Voluntariados

  • Abraham Bonilla Rojas
.

El fin de semana me reuní con unos amigos de la primaria. Curiosamente todos ellos eran de los más aplicados; mi caso no era loable ni ejemplar en esos años. Conversamos sobre lo que hemos hecho en este año. La plática derivó en un tema común: el voluntariado.

Ya se trate de orígenes auténticos o por moda, en la actualidad existe una muy diversa lista de opciones de organismos, asociaciones, fundaciones, etcétera, que persiguen desde su más noble intención o, por otro lado, a partir del afán de reconocimiento banal y para la vanidad, en la que personas de cualquier condición y cualesquiera características pueden participar. O, bien, de las que se pueden beneficiar. Esto es, en esencia, plausible.

Los voluntariados no deben estar para sustituir el fin de todo gobierno y de cualquier Estado, que es el cuidado y la preservación de la vida de sus habitantes. Ellos tienen objetivos irrenunciables e intransferibles. Sin embargo, al tener presente ello, surge “el primer espacio y el primer rayo de luz” de los voluntariados. No es, pues, un remplazo a la administración pública; se trata de una cuestión más importante: la construcción de una comunidad y de darle vida a ésta. Sobre todo, son ámbitos en los que una persona puede demostrar uno de sus mejores aspectos: el “ser humano”.

Como humanidad tenemos la mayor responsabilidad sobre nosotros y el planeta. Eso es claro. Lo que necesita reafirmarse son los dónde, cómo y cuándo. En parte, ésta es la tarea de los voluntariados. Son éstos los que a su vez nos confirman que paulatinamente en diferentes partes del mundo va incrementándose el interés en nosotros mismos. Esta atención incluye, por supuesto, al factor gobierno y, en una complejidad mayor, al factor Estado; lo anterior constituye, en cierta medida, el por qué de la imposibilidad de remplazar la tarea de éstos. Que de forma sistemática y escalonada este interés vaya manifestándose, es esperanzador. Es, probablemente, “la punta de lanza” hacia el mejoramiento de las condiciones y de la calidad de vida que tenemos como personas y como sociedades. No solamente en un sentido material o económico, también en otros más subjetivos.

Si bien expresé que no son sustitos de nada ni de nadie, lo que sí pueden hacer los voluntariados es coordinarse o, en su defecto, ser contrapeso del gobierno en la constitución del Estado (organización política) a través de la construcción y consolidación de la Nación (conjunto de personas). No en lo esencial de lo gubernamental; sí en la edificación de comunidades que aporten elementos que el gobierno requiere a fin de realizar sus tareas fundamentales. Esto es, lo que los voluntariados pueden hacer es todo aquello que “humanice” a las comunidades y a las sociedades.

Un ejemplo son los voluntariados médicos, ejemplos de lo muy diverso que pueden ser y de cómo son geográficamente trascendentes. Un conjunto de médicos europeos y latinoamericanos pueden implementar métodos complementarios o adicionales a los servicios públicos o privados de salud o, bien, ofrecerlos en lugares donde por cualquier motivo el servicio de salud del gobierno o de alguna persona no esté presente, entre tanto y cuanto ésta o aquél puedan hacerlos llegar.

Otro caso son aquellos colectivos que se organizan para establecer el suministro de electricidad no lo hay. Respecto a ellos resulta más loable cuando se trata de esfuerzos comunes por llevar electricidad producto de energías renovables como el viento o el sol. Esto, con las condicionantes del ejemplo previo. Este tipo de voluntarios pueden hallarse en países africanos, principalmente.

Hay también ecológicos, como aquellos dedicados a la preservación de alguna especie o el desarrollo sustentable de cierto lugar. Tan sólo en nuestro entorno inmediato tenemos varios ejemplos, relativamente nuevos, que son admirables y que debieran contar con el apoyo público del gobierno local y de la participación del federal en esta entidad por ser actores en espacios que nos afectan a todos. Apenas este viernes se realizó una protesta en la 11 Sur por la tala de más de cuatrocientos árboles, de forma poco clara y arbitraria. En ella participó uno de los impulsores de la lectura en la ciudad y de la conservación del patrimonio histórico de ella, por ejemplo. El caso de quienes pujan desde hace varios años por el tratamiento al río Atoyac, es una muestra más. Las referencias al tema ecológico y medioambiental que he hecho, no se erigen precisamente sobre un voluntariado pero representan la disposición social a participar –valga la redundancia- voluntariamente en asuntos que influyen en todos los que conformamos esta comunidad. Voluntariados en este ámbito los hay, por citar algunos, en Oaxaca y Quintana Roo, que tienen como finalidad la protección de una especie animal muy vulnerable tanto natural como artificialmente, si se me permite esta última expresión, que son las tortugas marinas.

Las estadísticas muestran que en los países denominados desarrollados, la mayor parte de sus poblaciones tienden a participar en voluntariados, asociaciones, organizaciones, entre otros colectivos que, enfocándose en un ámbito, pretenden aportar la parte que les corresponda a sus sociedades o, incluso, a sus países. No propongo que esto sea la única vía para mejorar nuestro entorno y contexto. Pero considero que es parte de hacerlo posible y sostenible. Repito: “humanizarnos” como persona es de las mejores acciones que podemos emprender para que nuestra vida, individual y colectiva, adquiera dignidad y tenga condiciones mejores.

Twitter: @JAbrahamRojas

Opinion para Interiores: