Detenciones

  • Abraham Bonilla Rojas
.

En días recientes se detuvieron a dos líderes de organizaciones delictivas dedicadas al narcotráfico y otros ilícitos. Ambas historias son conocidas e, incluso, se cataloga como filtración un video de una de ellas que muestra periciales practicas por elementos de la PGR.

Sistemáticamente los procedimientos –para el caso, penales-, son distorsionados por la impunidad, la corrupción* y, por otra parte, diversas especies de tráfico –el de influencia, desde luego-, así como por un fenómeno en el ejercicio de la abogacía presente desde hace varios años que denigra, devalúa y banaliza a la profesión. En efecto, con lo último me refiero, entre otras expresiones, a los comúnmente llamados “coyotes”.

Respecto a ambas detenciones consumadas por instituciones del Ejecutivo Federal, relacionadas con el párrafo anterior, es comprensible el impacto que tienen en la opinión pública, en parte, debido a la formación de nuestro sistema político. Por ende, entendible es el interés de la opinión pública en los procedimientos penales de delitos federales y que éste se fije en las situaciones señalas en el párrafo precedente a nivel federal. Aunque bien sabido es que esto ocurre, también sistemáticamente, a nivel local.

Es preciso, pues, que las autoridades ejecutivas y judiciales, en tan importantes procedimientos, procesen éstos de manera completa y ordenada, de modo que resulten proporcionales sus sanciones –respecto a los delitos- e irrevocables sus sentencias. Esto implica, entre otras cosas, que las detenciones y aprehensiones hayan sido “conforme al derecho de nuestra ciudad”, como decía Justiniano.

Un importante apunte surge de la definición del jurista romano, en especial de la palabra “derecho”. Derecho y justicia no son sinónimos de ley y norma. Tomás de Aquino diferenció claramente “lex” e “ius” y Arthur Kaufmann, nos dice que la ley es una “transcripción… de situaciones bajo las cuales se subsume una consecuencia jurídica legal” y que derecho es “la prefecta correspondencia entre deber ser y ser”. Por tanto, siguiendo con Kaufmann, puede decirse que no hay concepto (ley) alguno que abarque la totalidad del derecho y, desde una noción normalista, que el derecho no es algo real y que la ley, por el contrario, es algo real.

En efecto, lo que citando a estos autores quiero expresar, es que los procedimientos de estas dos personas pueden estar perfectamente apegados a la ley (a la norma), pero no por ello puede hablarse, solamente por este motivo, de que sean justos. Vale la pena recordar un cuestionamiento planteado por Luis Recaséns: ¿es justa la norma o no lo es?, y algo que a este jurista importa es saber si puede conseguirse un orden social estable y justo. En este sentido, la cuestión con relación a ambos casos es indagar, precisamente, cómo lograr un orden social estable –tan necesario para nuestro país- y justo –para todos-.

De esto deriva lo siguiente: a) cierto es que con los dos procedimientos (legales en sus conceptos y en la instrumentación de éstos) se pretende lograr un orden justo, pero ¿es posible conseguir, por estos medios con sus modos, jurídicamente tipificados, la justicia o la manifestación del derecho? Porque, a partir de esto, puede recordarse la fórmula de García Máynez, que dice que el caso singular es la más alta realización de la justicia; y, b) el narcotráfico en sí mismo, es decir, el completo ciclo de producción de narcóticos y su posterior comercialización, realmente es ilegal porque así lo señala la norma, es ilícito y constituye un delito, salvo por concesiones vagas y pequeñas, sin embargo, ¿es injusto el narcotráfico? Aunque cierto es que asocia con otras actividades, ésas sí, inminentemente injustas.

Las detenciones y aprehensiones referidas, han sido presentadas como contundentes avances en búsqueda de la debilitación y “aniquilamiento” de las actividades delictivas y criminales relacionados con el tráfico de narcóticos, y de conseguir restablecer la seguridad jurídica y la paz social. No obstante, la experiencia no fundamenta esta idea. Por el contrario, salvo casos contados, lo que se ha conseguido en la segmentación de los grupos delincuenciales, que deriva en enfrentamientos y en el acrecentamiento de la violencia, por motivos que van de la venganza a la recomposición de la estructura de determinada organización. Esto es, las detenciones de los líderes de estas organizaciones no es una solución concreta al conflicto e incluso puede hacerlo aún mayor. Así, al cortar una cabeza, otra suplirá a ésta: resulta un fenómeno cíclico. No quiero decir que esto signifique no perseguir los delitos y, mucho menos, los crímenes.

¿Cómo, entonces, solucionar el problema? La respuesta puede hallarse en el libro “Vacíos de poder en México” del investigador Eduardo Buscaglia. En él, presenta una serie de controles que, sostiene, ayudan a llenar esos vacíos y a sanar la instrumentación del poder, en los tres niveles del Ejecutivo y en los tres Poderes de la Unión, a saber: los judiciales, los patrimoniales, los de corrupción y los sociales. En este libro, Buscaglia reconoce que la corrupción siempre estará presente y que no se puede erradicar, pero que, no obstante, incluso la corrupción debe tener un orden. No es difícil secundar la afirmación de la imposibilidad de erradicar la corrupción, porque ésta radica, más que en las personas, en los procedimientos, y éstos, no dependen de una sola persona o de un solo grupo de personas sino de toda la gente encarga de instrumentalizar los procesos.

Para finalizar, es prudente recordar un par de ideas: la primera, de Cicerón, que dice “grande absurdo es considerar justo lo regulado por las instituciones y las leyes de los pueblos; la segunda, de Maurice Joly, en su libro de ficción “Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu”, donde en un diálogo, el autor de “El príncipe” le dice al francés que el hombre no es un ángel y, por lo tanto, requiere de mecanismos (leyes y un príncipe) que conduzcan su obrar.

* En otra ocasión ofreceré un artículo sobre la corrupción.

Agradezco al director de este portal, al señor Ruiz, por mantener la puerta abierta a mis colaboraciones, que por más de un año dejaron de aparecer en este importante y profesional periódico; agradezco su paciencia. Igualmente a ustedes, lectores, mi gratitud y la oferta, por mi parte, de aportar artículos responsables y analíticos.

Opinion para Interiores: