Dolor

  • Guadalupe Carrasco
Para que el ser humano perciba el dolor se ponen en juego diversos mecanismos fisiológicos

Cuando tenemos dolor acudimos al médico, quien averiguará nuestros signos y síntomas, lo evidente cuantificable o medible con aparatos o estudios y nuestro dicho, lo que percibimos , para realizar un diagnóstico.  Muchas veces acudimos al doctor porque tenemos dolor como consecuencia de una enfermedad o el dolor en sí mismo es la enfermedad.

Para que el ser humano perciba el dolor se ponen en juego diversos mecanismos fisiológicos: receptores del dolor, médula espinal, neurotransmisores, corrientes eléctricas, tálamo, corteza cerebral, etc.

El dolor nos alerta que algo está mal o requiere reparación.  Por ejemplo, si tenemos caries en una muela y no la atendemos, avanzará y lesionará la pieza dental, provocando dolor. Al percibirlo debemos tomar acción e ir al dentista, si es que no habíamos acudido cuando la caries no había causado dolor.  Con afán profiláctico, si visitáramos a nuestro dentista regularmente la caries no se instalaría en la pieza dental o sería detectada a tiempo y no tendríamos que sufrir un dolor de muela, una infección, una reparación, una endodoncia o la perdida de la pieza.

A los mexicanos nos duelen muchas cosas. Nos duele la corrupción y la impunidad, nos duelen los feminicidios y la delincuencia, nos duele la trata de personas y las muertas de Juárez, nos duelen los 43 de Ayotzinapa, nos duele que la calle sea para los delincuentes, nos duele el salario mínimo y las pocas oportunidades de trabajo, nos duele la baja calidad en la educación, nos duelen las ladies y los lords, nos duele la discriminación y la pobreza extrema, nos duele el enriquecimiento ilícito y la Casa Blanca, nos duele el gasolinazo y el Fobaproa, nos duele mucho.

Pero, de qué sirve que sintamos dolor y que seamos capaces de decirlo si no acudimos al médico, no buscamos la fuente, no estamos dispuestos a tomar el tratamiento y mucho menos, buscar el especialista que nos puede diagnosticar y por tanto, medicar de la forma correcta, eso sí, pagando el precio. Nos conformamos con que nos quiten el dolor, o lo adormezcan, o con la técnica de película de la Época de Oro del Cine Mexicano, nos lo aguantamos con un tequila o un mezcal. O con distractores para facilitar el aguante, por qué no, con las redes sociales, las telenovelas o las bioseries. O bueno, con una despensa, un huesito en el gobierno, o aunque sea un empleo mal pagado. Qué decir si nos regalan boletos para eventos o nos organizan fiestas con mariachi, ¡y a cantar se ha dicho pues también de dolor se canta! O que venga el papa y haga un recorrido, millones de fieles siguiendo la transmisión o siguiendo el papamóvil, olvidando a los Duarte o a los exgobernadores prófugos de la justicia. Tomamos ácido acetilsalicílico o paracetamol sin receta médica y esperamos mejorar, aunque sea para terminar el día de trabajo y no tener que ir al servicio médico a esperar por horas una probable consulta en la cual sólo nos recetarán ácido acetilsalicílico o paracetamol por falta de medicamentos o nos mandarán a hacer el estudio para el cual habrá cita disponible en dos o tres meses amén de que sirvan los aparatos. Eso también duele porque en las cámaras de diputados y senadores se aprueban muchas leyes pero, o no se ejecutan, o no se supervisan, o sólo favorecen a algunos cuantos. Paliativos para el dolor, pero el mal no lo eliminamos de raíz. No estamos dispuestos a hacer lo necesario. O tal vez no nos alcanza para tener un buen servicio médico, mucho menos para tomar el dolor “por los cuernos” y elegir una intervención quirúrgica que no sea de emergencia. Nos conformamos con monederos electrónicos de propaganda electoral que nos sirvan para comprar unas cuantas golosinas que nos llenen la panza y nos endulcen la boca y nos hagan olvidar el sabor amargo de la vida política, económica y social de nuestro México.

Parece que vivimos en una familia con violencia intrafamiliar: nos pegan, nos dan hasta con la cubeta, nos dejan maltrechos y en lugar de denunciar o buscar la separación, esperamos que la pareja cambie como por obra de magia, del espíritu santo o de la rosa de Guadalupe… y nada pasa, nos dan una rosa, una lágrima o un perdón, y ahí estaremos, hasta la siguiente tunda, la que quizá nos lleve al hospital con más dolor o hasta huesos rotos, internados con la necesidad de una intervención quirúrgica para salvar la vida o peor aún, muertos.

¿Y de qué sirvió sentir dolor y percibirlo? ¿De qué utilidad fue tener un mecanismo fisiológico encargado de enviar las señales del dolor y responder a ellas, si al final nos vamos a aguantar? Puro desperdicio de las bondades de la naturaleza, la selección natural, la evolución y la genética. Tal vez generaciones futuras evolucionadas nacerán si receptores del dolor, total, no nos sirven de nada.

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Guadalupe Carrasco

Licenciatura en Psicología de la Universidad de Londres. Psicoterapeuta en consulta privada, Orientadora Educativa