Riesgos de confundir educación con escolaridad

  • José Guadalupe Sánchez Aviña
Distinción fundamental para entender. Paradojas de querer distinguirse. Formación de élites

Uno de los indicadores preferidos para medir el desarrollo de un país es la escolaridad en su población, de forma mecánica se relaciona mayor escolaridad con mayor bienestar social. ¿Es esto cierto? Habrá que pensar bien la respuesta. Lo primero que hay que señalar es la posible diferencia entre educación y escolaridad; en este sentido se pueden señalar tres aspectos, a manera de simple aproximación a una problemática bastante compleja:

a) Aun cuando la movilidad social, léase ascenso social, sea aspiración comprensible, el asociarla directamente con la escolaridad no resulta lo más afortunado y en cambio determina la concepción que de educación se tiene socialmente y por supuesto delinea su operación en la escuela. Esto se encuentra lo mismo en la expresión de una madre que responde que manda a su hijo a la escuela “para que sea alguien en la vida” como en la mirada reduccionista de las Instituciones educativas que se definen como formadoras del egresado que el mercado requiere.

b) Consecuencia de una visión utilitaria como la anterior, se genera un estado de simulación, controlada por la capacidad de negociación de los actores participantes, estudiantes, profesores, administración y por supuesto padres de familia; si la educación es una mercancía (ya sea en su versión de producto o de servicio), entonces todo es negociable. La educación no existe en este contexto o bien a duras penas se presenta a pesar de éste.

c) Situación muy peculiar es lo que sucede con los que sí tuvieron la oportunidad de mayor escolaridad; privilegiados en un País con problemas severos de pobreza sería lógico el atribuirles un alto sentido de compromiso y responsabilidad, sin embargo, los riesgos son variados. Uno de ellos es el que esa diferenciación que los coloca en la cúspide de una escalada social, los distancie del resto de la población, consolidándolos en una costra elitista, a pesar de que su escolaridad se la deban a esa misma población de la que entusiastamente se esfuerzan por distanciarse.

¿En verdad la mayor escolaridad se refleja en una mejor sociedad? La evidencia, en nuestro País, nos dice que no, por el contrario, parece que el “mayor impacto” de nuestros doctores, maestros, licenciados, se refleja en mayor número de artículos y libros publicados, más participaciones en congresos y eventos académicos… todo aquello que tan cuidadosamente se cultiva para cosechar méritos que hagan posible la permanencia a élites académicas que “sientan sus reales” en cotos de poder, heredables por supuesto, y los aleja de cualquier sentido de solidaridad y compromiso con esa población que paradójicamente “Los encumbró” y los sacó “de abajo”. Muy a pesar de llenarse la boca de un discurso social y popular.

Visto de esta manera, la educación traducida en escolaridad, se convierte en un botín jugoso que reparte suculentas ganancias para unos pocos, ya sea recibiendo un título sin nada que lo respalde, ya como académico o funcionario que arribó a la élite directiva de alguna Institución, o como funcionario público encargado de “la educación” en nuestro País. En un México con tantas necesidades, con una población urgida de esperanza, pocas cosas tan ruines como esta. En fin, ya lo comentaré de manera más pausada en un texto futuro.

[El autor es profesor de la Universidad Iberoamericana Puebla.

Este texto se encuentra en: http://circulodeescritores.blogspot.com

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José Guadalupe Sánchez Aviña

Doctor en Educación, Sistema Universitario Jesuita ademas de ser maestro en Investigación Educativa por la Ibero Puebla realizó su licenciatura en Sociología por la UNAM . Actualmente es Académico de Ibero Puebla