Quién de las dos

  • Ignacio Esquivel Valdez
No te puedes ir hasta que yo no haya salido y vengan por ti.

Frente a frente estaban dos mujeres, con una mesa de por medio y con el silencio interrumpido por el repetitivo tic tac de algún reloj que no tenían a la vista. Brenda, con el cuerpo echado hacia adelante y los codos recargados, tenía la mirada fija y penetrante sobre Nohemí, quien despreocupadamente veía unos papeles a través de sus lentes. Levantó la mirada y dijo

─El objetivo de esta sesión es revisar tus avances ¿Estás consciente de ello?

A pesar de presentar un semblante tenso, la respuesta de Brenda fue pausada.

─De modo que, tú pretendes valorarme.

─Así es, creo que estás reuniendo lo necesario para decir que mejoras ¿Cómo te has sentido?

La respuesta fue la menos esperada.

─Por favor, no comiences este juego otra vez, tendré que asentar en el expediente un retroceso, aquí la doctora soy yo ─dijo Brenda echando el cuerpo hacia atrás para alcanzar el respaldo de la silla.

Nohemí, se quitó los anteojos y dijo.

─Por favor, veo que has olvidado nuevamente otra vez quien eres ─suspiró, miró hacia el techo y regresando la mirada hizo una anotación en los papeles.

─No finjas, no estás escribiendo nada.

─Está bien, está bien, dejaré en paz los papeles.

Brenda esperó a que dejara las cosas encima de la mesa, los tomó y dijo.

─El dibujo sobre tus padres es mejor que el anterior.

Nohemí hizo una pausa que le daba oportunidad al reloj de expresar su pasmoso monólogo.

─No tengo conflicto con mis padres y en el papel no hay nada.

─Justamente, la ausencia de dibujo ─dijo Brenda ─me indica que ya no los odias, que ahora te son indiferentes.

Nohemí volvió a ponerse los anteojos, acomodó su pelo largo y lacio que ya le había invadido la cara, sacó del bolsillo de la bata una dona elástica, se recogió el cabello hacia atrás y colocó la dona haciéndose una cola de caballo.

─Chica, debes aprender a no tomar las cosas que vienen en las prendas que te presto ─reprendió Brenda con un tono firme, aunque no severo.

─Dime ¿tú piensas que eres el médico y yo la paciente? ─dijo Nohemí sin tomar en cuenta el comentario anterior.

─¿No debe ser así?

─No contestes con otra pregunta, dime sí o no.

─Creo que tendré que declarar que tu proceso se ha estancado, aunque te concederé el hecho de que ya no eres agresiva ─dijo Brenda mientras se levantaba de la silla.

─Espera ─Nohemí se estiró para tomarla del brazo ─no te puedes ir hasta que yo no haya salido y vengan por ti.

─Justo iba a llamar a los custodios ¡Suéltame!

Las dos mujeres se miraron con fiereza llegando al punto se quedar inmóviles al haberse anulado el empuje de cada una de ellas. Como dos estatuas permanecieron en esa posición hasta que la puerta de la habitación se abrió y por ella entraron dos fornidos hombres vestidos de blanco y tras de ellos una enfermera.

Los hombres sujetaron ambos brazos de Brenda sin que ofreciera resistencia y se la llevaron. La enfermera que se había quedado con Nohemí le dijo.

─Así que otra vez jugando ¿Eh? Mientras no se hagan daño, no pasa nada, ven, te tocan tus pastillas, ahora mismo te las voy a dar y te llevaré a tu cuarto para que duermas tranquila.

Nohemí asintió con la cabeza. Su semblante dibujaba unos ojos vivaces y una sonrisa amplia, como el rostro de una niña pequeña que hace caso de las indicaciones de su nana. La tomó de la mano y al cruzar la puerta reposó la cabeza en el hombro de la enfermera.

Esa había sido una noche más para las únicas pacientes de ese hospital psiquiátrico.

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Ignacio Esquivel Valdez

Ingeniero en computación UNAM. Aficionado a la naturaleza, el campo, la observación del cielo nocturno y la música. Escribe relatos cortos de ciencia ficción, insólitos, infantiles y tradicionalistas