Universidad rendimiento

  • Omar Pineda Luna
Las recomendaciones del Banco Mundial y el FMI. Nuevos paradigmas.

Desde la adopción del neoliberalismo en México en la década de los ochenta, los diferentes aspectos de la vida política y social del país se vieron permeados por este modelo, no sólo económico, sino de vida, los distintos ámbitos institucionales poco a poco fueron modificando sus estructuras, atrayendo consigo a las diferentes esferas sociales. Ninguna quedó alejada de las “recomendaciones” de organismos internacionales como: el Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y La Organización para la Cooperación del Desarrollo Económicos (OCDE), éste último, al que México se adhirió en 1982. En ese sentido, es preciso ser conscientes de lo que señala Torres: (2007).

Tanto el FMI como el Banco Mundial son instituciones supranacionales que, además del fuerte poder económico que poseen, también dedican importantes esfuerzos a tratar de elaborar y promover discursos que puedan convencer a la población de que su labor es fruto de un compromiso con el bien común, que su tarea es desinteresada y neutral. El bombardeo en los medios de comunicación a su servicio es muy intenso y constante, permitiéndose la arrogancia de dar “consejos desinteresados” a prácticamente todos los países de la tierra, aunque mucho más “contundentes” a aquellos que precisan de su auxilio económico. Ellos aparecen como defensores de la verdad con mayúscula, mientras a sus receptores los conceptualizan como de escasas miras, o implementando políticas erróneas (p. 20)

Dentro de las dinámicas mundiales los países fueron adaptando el nuevo paradigma, en ocasiones conscientemente, otra más, de manera coercitiva, ya que, derivado de los prestamos monetarios a partir la crisis del corporativismo, los gobiernos tuvieron que firmar cartas de intención en las que se comprometían a seguir las políticas neoliberales que determinan estos organismos, como fue el caso mexicano en 1976.

Para comprender por qué       el neoliberalismo penetra en las fibras más sensibles de la sociedad, sin que exista una resistencia real, hay que entender lo que nos menciona Lester C. Thurow (1996) recurre a la geología para explicar las nuevas dinámicas que la economía está generando en la actualidad en concreto al concepto de placas tectónicas. 

Recuerda cómo los terremotos y las erupciones volcánicas son provocados por el desplazamiento invisible de las placas continentales que flotan sobre el fundido núcleo interior de la Tierra. Ninguna persona puede entender estos fenómenos atendiendo sólo a lo que su mirada puede contemplar. De modo similar, tampoco podemos entender las repentinas crisis económicas y sociales de, por ejemplo, la mayoría de los países latinoamericanos sin dirigir nuestra atención a las nuevas situaciones que está creando el fenómeno de la mundialización de la economía, o más concretamente, la “desnacionalización” de los capitales y su incontrolado universalismo. (p.183)

 

Lo anterior, ayuda a comprender lo que pasa en las esferas políticas, culturales, militares y, por supuesto, en la educación, por ello, se requiere descifrar las dinámicas ocultas a primera vista. “Y algo que cada día nos ofrece una mayor potencialidad explicativa, cual placas tectónicas que condicionan y explican lo que sucede, son las dinámicas y decisiones que se están promoviendo desde la esfera económica” (Torres 2007 p.22)

 

Es en este escenario, la educación universitaria, en general, es vista, ya no sólo como un aparato legitimador de ideologías, sino que, además, su papel está encaminado a preparar a los sujetos que tendrán los conocimientos suficientes para la sociedad de la producción y de mercado. 

 

Por ello, México no queda exento del dominio de este modelo a seguir, las políticas educativas se fueron ajustando al nuevo contexto mundial, influidas, en gran medida, por el objetivo económico. Por citar un ejemplo, actualmente la educación universitaria esta permeada por el lenguaje de la producción, basta con revisar los contenidos educativos, tanto de universidades públicas como privadas, pues concurre un claro lenguaje economicista, están presentes palabras como: “competencias”, “calidad educativa”, “eficiencia terminal”, “procesos y productos”, “excelencia académica”, “rendimiento”, “emprendimiento” etc. Al mismo tiempo, están ausentes conceptos como: “artes”, “libertad”, “ciudadanía”, “género”, “entina”, “experiencias”, “sociedad civil” “empoderamiento” etc.

 

Además, los discursos que circulan en la promoción de universidades destacan los que perciben a estudiantes y sus familias como clientes, con lo que los profesores y profesoras pasan a convertirse en “productores” y el currículo en “producto o bienes de consumo”. Debemos recordar que la idea principal de las universidades es la de contribuir y formar seres que hagan realidad las oportunidades en la sociedad en la que vivimos. Cumplir con el compromiso de la cohesión social, acabar con la exclusión, aumentar la matricula concediendo becas a los estudiantes, no prestamos, “para materializar la educación superior como derecho y no como una oportunidad dependiente de las leyes del mercado” (Montes, 2009)

 

Estos discursos pocas veces son analizados, pues, aparentemente, no alteran las relaciones sociales. Empero, no se debe olvidar que estos contenidos son elaborados por quienes detentan el poder económico. En este sentido, las universidades como instituciones de enseñanza y formación de las nuevas generaciones son las encargadas de educar a los profesionistas para suministrar al mercado del desarrollo económico.

 

Por lo cual, están configurando un nuevo tipo de sociedad, que, anteriormente, Foucault señaló como las sociedades disciplinares, que ahora son sustituidas por la sociedad del siglo XXI,  la cual, el filósofo, Byung-Chul Han, denomina “Sociedad del rendimiento” cuyas características son: el incremento de la producción, la motivación, la iniciativa al proyecto, el sujeto eficiente para la explotación, que se ve a sí mismo como empresario, y tiene la idea de que es libre. Foucault señala que Homo oeconomicus neoliberal no mora en la sociedad disciplinaria, que, como empresario de sí mismo, ya no es sujeto obediente. No obstante, “La sociedad del rendimiento está denominada en su totalidad por el verbo modal poder, en contra posición a la sociedad de la disciplina, que formula prohibiciones y utiliza el verbo deber” (Chul Han 2014 p. 11) esto quiere decir que, la sociedad disciplinar la cual formaba la educación tradicional, estaba definida por la negatividad, es decir, la norma de la prohibición, la sociedad del siglo XXI se caracteriza por el verbo positivo del -Tú puedes- “Los proyectos, las iniciativas y la motivación reemplazan la prohibición, el mandato y la ley” (Chul Han, 2012 p.17). El tú puedes produce coacciones engendradas por uno mismo se presenta como libertad, de modo que no es reconocida como tal. El tú puedes incluso ejerce más coacción que el tú debes.

 

Lo anterior, trae como consecuencia que los contenidos curriculares se sometan a estándares de la producción y del mercado, pues, las universidades son consideradas de vital importancia para la construcción de los nuevos profesionistas. Por ello, los centros de poder económico ahora pasan también a ocuparse de las funciones que deben desempeñar las instituciones escolares y, con ello, de la estructura del sistema escolar y de los contenidos que se deben trabajar en las aulas.

La educación universitaria está teniendo un papel preponderante para la configuración de la sociedad. La educación ya no es posible sin los contenidos economicistas, esto lo podemos percibir durante la última década, el ejemplo de la ideología educativa es el emprendimiento, con lo cual el sujeto del rendimiento, se visualiza como empresario, patrón de sí mismo, sin duda es libre en cuanto que no está sometido a ningún otro que le mande y lo explote; pero no es realmente libre, pues se explota a sí mismo, por más que lo haga con entera libertad. “El explotador es el explotado (…) La explotación de sí mismo es mucho más eficiente que la ajena, porque va unida al sentimiento de libertad. Con ello la explotación también es posible sin dominio” (Chul Han, 2014 p. 11)

En ese sentido, defino universidad rendimiento como aquella institución permeada por el lenguaje del mercado y la competencia, donde los contenidos son elegidos por los encargados de aumentar la producción a nivel mundial, como pasó con el proyecto DeSeCo que pronto se convirtió en el proceso de Bolonia. La universidad del rendimiento puede ser pública o privada, son instituciones sometidas a estándares de calidad y eficiencia que deben demostrar la aprobación de los procesos de certificación empresarial, donde, no sólo los estudiantes son sometidos al rendimiento de los proyectos, calificaciones, etc. sino también los profesores y profesoras son evaluados dependiendo del provecho académico que hayan tenido en el semestre inmediato y con ello, recibir recursos. La universidad rendimiento es calificada con criterios internacionales que la colocan en los rankings de las mejores o peores instituciones en el mundo, por último, contribuye a (de) formar a los sujetos de la sociedad del rendimiento (individualistas) con el pensamiento de prefiero explotar a ser explotado.

Notas

Chul-Han, B. (2012). La sociedad del cansansio . Barcelona: Herder.

Chul-Han, B. (2014). La agonía del eros. Barcelona: Herder.

Montes, C. S. (2009). Currículum calidad y evaluación. Las claves de la globalización en las universidades públicas. Ciudad Juárez: Universidad Autónoma de Ciudad Juárez .

Thurow, L. (1996). El futuro del capitalismo . Barcelona: Ariel.

Torres, J. (2007). Educación en tiempos de Neoliberalismo. España: Morata.

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Omar Pineda Luna

Pedagogo y Politólogo, Posgrado en Ciencias Políticas BUAP. Profesor universitario. Colabora en el CENEVAL A.C. Escribe de Política, educación y pedagogía crítica.