A la caza de los privilegios

  • Guadalupe Carrasco
Antes la vía era la preparación y el estudio, hoy es la vía fácil del "hacer lo necesario".

En nuestro país estamos acostumbrados a vivir con tantas deficiencias y carencias: que si cualquier trámite es tremendamente “engorroso” y complicado debido a los miles de requisitos y la falta de actitud de servicio.

Que las calles están en mal estado; que cualquier persona puede colocar botes para impedir que te estaciones en la vía pública; que los grandes consorcios hoteleros pueden privatizar playas aunque esté prohibido; que no hay control sanitario de los puestos y locales de alimentos; que la carne que venden tiene clembuterol  y los criaderos no son suficientemente sancionados; que las calles y caminos están hechos para los automóviles (mal hechos por cierto) y no para peatones y ciclistas; que las personas con capacidades diferentes no tienen acceso ni a las banquetas; que la calidad del aire no mejora por más programas de control vehicular; que los agricultores pueden usar pesticidas que dañan el ambiente y los suelos; que los drenajes desembocan en los ríos y mares; que producimos toneladas de desechos; que el “agua potable” no lo es tanto y tenemos que comprar agua embotellada; que los jueces no son justos sin un “dinerito” de por medio: que los policías no son honestos ni serviciales; que los investigadores y criminólogos no cuentan con los elementos necesarios para realizar su trabajo; que las leyes son tan complejas que los mismos abogados “se hacen bolas” y los delincuentes se aprovechan; que no existe institución alguna que pueda combatir los grandes males y el peligro constante que es vivir aquí; que la calidad no ha alcanzado a la educación ni la educación ha alcanzado todos los rincones de nuestro país; que en lugar de buscar educar a un pueblo se busca tenerlo en la ignorancia para poder explotarlo; que el clasismo y el racismo tienen profundas raíces y no se hace lo suficiente para cortarlas; que los jueces culpan a la víctima en lugar de al victimario; que tiene señal celular de baja calidad, internet de baja velocidad, gasolinas caras, gas costoso; que las instituciones de salud no cuentan con la infraestructura para atender a sus afiliados; que los sindicatos utilizan sus recursos (de sus afiliados) para promover a candidatos de “su” partido; que conseguir un empleo se convierte en una hazaña y conservarlo la vuelve titánica, más si se trata de uno bien pagado; un lugar donde la impunidad prevalece sobre todo lo demás acompañada por supuesto de la delincuencia organizada y la corrupción.

En esta lista nada exhaustiva, queda claro que las condiciones en las que vivimos son deplorables; por lo tanto, ¿qué mexicano no va a buscar estar mejor?

Hasta hace pocas décadas, sabíamos que un medio efectivo para acceder a un bienestar era la preparación y el estudio. Por eso muchos de nosotros dedicamos nuestro esfuerzo a terminar una carrera. Sin embargo, las nuevas generaciones saben que ese medio está agotado, porque el desempleo es lo único que espera a los graduados.  El “empezar desde abajo” se ha devaluado porque ya no hay una luz al final del túnel que te brinde la esperanza de que el sacrificio traerá una recompensa.

¿Qué nos puede dar acceso a privilegios hoy? ¿Cómo acceder al bienestar?

“Con dinero baila el perro”, el refrán que responde de inmediato esta pregunta. Las “palancas”, “compadrazgos”, “favor político”, “nepotismo”, “extorsión”, “soborno” y un largo etcétera son los boletos de acceso a los privilegios. Y una vez obtenidos, ¿quién los quiere perder?

Tanto los que obtienen el bienestar por una vía de esfuerzo, como los que lo obtienen por una vía “fácil”, una vez disfrutando los privilegios, harán lo posible por no perderlos, juzgando justo que sólo los tengan quienes hicieron “lo necesario”.

Qué fácil es deslizarse a la prepotencia y la arrogancia cuando se piensa que se hizo “lo necesario” y los otros no. Hasta la condescendencia se vuelve cualidad cuando se ve al mundo desde las alturas.

“Merezco abundancia” escribiría en su diario una famosa “primera dama” y parece que en el decreto se mezcla “y discriminar a los demás”.

Corrupción y discriminación se entrelazan como acompañantes eternos en este desafortunado entorno.

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Guadalupe Carrasco

Licenciatura en Psicología de la Universidad de Londres. Psicoterapeuta en consulta privada, Orientadora Educativa