Pobreza, delincuencia y corrupción

  • Guadalupe Carrasco
Las paradojas de una edad que no termina de irse. La justicia, ¿llegará?

¿En qué momento la pobreza se convirtió en una justificación para delinquir y corromperse? ¿Siempre ha sido así? ¿Robin Hood es el prototipo de héroe actual?

La leyenda de Robin Hood, el altruista forajido de los bosques de Sherwood, que robaba a los ricos para darlo a los pobres, se ha tomado como pretexto para  justificar que las personas que viven en un sistema represivo pueden ir en contra del mismo tomando lo que “por derecho les corresponde”. ¿Qué justifica romper la ley? ¿Vivimos aún en tiempos en que la nobleza explota a los pobres? ¿Los impuestos dejan a los pobres sin recursos para vivir como en los tiempos de este héroe? ¿Es que no dejamos atrás la época medieval?

Más de quinientos años después, encontramos similitudes en las desventajas que viven las personas en situación de pobreza, con trabajos casi esclavizantes, sueldos miserables y jefes que se creen amos, que con gusto recurrirían al castigo físico… Bueno, aún recuerdo la bofetada de cierto gobernador priísta a su asistente.

Jean-Jacques Rousseau planteaba que el ser humano es bueno por naturaleza pero que vivir en sociedad lo corrompe o pervierte. Por otro lado, Hobbes y Kant postularon que, por el contrario, el ser humano es malo por naturaleza y que, como señalaba Kant, será la razón práctica la que lo lleve a renunciar al mal y buscar el bien moral. En ambas visiones del ser humano se contrapone la sociedad, ya sea como pervertidor o como colectivo de voluntades que buscarán el bien del grupo para su sobrevivencia. De no llegar a tal acuerdo, todo colapsa.

Si nuestros niveles de pobreza extrema son altísimos y además van en aumento, ¿qué tan cerca estamos de regresar al medievo o de colapsar como sociedad? Se trata de una sociedad que ni siquiera por una razón práctica, respeta las normas, leyes y valores morales para la búsqueda del bien común. Nuestra sociedad justifica robar o “transar” al prójimo debido a su circunstancia particular, a veces no del todo desfavorable,

Ante gobernantes tan corruptos, que roban “poquito” u otros que roban muchísimo pero que sólo son condenados a una multa irrisoria, a 9 años de cárcel (que pueden reducirse más) y a que le decomisen sólo 40 inmuebles de todos los que adquirió al amparo de la ilegalidad, muchos mexicanos recurren a la delincuencia y hasta se encomiendan a algún santo patrono para que los proteja. Y si están donde hay, pues aprovechan la oportunidad para hacerse “amantes de lo ajeno” y tomar “lo que está mal puesto”. ¿Cómo se puede generar confianza en el prójimo si todo el tiempo tienes que cuidar tus cosas? ¿Cómo hacer comunidad cuando cualquiera puede ser un pseudo-Robin-Hood que toma lo que otros tienen porque lo tienen y ellos lo quieren?

Honestidad e integridad parecen palabras huecas cuando nos enteramos del estudiante al que le roban su celular o su dinero en la escuela, la vecina a quien sustrajeron su monedero en el tianguis, el familiar al que le robaron los espejos de su auto, el negocio al que extorsionan semanalmente, la clonación de tarjetas de crédito o débito o el uso de tus datos para hacer compras por internet, el policía aviador que manda a otro a trabajar en su lugar, las empresas con los fraudes, abusos de confianza y las instituciones con el peculado, los huachicoleros, la piratería en todo (discos, películas, bebidas alcohólicas, papelería, ropa, etcétera), la rapiña cuando hay accidentes con tráilers… Nos sobrepasa. Y el peso de la ley, ¿cuándo va a caer? Quizá nunca, porque los mismos infractores no ven lo malo en ello. Su situación y contexto todo lo justifica. Y así andamos por el mundo prodigando ayuda eterna al desprotegido cubriéndolo para que no le caiga dicho peso, pues desde el gobierno, el trabajo no se hace bien, no se hace lo necesario ni lo que tenemos que hacer para generar equidad, igualdad y oportunidades para crecer y vivir bien, convirtiendo estas palabras en hechos o en posibilidades, recordándole a la gente que “nada lo justifica”, que para vivir en sociedad, requerimos pensar en el bien común.

Y la Justicia, siempre representada con los ojos cubiertos, ni siquiera echa una mirada. Porque no puede con tanto.

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Guadalupe Carrasco

Licenciatura en Psicología de la Universidad de Londres. Psicoterapeuta en consulta privada, Orientadora Educativa