una pérdida de tiempo, cuando debería ser la base de cualquier acción que pretenda tener un impacto.

La colaboración, co-elaborar, es decir elaborar en colaboración con otros es la segunda característica de lo comunitario que rescato. La creación y construcción de espacios, proyectos y trabajo se fortalece cuando se hace con otros. Al elaborar con otros la vida, nos acercamos a las personas por lo que son realmente y no por lo que pensamos que son. Esta es una forma de inclusión de las particularidades de todos que aportan y abonan a lo que se está creando. De esta forma los proyectos y los espacios gestados desde la real colaboración suelen ser más incluyentes de las diversidades.

El cuidado es la tercera característica que rescato de lo común y considero que se deriva de la anterior. Cuando creamos algo con el otro, que nos es permitente, que nos es útil pero principalmente que amamos el cuidado de estos espacios y proyectos se da casi en automático. Y digo casi en automático porque cuidar representa también un trabajo a tiempo completo en el que el diálogo y el reconocimiento de los otros también es indispensable. El cuidado no sólo se da entre los que parecidos a nosotros sino también entre los más diferentes. Debe ser extensivo a todo humano y a toda la naturaleza.

La última característica que elegí es la festividad, es decir vivir con alegría y esperanzados de nuestro caminar y de lo que vamos creando. Que el diálogo, la colaboración, el cuidado no sea una carga, un sufrimiento o se vea como un deber, sino que podamos hacerlo con alegría, integrado a nuestro cotidiano y a lo que queremos de este mundo. Que el vivir y moverse en comunidad sea siempre una celebración que nos lleve a cuidar de los espacios y proyectos que vamos construyendo entre todos.

La autora es profesora de la Universidad Iberoamericana Puebla.

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Mercedes Núñez Cuétara

Maestra de Intervención Social por la Universidad Pública de Navarra. Licenciada en Psicología por la Ibero Puebla. Se desempeña como investigadora y docente en la misma institución, además de ser coordinadora de Desarrollo Comunitario.